7.10.07

Vicios suecos


Roger Tullgren es el nombre y el google da cuenta de su hazaña. El hombre se declara fanático del heavy metal. Yo mismo tengo querencia por ese género, aunque no pierda la cabeza por escucharlo e incluso, puestos a ser sinceros, me retumbe la cabeza cuando me expongo en demasía a la apisonadora de guitarrazos y voces de ultratumba jalonando el tsunami demoledor de la batería. No nos despistemos: Roger Tullgren ha saltado al planisferio mediático porque ha sacado al Gobierno sueco una subvención de 400 euros y una reducción en su horario laboral (trabaja en hostelería como lavaplatos) para dedicarse a su adicción sin el desmayo del stress que supone la vida ordinaria, con sus horarios y con su atropello indecente. Qué valor ha tenido.
«Llevo diez años intentando que reconozcan mi afición al heavy como una discapacidad», ha declarado al periódico sueco The Local. «He hablado con tres psicólogos y finalmente han acordado que hay que evitar que se me discrimine por mi amor a la música».


La iconografía del hooligan metalero es la clásica: tatuajes, calaveras, cuero, cadenas, botas y chapas y similares con toda la vasta legión de héroes de esta muy noble y contundente música. Todo vino (cuenta Roger) por un disco de Black Sabbath que su hermano le regaló. Si en lugar del plástico de la banda del ahora histriónico Ozzy Ousburne hubiese sido un concierto para piano y orquesta de Listz o una caja con la integral de Ella Fitzgerald en Verve tal vez no estaríamos escribiendo este post curioso muy pillado al hilo de la siempre curiosa actualidad.
En la argucia médica de los psicólogos estriba la heroicidad jurídica de este tipo.
Hasta se le permite, en el nuevo contrato, escuchar a sus ídolos mientras desempeña su trabajo.
Las adicciones deben reconducirse y no alentarlas, pero no tenemos ni idea del grado de sofisticación de la sociedad nórdica. Además el Estado sueco incentiva fiscalmente a las empresas que contraten a Roger.
Yo me declaro inválido, incapacitado, sujeto a otra adicción incontenible que desajusta mi estado de ánimo cuando no estoy entregado a ella. Bien documentada, podría procurarme placeres insospechadas. Qué sé yo: escuchar a Stan Getz bajo receta médica, ver cine negro de los años cuarenta con prescripción facultativa, leer poesía surrealista bajo algún tipo de beca del Ministerio de Cultura. Y si el gobierno del progresista y liberal Zapatero no accede a complacer mis demandas me voy a Estocolmo y ahí doy rienda suelta a mi envidia.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha costado trabajo, pero me lo creo. Un alarde de genialidad la de los psicólogos. Un genio el metalero este. Saludos.

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