10.10.07

Asalto a la comisaría del distrito 13: Zombies a caballo




En un tiempo en donde se privilegia la reescritura de los patrones clásicos y se censura o limita toda acometida novedosa y, por tanto, arriesgada, es fácil discurrir que el cine, como caja registradora, avanza, progresa satisfactoriamente, pero el cine, como arte, no. Hay autores que presumen de haber captado el espíritu o la esencia o el patrón de otros autores a los llaman (sinceramente) maestros y se instalan en esa plácida y acomodaticia tribuna donde los excesos y la aventura no alientan su pulso artístico. En este sentido, Asalto a la comisaría del distrito 13, la obra capital del genial John Carpenter, es Howard Hawks, es Río Bravo y vemos en el clímax final a John Wayne, Walter Brennan y Dean Martin zafarse como puedan de la horda de pistoleros que tratan de imponer con el lenguaje primario del western (la violencia) su sentido de las cosas.
Carpenter reformula el paisaje, acelera el pulso dramático y donde Hawks, el maestro, veía el paisaje grandioso y monumentalizado del western, él entiende un atrezzo mustio y nicotínico, la comisaria sitiada por otras hordas, pero éstas adaptadas a los tiempos y convertidas en desalmados delincuentes. También se aleja de la escritura del original cuando encierra el terror en un espacio íntimo y alimenta su crescendo con la angustia existencial (bien razonada durante todo el metraje) de unos personajes siempre al borde de la muerte.
La revisión apora el matiz que el western omite: cierto elemento fantástico o sobrenatural, la posibilidad (abierta por el universo zombie de George A. Romero) de que la escalada de violencia constatable a pie de calle provenga de la inquietante certeza de que el mundo se está desmoronando, culpable de alguna reconocible enfermedad apocalíptica. Carpenter, ya maestro, filma su asedio con sobriedad, sin demorarse en estos apuntes, convirtiendo en plausible, ameno y hasta excitante el corto argumento, su más que discreta premisa narrativa, el asalto en sí mismo. El tema, desquiciado por los ribetes fantásticos del autor, es retomado en Fantasmas de Marte.
(La cinta adquirió una justificada nombradía por la escena en la que un niña muere de un disparo cuando se acerca a un caminón repartidor de helados: brutal)
Jean-François Richet registró en 2.005 un muy decente remake de la obra de John Carpenter, con idéntico título, de la que no depende, pero al que rinde admirado tributo.
Adjunto una reseña formidable. Imprímala y lea despaciosamente.

2 comentarios:

Mycroft dijo...

Muy recomendable película, brutal, llena de tensión: Excelente la escena de la niña.
Aunque yo no calificaría de decente el remake...

Emilio Calvo de Mora dijo...

A mí me pareció un decente remake, pero hay que ver el original.
Carpenter es mucho Carpenter. La cosa, en mi adolescencia, fue la película que me hizo, por encima de muchas, amar el cine, amar el cine, amar el cine...

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