La guía de beatificaciones nacionales ha alumbrado un apéndice formidable: uno que amenaza los tomos previos en tamaño y en consideración. El libro de santos, visto sin el adorno sentimental de la fe, es la evidencia del sofoco moral que barre las tertulias radiofónicas, las columnas de prensa y las barras de bar. Abastecidos de paganismo con este gobierno de progreso y de laicismo, igual conviene este conmovedor gesto de la curia vaticana y su particular Congregación para las Causas de los Santos, indicado más para animara los fieles a la causa, cual si fuese un cruzada moderna, alentada por sms y coreado por jóvenes con polos de marca, que para compensar alguna deficiencia histórica. Así se entiende después de la polémica de este sencillo - aunque sonoro - acto íntimo, privado y exclusivamente pensado para restañar heridas de familiares asesinados en la Guerra Civil española. Eso, al menos, parecía, pero:
La ya manoseada, sublimada, ninguneda y polémica Ley de memórica histórica trae este fleco para regocijo de parroquianos y solivianto del resto. No cabe aquí deslegitimar el hecho en sí, la entronización de los fusilados por el bando republicano. Lo que no se ajusta a mis entendederas es el uso maquiavélicamente electoralista del desgravio: la toma de conciencia de una compensación usada como arma dialéctica contra quienes disienten, y aquí - si no es por una cosa es por otra disentimos todos - , contra quien se faja en la arena pública y aspira al noble ejercicio de ganar adeptos a la causa, en este caso política. Pasa con todo, desgraciadamente. Hasta estos asuntos de santos y de pecadores, de fiebre canonizadora, queda en movimiento de tablero de ajedrez, en jugada de márketing. Al final, resta esperar que la discusión política - administración territorial, paro, terrorismo, sanidad, educación, trabajo - no se rebaje a perder el tiempo (tan precioso, tan escaso) en esta historia celestial en la tierra. El Vaticano niega que exista una trastienda política en la canonización. Faltaría más. También es mentira que anden unos y otros a la greña por un cielo más ocupado. No faltó en el multitudinario acto referencias al sesgo progresista del gobierno de ZP. La homilía del cardenal portugués José Saraiva Martins incluyó un inequívoco aviso para navegantes; Saraiva llamó a la defensa "de la familia fundada en la unión matrimonial, una e indisoluble entre un hombre y una mujer y al derecho y deber primario de los padres en lo que se refiere a la educación de sus hijos". En una misma tacada matrimonio entre homosexuales y Educación para la Ciudadanía. Hasta los familiares de los beatificados protestaron (airadamente) por este uso parcial de la convocatoria. Moratinos y Vázquez (el segundo con quizá alguna justificación mayor) asistieron a la ceremonia. "Un circo", dijeron algunos. Una pena, añado yo. Y los que no están, los muertos, no chistan, no ponen paz, no salen para apaciguar a todos estos exaltados de pensamiento, palabra y obra.
1 comentario:
De nuevo se simplifica la realidad en falsos dualismos: "ellos" contra "nosotros".
Se sulen justificar los crimenes de A contra B, denunciando: Pero si C también cometió crímenes contra D.
¿Que culpa tendrá B de los crímenes de C?
Y en las radios populistas se está limpiando la memoria de algunos, recordando los crimenes del otro "frente".
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