Se han precisado espejos,
blondas de seda,
puentes sobre ríos ancestrales,
poemas de Kavafis,
solos de Chet Baker,
proscenios, báculos,
altas noches con sus largos días,
espadas en Escandinavia,
tigres en Sumatra,
naufragios en el proceloso mar,
islas en el Egeo
y un ruido de algas en un mapa muy
viejo
para que mi amor te encontrara
y tu pelo viajara por mis dedos en
las noches.
Yo he llegado aquí
tras dar de beber mi corazón a los
pájaros.
Mi sangre ha sido instruida en el
desorden.
Mis ojos han visto las lagunas
estigias.
Mi boca ha pronunciado todos los
verbos.
He sido temblor,
he sido piedra,
he sido tercamente el que en la
noche
vigila la inminencia de la luz,
el que ocupa la dulce majestad de
la flecha
que atraviesa la piel del aire
y escribe sobre la confirmación de
la herida.
Todo este dispendio de palabras
debe acercar tu mano a la mía.
Esa es la humilde vocación del
poema.
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