18.5.24

Un amor forense

 Una novia que tuve solo leía prospectos de medicamentos. Cortamos cuando enfermó. Me escribió cartas hasta que murió. Ahora salgo con una chica empleada en un tanatorio. La asisto en su oficio con perplejo desparpajo. He dado con mi vocación. Estudio tanatología en una universidad a distancia. Mi ambición es  la excelencia mortuoria. El nuestro es un amor forense. 

17.5.24

Tentativas espirituales de un árbol

 


Tentativas espirituales de un árbol 


“Quien se ha encontrado a sí mismo ya no puede perder nada.”


La verdad nunca es vana. Aforismos

Stefan Zweig


A un árbol le convino prescindir de la tierra. 

Se quiso ver izado en íntimo ayuntamiento con el algodón del aire, flipar en la comisión de las nubes, convidarse de viento. El árbol se ha declarado pájaro. Ya no son de barro sus palabras. Festejado el vuelo, el árbol de pronto declina perseverar en todas esas maniobras aéreas y urde un descenso alocado al azul sin brújula del agua. Esa indagación acuática lo abate en una tristeza líquida de la que se zafa al comprender la verdad pedestre y glauca. Envalentonado, se decide a brincar por el campo. Las distancias son alicientes para su improvisada y feliz disposición locomotora. No contento con la adquisición del desplazamiento, se detiene. Su corazón se desquicia al no dar con una residencia fiable. Finalmente, cansado, contrariado por el trasiego, echa raíces. 


No hay árbol que no haya sentido la llamada del aire, ninguno que no anhele el tumulto del agua. Si se acerca el oído al tronco, podemos apreciar su mansa obediencia a la tierra. Late como un corazón que ya se ha encontrado a sí mismo y no tiene nada que perder. Un árbol muerto es el vértigo roto del aire. Ni la lentitud lo abraza. Su raíz es una plegaria ensimismada, una catedral de rizoma y frio. Un árbol muerto es la constatación de una homilía sorda. De invisible que se hace, podemos escuchar su piel. Quien desatiende la visión de un árbol ciega el latido de su sangre.

16.5.24

La idea de un cisne

 Vi un cisne en el estanque de la Casa de Cristal del Retiro tan a lo suyo, tan cabal y perfecto, con esa claridad sublime de lo inefable, que pensé en no atribuirle la sustancia del cisne, la propia y convertida en su porte y en su antigua prestancia, ni aceptar que el cisne fuese algo que se pudiese nombrar y hacerlo ingresar en la rueda de las palabras y en el vértigo de la memoria. Le sustraje su naturaleza más íntima. Le impuse al cisne una categoría mayor, eterna, ajena al tráfago de las cosas, de la que ni siquiera yo tendría intendencia y que acabaría desvanecida, ocupada en algo superior y de arduo manejo: la belleza. Fluía entonces, pues era fluir su tangible desempeño, para que yo ahora inexplicablemente escriba esto. 



15.5.24

Bodegón


En responderse cómo se muda la edad,

tarda uno un tiempo formidable

que bien valdría emplear en propósitos

de mayor hondura y de más noble fin.

Domeñar oleajes, varear el aire,

declamar sonetos, inventariar los vicios del alma,

pintar un friso de ciclámenes y jacintos,

vivir sin pesares ni presagios una vida de fábulas y oro,

urdir pequeños prodigios que alivien la dureza de la travesía,

asumir el fardo torpe del cuerpo,

escribir a la caída de la tarde un panegírico

alegre y frívolo que desoiga la crudeza del empeño.

Así afanar al pecho la dicha del loco corazón en su tumulto de sangre.

Así convocar el numen de lo etéreo

mientras el vértigo y la fiebre coronan un risco

y anhelan agonizar en mi carne. 

 


14.5.24

Jazz, cerveza, aforismos


 Si se me hace pensar en si soy más de cerveza o de jazz, determinado a elegir, conminado a decantarme, respondería con esta fotografía que me hizo Araceli Antrás en el día en que presenté en sociedad, en la semana del Jazz de Lucena, un librito mío al que tengo un cariño especial: Un poco de swing, por favor (Aforismos sobre el jazz), delicadamente publicado por Cypress en 2020. La posibilidad de envalentonarse uno y escribir un libro de aforismos sobre la cerveza me ha entusiasmado la mañana. Creo que todo es aforismable, permítanme la acuñación verbal. En realidad, la literatura lo abarca todo y se deja cortejar por cualquier manifestación sensible. Basta encomendarse al arrullo dulce del numen. Anda por ahí siempre. 


Un amor forense

 Una novia que tuve solo leía prospectos de medicamentos. Cortamos cuando enfermó. Me escribió cartas hasta que murió. Ahora salgo con una c...