Los caminos del jazz son inescrutables y mi erudición en la materia no entra en debates sobre si Dios se deja querer por la síncopa o es más amigo del bolero o del hip hop. Cayó ayer en mis manos, es una forma de hablar, un disco de jazz moderno, uno de esos que se escuchan con escepticismo, pero que acaban por provocarnos sincero disfrute. Lo firma un grupo sueco (Markus Zingmark y Oscar Simonsson) que factura jazz electrónico o jazz étnico o jazz post-jazz o jazz minimalista. El grupo se llama Koop y el disco Waltz for Koop (2.001)Todo depende del adjetivo rimbombante que tengamos a mano. A mí me envía a esos pubs oscuros donde pijos y despistados inventan la fraternidad del gin tonic. Unas altavoces pequeñitos bombardean bajos industriales. Una camarera con familia rumana gestiona los licores con sonrisa martini y un tipo al que le han fallado los anabolizantes habla por un móvil junto a una elegante lámina del skyline neoyorkino. Pubs de toda la vida, pubs afiliados al swing de las seis de la tarde, cuando los agentes inmobiliarios hacen una parada en su tráfago callejero y se toman un té de hierbas birmanas. Entonces la voz de Cecilia Stalin endulza el aire y la tarde adelgaza su vértigo. La noche saquea los restos de entusiasmo en una pareja de conversación sembrada de imprecaciones y un piano anónimo flanquea el ingreso de los amantes en un beso de reconciliación. Koop: la banda sonora de la decadencia de Occidente. ¿ Más o menos ?
Los caminos del jazz son inescrutables. Miles Davis no pondría el grito en el cielo. Probablemente mascullaría tres advocaciones a la madre que parió el bebop y ensayaría, cabeza abajo, gafas negras monumentales y rostro desencajado por el poderoso influjo de los astros, las notas de Waltz for Koop, la melodía que da título a este estupendo disco de jazz vanguardista o de jazz deshilachado o de jazz promiscuo o de jazz vacilón. Etéreo, lujurioso, relajante, convincente. Un descanso después de llevar unos días con la integral de Bill Evans en Verve. No me pidan que elija, pero Koop tiene su enganche. Dueños de pubs, cómprenlo. Herbie Hancock seguro que lo tiene en su discoteca particular.
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