A la ficción no le incumbe la realidad. Vendrían a ser las dos caras de una moneda. Una va a la espalda o por debajo de la otra, pero sin que exista amenaza de que se conozcan. Esto sabemos que es así, aunque hay evidencias de la realidad que permiten albergar dudas más que razonables. O incluso: hay evidencias de la ficción que las alojan con idéntica eficacia. Ya no tenemos nada claro. Parece que la ficción se está amotinando y que esa sublevación invisible conquista parcelas de lo real que antes ni conocía. Los sentidos ya no están capacitados para confirmar el inventario sensible. Los pájaros. La lluvia. Los olores. Las manzanes. El frío. Es como si una grieta repentina en la superficie de la moneda nos invitase al otra lado y allí descubriésemos, entre la fascinación y la perplejidad, que se vive mejor. De hecho yo conozco gente que nunca ha salido de la ficción y viven en un mundo enteramente fabulado. No están al día en el precio de la leche ni se inmutan porque un tarado revienta la cabeza de su ex-mujer a capricho. Carecen de la sensibilidad que permite enmudecer de júbilo o morirnos de amor. Son personas que creen estar participando en algún tipo de reality del que pueden salir cuando les plazca.
También, por otro lado, hay gente que jamás ha puesto un pie en la ficción. Incluso que desconoce por completo su alambicada existencia. Gente que no ha leído un libro en su vida o que se hospeda en la rutina para dar la espalda sistemáticamente a los placeres no previstos. La literatura viene a ser el túnel que une los dos lados. O el cine, en otra medida. La facultad del ser humano para crear abre agujeros en la moneda, fracturas en el metal que ofrecen pasillos inmensos a cuyo término existe otra vida. Pero ayer, viendo las noticias en la televisión, comprendí que cada día estamos más en el lado de la ficción. Y como la ficción, por naturaleza, propende al engaño pues no nos creemos que ETA haya quitado otra vida. Oímos que ha muerto un guardia civil y pasamos página en ese hipotético libro que es la vida leída desde el lado de abajo de la moneda. No nos afecta esa muerte o nos afecta muy escoradamente. La creemos, muy en el fondo, material narrativo, un avatar más de la trama, una parte necesaria para la construcción clásica del argumento.
Y detrás del pobre muerto habrá un descarrilamiento, una inundación, un seísmo, un tsunami o navajazos en el metro (más domésticamente) que tan sólo punzarán de forma leve nuestra capacidad de asombro, tan tarada por la costumbre. En la ficción, en esa territorio almohadillado, aséptico, la violencia o el terror o la vileza no traspasa el blindaje con el que podemos frenar la avalancha de verdad que siempre se nos viene encima. No es verdad ETA ni la letanía de mujeres que mueren a manos de quienes las amaron. Se vive más feliz en la mentira. La verdad no se soporta sin que algo precioso e íntimo se pierda al contemplarla. Por eso triunfan los videojuegos. Por eso vivimos dentro de una idílica pantalla de plasma.
7 comentarios:
Me recuerdas a Millás. No creas que te estoy criticando, no, que va. Me parece que escribes más que bien y que tratas los temas con finura, con estilo, buscando siempre el lado de abajo, como el de la moneda del que hablas en tu post. Salud...
duele el alma y sin embargo la seguimos mutilando con mentiras
Millás, qué altura, qué precipio...
El anónimo es un comentario de los que me gustan, pero no sé quién eres, por si te dejas caer otro día. Gracias por entrar a ambos.
Millás, qué altura, qué precipio...
El anónimo es un comentario de los que me gustan, pero no sé quién eres, por si te dejas caer otro día. Gracias por entrar a ambos.
La culpa de esa insensibilidad la tiene la mentira de las televisiones, que crean unailusión sobre lo que pasa siempre al hilo de sus ingresos. Entonces no nos afecta nada, Emilio, de lo que pasa en el mundo. De acuerdo. Nos afecta poco. Detrás "del pobre muerto" de ETA como escribes habrá más por desgracia y el plasma, que es como el oráculo de Delfos, pero en moderno, en caro, seguirá a lo suyo.... ¿a lo nuestro?
No puedo estar más de acuerdo contigo, Emilio. Lo he escrito y gritado un millón de veces, o dos, pero es como la voz que clama en el desierto. El poder de la ficción es demasiado grande, y vivir en la mentira demasiado cómodo.
Pero seguiré gritando, aunque sólo sea para no sentirme derrotada.
Un besote.
No lo estás. El grito es un mecanismo de defensa. Libera. Quema toxinas. ACelera el pulso. Nos hace vivos. Sigue gritando, isabel. En el desierto. En el blog. En la calle. En tu trabajo. En un sueño.
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