30.9.08

Crash


Antes el abismo era una construcción de la inteligencia a la que, por lo común, asociábamos con la miseria moral, la pobreza espiritual o la imposibilidad de conciliar el sueño por la mala conciencia. Han sido muchos años de educación sentimental y hasta en el lenguaje, en la forma de explicar las cosas, se advierten huellas de esa pedagogía católica, rancia, fascinada por el pecado y por la empresa de vender la salvación del alma, que ya estaba salvada antes de empezar la fiesta. Con estos tiempos de saqueo mediático y de relativismo (ay cómo me gusta esa palabra) el abismo es otra cosa. Hoy, por ejemplo, lo he visto nítido y pulcro en la portada de muchos periódicos. He visto la cara de Bush Jr. con la misma contundencia con la que ahora mismo veo las nubes por la ventana. El abismo, entiéndase esto bien, ha dejado de ser un lugar de castigo, una figura retórica de la culpa y de la redención, para convertirse en una pantalla de ordenador que registra los vaivenes homicidas de la bolsa.
El abismo se explora con los ojos cerrados, escribí este verano en este mismo blog. Si los abres, el vértigo te aturde. Pero a lo mejor hace falta que el vértigo te aturda y comprendamos que estamos jodidos. La jodienda es antigua, se puede datar contemplando las muecas de asco que hace, pero ha llegado peleona y no hay mañana en la que un informativo radiofónico (que escucho mientras me afeito, aseo, visto, desayuno) no vocingle el despido de unos cientos de obreros de alguna factoría de coches o de alguna empresa del ladrillo. El abismo, en este septiembre moribundo, es la tarde fingida frente al televisor mientras los astronautas chinos se emparejan con los dioses a base de piruetas a lo Circo del Sol a cientos de kilómetros del triste suelo. El abismo, el abismo que hoy he visto en la espalda de Bush Jr. recorriendo el jardín de palacio a las siete de la mañana con objeto (parece ser) de contarle al pueblo americano la naturaleza del caos, el aspecto del abismo. No he visto su intervención, pero la imagino, oigo el texto litúrgico, la cadencia semántica escrita por otros. Aquí Solbes capea el tsunami como puede. El caso es que le asista la razón cuando pregona que nuestros ahorros están a salvo. Eso quien tenga ahorros, Don Pedro. A lo visto, a lo oído, llegan tiempos de estrecheces. El abismo se extiende como una lengua de miedo, pero no hay que tener fe. Lo habrá dicho Don Jorge. No hace falta oirlo para saberlo. La política (el gobierno racional de la plata) está comiéndose (despacio, pero a conciencia) al imperio de la religión. Eso está pasando. Nos amedrantan con el apocalipsis bursátil. Nos inducen a pensar que si nos excedemos en el consumo y no miramos con temor el futuro la bestia políglota de la pobreza entrará por nuestra puerta y se adueñará del mando a distancia de la televisión. Nos piden que seamos estrictos, severos, disciplinados, feligreses razonables, pero llevamos toda la vida en el despilfarro y ahí creció nuestra visión del mundo: en el maná del mercado, en la imprevisión infinita, en el cargo a cuenta de todas las facturas del alma. Y cuando vence el mes y llega el apunte en el extracto de la cuenta nos abrazamos (impotentes) y rezamos (oh Dios, qué me has hecho) por ver si existen los milagros y nuestra semántica diminuta puede convencerlos de que acudan.

5 comentarios:

Jefe Dreyfus dijo...

cuanto antes empezemos a aceptarlo mucho mejor: es el fin del mundo!!

Emilio Calvo de Mora dijo...

¿Hacemos un blog apocalíptico a medias? A tu disposición. Saludos.

Anónimo dijo...

"... la bestia políglota de la pobreza...." Sí que es verdad que la miseria habla todos los idiomas. No tienes nada más que pasear por donde vivas y ver el mundo en su sencillez, en su desnuda humanidad. Pobres de todas las etnias, parias juntos!!!!!!Me gustó lo de la bestia políglota. Muy bien el comentario, muy bien dev erdad.

Isabel Huete dijo...

La religión no nos convence, la política tampoco, nuestra vida se arrastra entre la incertidumbre y la miseria moral... Pero nos hemos dejado dominar, nos dejamos, por el nuevo Olimpo ocupado por los ¿nuevos? dioses: el dinero y la tecnología que nos dan de mamar, que nos alimentan el bolsillo y el oído. La vida ya sólo es un iPod, y el que no lo tenga es un pringao.
Nos lo hemos buscado, y ahora a ver quién es el guapo que lo soluciona.
Besotes.

Emilio Calvo de Mora dijo...

La bola de nieve se ha puesto grande, Isabel. Y la pendiente está demasiado pronunciada. Y estamos todos dentro. Dando vueltas. Tan a gusto. Mientras no reviente la pelota...

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