Ley de amnesia histórica, total, para lo visto, mejor titular así el invento. Unos acuden a la nostalgia para evidenciar los desastres de la guerra y el injusto reparto de las medallas y otros contemplan la inconveniencia de remover el estiércol, aunque algunos prefieran el tufo, la imagen del hueso en la fosa perdida en Teruel o en Albacete, si con ello dignifican a sus muertos y escriben en la Historia otro renglón. Suele pasar con los libros de texto que glosan el decurso de los siglos y sus batallas: que los escriben a muerto pasado, que se plagian a sí mismos y fomentan, tal vez sin ánimo de sangre, la contienda, el feroz cainismo que ha caracterizado (siglos, milenios) el rastro que el Hombre (así, en mayúscula) ha ido abandonando en poblados, caminos y civilizaciones.
La relevancia de esta iniciativa parlamentaria no agrada a todos. Ninguna, al cabo, lo hace. Siempre hay quisquillosos, amigos de la trifulca, genios de su tarima que arriman al debate un poso de disgusto por ver si salpican, en el territorio de la crispación, el propio texto y sale a trompicones, malhadado, incrustado en la discordia antes de que vea la luz. Mucho antes.
Hay hasta periódicos (Público) que piden a su feligresía que delaten (es el verbo exacto) las calles, monumentos, parques o rinconcitos con nombre de personaje del franquismo. En estos tiempos de talante levantisco, de ética justicialista, de compensaciones históricas a la vera de la Constitución y de un puñado valiente de políticos dispuestos a escribir en cuatro años lo que nadie ha garabateado en veinte centurias, conviene una ley de revisión histórica, claro que sí. Conviene para templar los ánimos, pero no conviene para exacerbarlos. La retirada de símbolos franquistas, la restitución a los parias de la guerra de la dignidad arrebatada por los vencedores, puede convenir para que el país avance y restañe las heridad definitivamente, pero tal vez estaban ya cerradas y este activismo tan sólo ausculte una parte del corazón mutilado. La otra, alguna otra, nunca va a ser curada. Da igual que sea el lado vencedor o el lado vencido. Lados, en todo caso, atropellados por la saña de unos vecinos mal aconsejados en un contexto demasiado propicio para los malos consejos. Las guerras se escriben así. Luego es siempre tarde y el hombre arrebata al hombre su pequeña parte del paraíso.
Hay hasta periódicos (Público) que piden a su feligresía que delaten (es el verbo exacto) las calles, monumentos, parques o rinconcitos con nombre de personaje del franquismo. En estos tiempos de talante levantisco, de ética justicialista, de compensaciones históricas a la vera de la Constitución y de un puñado valiente de políticos dispuestos a escribir en cuatro años lo que nadie ha garabateado en veinte centurias, conviene una ley de revisión histórica, claro que sí. Conviene para templar los ánimos, pero no conviene para exacerbarlos. La retirada de símbolos franquistas, la restitución a los parias de la guerra de la dignidad arrebatada por los vencedores, puede convenir para que el país avance y restañe las heridad definitivamente, pero tal vez estaban ya cerradas y este activismo tan sólo ausculte una parte del corazón mutilado. La otra, alguna otra, nunca va a ser curada. Da igual que sea el lado vencedor o el lado vencido. Lados, en todo caso, atropellados por la saña de unos vecinos mal aconsejados en un contexto demasiado propicio para los malos consejos. Las guerras se escriben así. Luego es siempre tarde y el hombre arrebata al hombre su pequeña parte del paraíso.
"Escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura": ése es el patrimonio a retirar. Retirada de símbolos, derogación de leyes franquistas, prestaciones a familiares de represaliados de la dictadura, reparación moral, declaración expresa del carácter injusto de las condenas realizados por tribunales franquistas... Pues todo eso suena a gloria bendita, pero tenemos que andar con sigilo, sin hacer excesivo ruido. Vaya a ser que estos legítimos mecanismos de compensación enfanguen más que adecenten, vaya a ocurrir que la bondad de su espíritu abra lo que, en verdad, estaba encerrado. ¿ Habrá tacto para apartar a unos y llamar a otros ? ¿ Era en verdad necesaria esta historia de fantasmas recuperados ?
Las variadas formas de entender la ciudadanía están a la orden del día. Zapatero y Rajoy no se bajan de su condición de líderes de la opinión de varios millones de españoles naufragados en este mar de incertidumbres. Será, en el fondo, un naufragio legitimado en las urnas. Uno lo suficientemente representativo como para encabronar a unos y apaciguar a otros: extremos de una guerra que todavía colea (13 rosas) en el imaginario colectivo. Que acabe pronto. La vida, a pesar de algunos, sigue. Y en el reparto de prebendas y galones en el expediente ya tenemos una ristra notoria de partidos en contra. Unos, por considerar que la ley no llega; otros porque abusa. Los muertos, entre tanto, no han sido resucitados para tener en cuenta sus consideraciones. Descansen en paz, pero no los dejan. Yo, lego en política y en su alambique de intereses, me pregunto si al final todo esto no incendiará conciencias de generaciones futuras, ajenas a este vértigo de símbolos.
1 comentario:
Retomando la metáfora: ¿No cree usted que si hoy sale pus por la herida, es que no estaba ni cerrada ni curada, que se cerró en falso y con miedo a los sables?
Las palabras de Mayor Oreja son temibles. La falta de serenidad en este asunto, una muestra de inmadurez politica.
Y sobre todo, las posturas de unos y otros, efectos de cara a su clientela politica.
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