Contemplada bajo una mirada estrictamente comercial, Chantaje es una obra maestra: maneja los patrones del thriller de suspense, a la manera en que Hitchcock lo moldeó, con fluidez y hasta inserta una cierta inquietud que obliga a que el espectador se involucre en la trama y esté más atento a la resolución de los pequeños enigmas y trampas que plantea que al propio estilo cinematográfico y, sobre todo, a cómo está resuelta. Porque Chantaje, a pesar de que puede dejarse ver sin bostezos ni causa rubor al más acendrado de los críticos, es una chapuza enorme: un espectáculo de una vacuidad golosa, pero vacuidad al cabo. Se le puede incluso imputar el delito de ser amena ya que ese juego entre víctima y verdugo que dura más de lo que debe entretiene y plantea interrogantes muy interesantes sobre la naturaleza del ser humano, y en ese aspecto, en la descripción de los modos en que el hombre actúa y las maneras en que busca de continuo su beneficio, el thriller se desenvuelve a la perfección.
Las excesivas vueltas de tuerca a las que se somete al sencillo guión no contribuyen a que la propuesta exija una atención abusiva: basta con que no perdamos detalle y entonces es cuando damos con la abrupta verdad antes de que ésta (cómplice, íntima) acuda. Esa facilidad para adelantar escenarios y prefigurar comportamientos no dice (la verdad) mucho acerca del guionista: en principio, yo no escribo guiones y no conozco los mecanismos sobre los que éstos se asientan así que mal asunto es que yo, un espectador trivial, prevea tanto, sepa tanto, me adelante tanto. ¿Será (supongo, insisto) que yo no soy un espectador trivial o será que el guionista es un cuentacuentos amateur, un aficionado al que han dado demasiada responsabilidad y se ha visto acorralado por el casting (nada malo, por cierto) y el holgado (suponemos) presupuesto?. Sin embargo, en su defensa, Chantaje no irrita, no incumple la regla número uno de Howard Hawks, que era no aburrir. Eso en estos tiempos de bodrios sincopados y frenéticos ejercicios de cine pretendidamente serio ya es mucho. En lo demás, un préstamos chapucero de decenas de films cortados por la misma tijera: una comercial, bonita incluso, siempre lista para copiar y pegar.
Contemplada bajo una mirada cinéfila, Chantaje es una de las más asépticas, tramposas y arteras películas que un buen degustador de fotogramas puede ver. No crean que exagero: tal vez incluso temo quedarme corto.
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