Hay pirómanos del verbo como hay francotiradores: gente que escribe (en prensa, en blogs, en servilletas de un bar) para contarse lo que pasa y gente que, sin saber de qué va la historia, sin disponer de todos los ingredientes narrativos, se dedica a airearla al público, arrogándose el púlpito de la palabra, que suele ser enconado, feroz y con manifiesta vocación de catástrofe. En estos tiempos de zozobra mental, no me cansaré de escribirlo, de decaimiento ético y de relativismo ideológico - y aquí ignoro si es bueno que pasen estas cosas o es transitorio y todo acabará volviendo a su rutina y a su sendero - conviene saber qué leemos, cómo se administra el pensamiento global y sobre qué sólidos pilares estratégicos - o comerciales - se asientan el discurso político o el social. Ambos están fracturados: la razón es el incendio que provocan sus voceros. El especulador de la noticia merodea su esencia y se aposta, sin disimulo, en la conveniencia de su existencia. O en su inconveniencia. El francotirador, el imparcial, el escritor neutral - no dudo que existe, que no se deja manosear por editorialistas interesados o por pluses a fin de mes - escribe de otra forma: translada su opinión a sus lectores, escruta sin rubor la realidad y, a modo de diario, cuestiona patrones, incorpora su aliento crítico al relato ortodoxo de los acontecimientos. La prensa pivota entre un tipo de escritor y otro. La radio recluta arietes de un bando o de otro. Hasta los blogs, distanciados de su matriz nativa o extensión orgánica de ésta, se afilia a esta dicotomía ya excesivamente manifiesta. Todos con su ejército de fieles. Todos con su línea ideológica consolidada o en vías de consolidarse. ¿El medio neutro? Ninguno. En todo caso, la revisión casi detectivesca de todos y la certidumbre de que es en la letra pequeña, en el alma de la noticia, en las codas de sus pensamientos, en donde está el periodismo actual. Esta entrada en mi blog es una evidencia de que yo también tengo voz en este duelo y que me explotan cien sonetos en el pecho. ¿Cuál de los dos escritores soy? ¿Quién me dijo que viniese?
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1 comentario:
Cada vez más, en estos momentos del fin de la historia, del fin de la ideología...(cacareados, escenificados finales) leo pensamiento político y filosófico pasado. Aprender cómo comprender el mundo. No dejarme placar y seducir por la polémica del momento:
Si hablamos de racismos y violencias, miro de reojo a Hannah Arendt, si hablamos de Derecho, tengo a Kelsen de apuntador.
Las mesas políticas vomitan prejuicios sin contrastar. Yo solo tengo dudas, y las preguntas que Orwell, o Gramsci, o Rorty plantean.
Si sabemos que preguntar, que la realidad es compleja, que no podemos dividirlo todo en categorías duales, tenemos media batalla ganada contra los plumillas oportunistas que desangran la actualidad para olvidarla después.
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