Las divas suelen acompañar su excelencia y su popularidad con engreimiento y soberbia. El olimpo de las voces excelsas de la música popular está ocupado por señoras de irrelevante vida pública y de señoras comidas por esa fiebre inextricable y bochornosa que las convierte en objeto detestable, pudiendo - en casos tales - vencer la antipatía ante el personaje más que la fascinación por su trabajo.
Annie Lennox es un personaje público de muy notoria relevancia por Eurythmics, aquella pareja perfecta de pop sin estridencias que facturó algunas de las mejores canciones de los ochenta. Una vez que el grupo se deshizo (Dave Stewart es una compleja mezcla de mente inquieta y de mosca cojonera difícil de manejar) Annie Lennox recondujo la asombrosa elegancia de su voz a un camino de pop menos contundente, más afín a un romanticismo destilado con toques de folk sensual o de rock dulzón. Medusa, Bare o Diva fueron discos estupendos, colecciones de hits directamente concebidos para el consumo pop. Lo pop, en estos tiempos de zozobra y de desintegración cultural, no es siempre sinónimo de frivolidad, de descreimiento, de pereza.
Lennox es una diva: hace mucho tiempo que ha registrado su inimitable voz en la memoria del pueblo consumidor, pero a pesar de la inevitable maquinaria comercial de este arte ella ha sabido elevar, no al modo de Bono, pero compartiendo cierta ética justiciliasta, su categoría de estrella para posicionarse en el frente del activismo social. Madonna, Sarah McLachlan, Celine Dion, Faith Hill, Pink, Dido, Gladys Knight, KD Lang, Bonnie Raitt, Shakira, Melissa Etheridge, Anastacia, Joss Stone y KT Tunstall son algunas mujeres combativas que ponen voz y alma a este proyecto llamado "Canciones de destrucción masiva". Derechos humanos, SIDA, Educación para los países más pobres: la hoja de ruta de este disco proclama el compromiso de un más que influyente puñado de artistas que ponen su talento y su capacidad de divulgar y de concienciar a la gente sobre la dolorosa evidencia del caos que asola el mundo.
No hay que olvidar que lo está debajo es un disco. Las letras aleccionan y difunden el mensaje de las causas humanitarias a las que Annie aporta su carisma, su presencia y, sobre todo, su emotiva y cada vez más fascinante voz. Esta mujer canta mejor con los años. El timbre y la limpieza de sus registros conmueve, desarma. La selección de temas es impecable. Dark road es un sencillo perfecto, una de esas piezas a lo Eurythmics destinada a abrir camino para que el público conozca el álbum completo. Love is blind, mi favorita: hoy la he escuchado diez veces. Hacía años que una canción no me sorbía tanto el seso. Recuerdo (y hace mucho) Souvenir de OMD. Recuerdo Abracadabra de The Steve Miller Band. Tempted de Squeeze. Walk out to winter de Aztec Camera. Canciones absolutamente perfectas, artefactos sonoros impecables. Joyas de tres minutos. Eran otros tiempos. Yo era también otro. Hoy, al menos, he regresado a un placer antiguo y a veces no trabajado con el suficiente empeño: el pop perfecto como arma de satisfacción global. Este disco contribuye a que todo eso opere en mí en efecto deseado. Hasta parezco, en el espejo, más joven.
Se me está ocurriendo un post conveniente, visto lo escrito: las joyas del pop de este cronista de sus vicios. Ya voy sacando material.
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