tag:blogger.com,1999:blog-324208242024-03-19T09:47:07.438+01:00 . Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.comBlogger4200125tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-28042040587537056222024-03-18T07:46:00.002+01:002024-03-18T07:46:21.841+01:00Pintar las ideas, soñar el humo<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwIMh15bObml3cTSbkrqsKSzTS2kziUQeSbkCzxDvyjWXOzRrlc6ZNY4rmFK0vj_54knCG6rwROVe8hkJKVvTFVuNvM06kxqrgXQlMx04gHwCeROUQwqE9U1YHkFELjZ66uaUU4hHUQFN1utsBpSqSznq9Bj_iDvzLH5UeWcO7nsnBddPtLO6f/s2500/WjY6PO7Y.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1859" data-original-width="2500" height="476" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwIMh15bObml3cTSbkrqsKSzTS2kziUQeSbkCzxDvyjWXOzRrlc6ZNY4rmFK0vj_54knCG6rwROVe8hkJKVvTFVuNvM06kxqrgXQlMx04gHwCeROUQwqE9U1YHkFELjZ66uaUU4hHUQFN1utsBpSqSznq9Bj_iDvzLH5UeWcO7nsnBddPtLO6f/w640-h476/WjY6PO7Y.webp" width="640" /></a></div><br /><p></p><p><br /></p><p>Soñé anoche con la cabeza calva de Foucault elevándose entre las otras cabezas en una muchedumbre a las puertas de una especie de estadio o de templo del tamaño del universo. El gentío no ocupaba en mi sueño una superficie a tener en cuenta. Los sueños tienen una topografía, un territorio estimable. Foucault gritaba "El hombre ha muerto, el hombre ha muerto". Nadie le hacía caso, debo decir. Ni yo mismo. A saber dónde estaría yo en el sueño. No hay un lugar en el que poder estar en los sueños. Suceden con la distancia de las cosas ajenas. Tal vez por eso podemos descarriar la mesura y convertirnos en el cafre que siempre echamos de menos o en el atrevido que por fin pone la mano en el muslo de la persona a la que ama o, con menor arrullo romántico, la que ha enfebrecido su pacata disposición natural al cortejo. No volví a ver la cabeza calva de Foucault ni escuché que vocinglara eslóganes posmodernos. Hacia la mitad del sueño, recuerdo a mi madre pedirme que no volviera tarde. Esta mañana he buscado entre las baldas algún libro de Foucault. Como no es lectura recurrente, tardé en dar con él. Lo he devuelto con resuelto entusiasmo. Ojeado, me ha parecido inabordable. No sé las razones por las que el deseo hizo que lo comprara. Se tiene de lo que uno hace la idea de que algún motivo alentaría su acometimiento, pero no he entendido el de ese libro (Esto no es una pipa, Anagrama). Estas cavilaciones me han acompañado parte de la mañana. Hacía las cosas propias de la casa y la cabeza calva de Foucault me perseguía como si estuviera a punto de embestirme. "El hombre ha muerto, el hombre ha muerto". Como lo del libro de la pipa va de Magritte, que me encanta, he decidido darle esta tarde una oportunidad. Lo tengo tres baldas más abajo, en la sección de "libros que están a punto de ser leídos", digamos. Ese departamento de mi biblioteca amenaza paradójicamente con ser mayor que la biblioteca misma. Cualquier día me da por soñar con la pipa de Magritte. La calva de Foucault ha sido decididamente un fiasco de sueño. El pintor belga da más juego que el filósofo francés. Una pipa que no sea una pipa de verdad no será nunca una pipa, perdonadme la insistencia. En ese hilo de las cosas, un sueño no será un sueño. Las imágenes nos traicionan. En la representación de la realidad no se puede fumar una pipa, podríamos decir. La literatura es un artefacto mágico. Hace que no precises una pipa para que percibas la elocuencia de su humo. </p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-10765106360360173152024-03-17T10:11:00.002+01:002024-03-17T10:11:25.644+01:00Soliloquio del dormido <p> <span style="text-align: justify;">una hemorragia cándida y dulce vacía mi cuerpo, </span><span style="text-align: justify;">desaloja primero la voz, </span><span style="text-align: justify;">luego me arresta en el hueco del sueño, </span><span style="text-align: justify;">ahí hago sutiles navegaciones elementales, </span><span style="text-align: justify;">cubro distancias de azúcar, paisajes de plástico, </span><span style="text-align: justify;">extensiones que a mi paso se ondulan y arquean, </span><span style="text-align: justify;">se pierden y súbitamente ocupan el entero paisaje sobrevenido</span><span style="text-align: justify;">, turgentes, plenas, respirando </span><span style="text-align: justify;">con un pulmón de dios, con un pulmón secreto, </span><span style="text-align: justify;">el aire sublime de toda esta pereza increíble, </span><span style="text-align: justify;">no obstante agoniza, enmudecida </span><span style="text-align: justify;">por el vértigo de los días, </span><span style="text-align: justify;">la inspiración, el sueño es un bosquejo rudimentario de otro sueño, la palabra es un palimpsesto de otra palabra, la luz es el eco de otra luz, la soledad salda cuentas atrasadas con el poeta a solas con su palabra, el poeta </span><span style="text-align: justify;">no tiene otra cosa que palabra, </span><span style="text-align: justify;">la palabra escoltando palabras, </span><span style="text-align: justify;">una ruta que casi nunca da en el blanco de la idea, </span><span style="text-align: justify;">pero la merodea, la asedia, la incomoda en lo que puede, la noche con alas </span><span style="text-align: justify;">como un arco tensado sin júbilo ni excesos </span><span style="text-align: justify;">galopa furiosa la espalda, furiosa, encabritada y libre, </span><span style="text-align: justify;">cercada por el aire, libando la piel, </span><span style="text-align: justify;">hurgando adentro, buscando el alma </span><span style="text-align: justify;">en la carne expuesta, abrevando </span><span style="text-align: justify;">la voz en la superficie perfecta de un gemido</span></p><div><br /></div>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-73170088695061063542024-03-16T21:27:00.002+01:002024-03-16T21:27:18.453+01:003 maniobras de meditación <p><br /></p>el tren medita perderse en la distancia <div><br /></div><div>*<br /><br />al alma la astilla el tiempo o su eco, la voz es una estría, la piel es una sílaba suelta</div><div><br /></div><div>*<br /><br />uno se va muriendo sin darse cuenta, uno se va yendo sin aviso, uno deja de ser uno y pasa a ser una breve sustancia, olvido, la tímida evidencia de un gesto, uno se queda al final en gestos, en la noticia de que en ellos es en donde realmente estábamos</div>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-89227254686589082432024-03-15T07:42:00.005+01:002024-03-15T07:55:03.572+01:00La piel <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMtJACT8-LplchAeGJxUslk-XUz-lcLaOXSJMJ6lCBiNXYpxA9Le0G2xUJLBWHL3sHqHu6R1OrlJkKAz4Vw5jTTDjkJkEkuqLMA-PYaOqCwaaKcsJ7sM7JU3xc6P_yTjGSJOKutLcdsc-lWlyPvNuhsjZ371iJaFlyGeHCpFVTvUKtpT50PZEF/s916/IMG_2373.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="916" data-original-width="916" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMtJACT8-LplchAeGJxUslk-XUz-lcLaOXSJMJ6lCBiNXYpxA9Le0G2xUJLBWHL3sHqHu6R1OrlJkKAz4Vw5jTTDjkJkEkuqLMA-PYaOqCwaaKcsJ7sM7JU3xc6P_yTjGSJOKutLcdsc-lWlyPvNuhsjZ371iJaFlyGeHCpFVTvUKtpT50PZEF/w400-h400/IMG_2373.jpeg" width="400" /></a></div><br /> La piel es una novela. Se lee sin que las palabras la cuenten. A veces parece rusa del diecinueve, uno de esos mamotretos de peso enfermizo y largos pasajes dramáticos. Se ven el rigor y la intemperie cruda cuarteándola. Si llegamos a viejos, se apreciará el frío y la niebla. Si no, por el esplendor de pronto truncado, parecerá una de aventuras, un volumen de huidiza ligereza que se despachan con brioso ánimo, sin que cale ni conmueva. El tiempo manuscribe sus renglones con azaroso y voluble empeño. Es de nosotros de quien narra. Es nuestra la trama hasta que con su finiquito es de otros el recado de que no se olvide. <p></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-20674052210439865762024-03-13T17:45:00.000+01:002024-03-13T17:45:03.149+01:00Elogio de la desviación <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">
Se tiene una idea confusa de la creatividad, se cree que es un añadido a la realidad o una herramienta que la expurga o la acicala, cuando es su esencia. A decir de los científicos, hubo un momento en que la naturaleza se inclinó al orden, debiendo haber sido más sencillo elegir el caos. Hay un patrón secreto, una manera predecible de entender la realidad, pero el placer está en el reverso de ese patrón, en lo que esa pauta dejó de lado, todo cuanto no quiso que fuese suyo y fluyese sin gobierno, a consideración de quien lo apreciara. En la vida, pasa tres cuartos de lo mismo. Uno cree que lo importante es cumplir lo que se espera, obedecer y firmar en un registro, para que nada se descarríe ni se aparte de la norma. Uno contribuye en lo que puede al ajuste de todas las piezas y se procura entenderlas, pero tiene algo de hermoso el caos. Está ahí toda la belleza, disimulada, consciente de que el que la busque debe esperar el concurso del azar. La belleza irrumpe caprichosamente. Puede imponerse un aprendizaje, pero se accede a ella al antojo de la fortuna, guiado por su voluble dedo. Crear es siempre una desviación. Todo lo que amamos es un apartarse lírico, un vuelo ciego, un andar sin porqué.</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br /></div>
Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-81628210990059921032024-03-13T08:12:00.002+01:002024-03-13T08:12:27.087+01:00Elogio del ir<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtSaObOnZdhXO8F01a7mFxorwDlmIN-UM8kOZEJm6yQUQLJNBasEiVBGApozqQRZUXIKzfxKbmV2i7K7EAe-U3WRrt1yM3r_gZo-4zjif9FVUB6JE8wgPOLCHfAZRAHibURfGGe-DkXwTD7mc8OuYI4UmQ-aW0pH898TI2l-74qA6WmR_Wa7y_/s1242/IMG_2386.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="922" data-original-width="1242" height="297" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtSaObOnZdhXO8F01a7mFxorwDlmIN-UM8kOZEJm6yQUQLJNBasEiVBGApozqQRZUXIKzfxKbmV2i7K7EAe-U3WRrt1yM3r_gZo-4zjif9FVUB6JE8wgPOLCHfAZRAHibURfGGe-DkXwTD7mc8OuYI4UmQ-aW0pH898TI2l-74qA6WmR_Wa7y_/w400-h297/IMG_2386.jpeg" width="400" /></a></div><br /> <p></p><p><br /></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">Lo importante es ir. No son asuntos a considerar las alternativas de las que se disponga para alcanzar la meta. De hecho, en ocasiones no importa la meta, la conclusión, la seguridad de que se ha realizado el trayecto y se está en donde se pretendía. Lo que perdemos por esa reducción argumental es el camino. Lo han dicho los poetas. Se me ocurre Machado (</span><span class="s2" style="font-family: UICTFontTextStyleItalicBody; font-style: italic;">caminante, no hay camino</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">) y Kavafis </span><span class="s2" style="font-family: UICTFontTextStyleItalicBody; font-style: italic;">(pide que el camino sea larg</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">o) No se disfruta el final, no hay disfrute absoluto al concluir si antes no se ha tenido la precaución de imaginar que no hay final que llene completamente. Perdemos esa voluntad siempre, la de apreciar la travesía. La educación que hemos recibido prioriza el resultado, no las operaciones que obran su existencia. Deberíamos cambiar el plan: hacer que el final no entusiasme tanto, desmontar el romanticismo del desenlace, hacer que cada pequeño fragmento de la historia que contamos valga como la historia completa. No sé si esa literatura triunfará. El cuento no tiene que acabar. No se tiene que ejecutar la venganza, no se deben cerrar las heridas, no se precisa el sacrificio para que el amor triunfe, todo en ese plan académico, puro, limpio. Los sueños son la verdadera literatura. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"><br /></span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">Lo importante es soñar. No lo que los sueños cuentan, sino lo que prometen, ese limbo impreciso, ese delirio narrativo. Bien pensado, no cuenta nada. Sólo esbozan, tan sólo preguntan. No hay respuestas. Está el mundo tan mal porque todo gira alrededor de las respuestas. No nos hace falta saber el porqué del hipopótamo tirando del carruaje. Ni las razones del que lleva la brida y lo jalea. Ni la velocidad importa. Ni el destino. La cosa es ir. Lo importante es el desplazamiento. Esa necesidad de un destino ha malogrado la felicidad del género humano. Hay que cambiar el caballo por el hipopótamo. Lo de la estética es asunto menor, acaba uno acostumbrándose. Las imágenes poco a poco se ajustan al ojo. La memoria consiente estos dislates, los acuna, les da casa fiable, no permite que se emborronen. Al abrir el día hay que echarse a andar, fijar un destino, aunque el camino aplace la llegada o ni siquiera la permita. Los caminos tienen voluntad propia. A poco que lo piensa uno, admite sin titubeos esa intendencia suya. </span></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-40869322064693317272024-03-12T08:16:00.003+01:002024-03-12T19:32:06.596+01:00Elogio del ojo (y no sólo)<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXLYamluYcuI_ljv4TYrhH5D1JOlULshCQKRU7yeq5R3X78KRAqQ5daId3uyWzvjw0R_mWe4vkIyowfuqVc-aDylvMxtFkabOG9BsCJCx2jOicduaMgJI3ntO6n1HO1BfkjCSid7Ba27bQlmYA_G_OiBVFhVwW-SX_AhXCVR5gtOjBQ3lOvrhs/s1250/IMG_5667.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1250" data-original-width="961" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXLYamluYcuI_ljv4TYrhH5D1JOlULshCQKRU7yeq5R3X78KRAqQ5daId3uyWzvjw0R_mWe4vkIyowfuqVc-aDylvMxtFkabOG9BsCJCx2jOicduaMgJI3ntO6n1HO1BfkjCSid7Ba27bQlmYA_G_OiBVFhVwW-SX_AhXCVR5gtOjBQ3lOvrhs/s320/IMG_5667.jpeg" width="246" /></a></div><div><br /></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjPIMJ2Q4U4MDfrCt9Q-uPMbhyphenhyphenXYXW2dpCTIjsM3_-hhEP89SgkQrT2Dr58aDXPqvfmcNFromI8FvsQsJqr8P3Nb-J0Pxl3jOIIGGxMk7t-oBpZLjFhGnVzTsTfaFHv6H7sE6qCmQ9PiT7X_Sq7e-G8fynUTCjesOdh47DGiY2u9aTEubCfn3Q/s1000/719PuBSIbqL._AC_UF894,1000_QL80_.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="803" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjPIMJ2Q4U4MDfrCt9Q-uPMbhyphenhyphenXYXW2dpCTIjsM3_-hhEP89SgkQrT2Dr58aDXPqvfmcNFromI8FvsQsJqr8P3Nb-J0Pxl3jOIIGGxMk7t-oBpZLjFhGnVzTsTfaFHv6H7sE6qCmQ9PiT7X_Sq7e-G8fynUTCjesOdh47DGiY2u9aTEubCfn3Q/s320/719PuBSIbqL._AC_UF894,1000_QL80_.jpg" width="257" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiV84jH6E6u-Tye-Pmsk4TJin8c2p8Mrm_CSZWihEmF2ohqgpE-x9m9chhLRffNWD_j7rUyqai_232LjBrponvPpTUlh6oXSVmM74pSpE5VGyHEgJrmqsDIlNh6mc_cCnNR0vi58Rr5tVh7murpaJdrHvjabIXBiBJI1mR_wPEhqt0lWyUqasnJ/s1000/flat,750x,075,f-pad,750x1000,f8f8f8.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="750" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiV84jH6E6u-Tye-Pmsk4TJin8c2p8Mrm_CSZWihEmF2ohqgpE-x9m9chhLRffNWD_j7rUyqai_232LjBrponvPpTUlh6oXSVmM74pSpE5VGyHEgJrmqsDIlNh6mc_cCnNR0vi58Rr5tVh7murpaJdrHvjabIXBiBJI1mR_wPEhqt0lWyUqasnJ/s320/flat,750x,075,f-pad,750x1000,f8f8f8.jpg" width="240" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifgNDSlBtMgOZdrj0nfKVlgMB9hIGJSsruj0nJhfvUv-cRjZydE7wg6HOlzH2sS7MrNLJxV9XOqwXKhr_lIiEQQL2OYcZ3IALUSbnNmqSnQWhueq98uHa_ugkmXWW40ZO_oeDeIaFvVBgqc0ezAF-lW63bew2HY8K3llZPsKzYmAxjiALK_R8F/s500/loren-HFEH_o_tn.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="398" data-original-width="500" height="255" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifgNDSlBtMgOZdrj0nfKVlgMB9hIGJSsruj0nJhfvUv-cRjZydE7wg6HOlzH2sS7MrNLJxV9XOqwXKhr_lIiEQQL2OYcZ3IALUSbnNmqSnQWhueq98uHa_ugkmXWW40ZO_oeDeIaFvVBgqc0ezAF-lW63bew2HY8K3llZPsKzYmAxjiALK_R8F/s320/loren-HFEH_o_tn.jpg" width="320" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfd9c_lrfK2lmY0wIPVIvYNpmqrCXufxvhslTJvD2KRKm45uYNbKOe9i-gB9m5EoQOs0IsvDSB3DMSQ61Ju78Fob4oFpyZaCW-IvbAqb7DwUnwrUzmjYv8zfSfnObgvnLib5Kn7zCX-s7qe7o0BrlEAmLPIaa7HxyLn96YfNUi-BbfbnuI38Qw/s2597/loren-mansfield-1509029689.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2435" data-original-width="2597" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfd9c_lrfK2lmY0wIPVIvYNpmqrCXufxvhslTJvD2KRKm45uYNbKOe9i-gB9m5EoQOs0IsvDSB3DMSQ61Ju78Fob4oFpyZaCW-IvbAqb7DwUnwrUzmjYv8zfSfnObgvnLib5Kn7zCX-s7qe7o0BrlEAmLPIaa7HxyLn96YfNUi-BbfbnuI38Qw/s320/loren-mansfield-1509029689.jpg" width="320" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyhX7vVWUibvD6syeh33q949jJdiU5MNPufynOJN8WVAb1dS1GIhMpt7hrKd1e-vrdfAP4Y-WFvZLyouujXyW3BUtePEazfQjOVViDRj4FhFPHgTZ6GLmsdeSft_7JNuldrCxRHrCxorJPbfF20WQAgp5Loasd7BwS5qL-RXkI9xC6THZrXP90/s1600/Sophia-Loren-Jayne-Mansfield%20(11).jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="1038" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyhX7vVWUibvD6syeh33q949jJdiU5MNPufynOJN8WVAb1dS1GIhMpt7hrKd1e-vrdfAP4Y-WFvZLyouujXyW3BUtePEazfQjOVViDRj4FhFPHgTZ6GLmsdeSft_7JNuldrCxRHrCxorJPbfF20WQAgp5Loasd7BwS5qL-RXkI9xC6THZrXP90/s320/Sophia-Loren-Jayne-Mansfield%20(11).jpg" width="208" /></a></div><br /><div><br /></div><div><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">El ojo va a lo suyo, no se permite la renuncia a recrearse. Si se le hiere, se retrae, se comide. Hay cosas de las que prefiere apartarse, no darse por aludido. En otras, sin embargo, carece de pudor, se pavonea en el acto de mirar. No tiene otro cometido su concurso en el mundo. Tiene vida propia el ojo. Sabe bien su oficio. Invariablemente es cómplice de lo que no se ajusta al canon. Todo exceso apareja un desquicio sensible. A veces repara en lo minucioso y lo escudriña con vocación quirúrgica. También en lo que apabulla, en lo catedralicio. Su táctica no existe, carece de una normativa óptica. A todo le hace aprecio, aunque luego pueda rehusar la visión o regocijarse en ella. Las dos opciones son válidas. El hecho fundamental es procurarse distracciones. El sueño es una clausura. Él es de vigilia jubilosa. Puede contrariarse o sublimarse. Puede dar a un objeto en apariencia intrascendente la más digna de las atenciones. Puede eternizarse en una puesta de sol o en un escote de mujer en una fiesta. El </span><span style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">resto del mundo (incluyendo copas de martini, canapés de caviar y tal vez el secreto de la eterna juventud) desaparece. Qué pensará la cabeza, tan dedicada a traducir el idioma de la luz. La de Sofía Loren está aturdida. Ella mira la rotunda verdad de la carne ajena. Y no sabremos nunca qué conclusiones sacó de la experiencia visual. De Jayne Mansfield, corta en dramaturgias, podremos asegurar sin margen de error que fue espléndida en orondeces. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><br /></p></div><div><span class="s2" style="font-family: UICTFontTextStyleEmphasizedBody; font-weight: bold;"><br /></span></div>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-19938990398896658542024-03-11T08:01:00.003+01:002024-03-11T08:01:29.555+01:00Propósito<p><br /></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">Ser desocupadamente el claro vigía </span></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">que registra el rumor leve de las cosas </span></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">más pequeñas y no percibe la dura </span></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">comisión de las más terribles, </span></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">tan sólo saber </span>oír a la hormiga </p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;">arrastrar una hoja y no sentir la tormenta </p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;">cuando arriba con escándalo arrecia. </p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">Así trasegar con lo oscuro hasta que lo oscuro </span></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">prende su entero paisaje en el avisado ojo. </span></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;">Así vivir con la inacabable inminencia del milagro </p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;">antiguo de la sangre desbocada en el cuerpo</p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;">y la urgencia del amor en el alma. </p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-14311108563994113202024-03-10T10:31:00.005+01:002024-03-10T10:31:38.447+01:00Escribir es un acto divino <p><br /></p><p><br /></p><p>Tenía un cuadernito rojo de anillas en pasta dura con el que salía a diario. Lo compré con el propósito de escribir en los bares, que eran en esa época una residencia habitual y un rico escenario de ideas. Al rojo, que perdí, le siguieron algunos más. Ese transporte íntimo duró años. Más tarde, tal vez equivocadamente, fue reemplazado por una aplicación del móvil. Había días en que escribía frases sueltas, ocurrencias sobrevenidas sin que supiera qué hacer con ellas o dónde ubicarlas. Anotaba versos que darían poemas. A veces, las menos, poemas enteros. Hubo días febriles y también estériles. Los febriles ocupaban una parte del tiempo en el que paseaba (los filósofos peripatéticos se inspiraban al andar) o hacía cola en la charcutería o escuchaba la radio o tomaba café en una terraza. Al principio me cohibía sacar el cuadernito, delatar su presencia, hacer ver a los demás que una parte mía no estaba con ellos, lo cual no siempre era justificable pero tampoco algo que yo pudiera evitar, aunque aprendí a comedirme y a guardar memoria de esas pequeñas injerencias narrativas, que a veces solo eran ramalazos, notas sin cuerpo, destellos de una luz a la que todavía no había adjudicado un motivo o un cuerpo al que iluminar. El comedimiento devino orgullo. Aquí estoy, voy a escribir, este es mi cuadernito. Lo llamaba así. Los niños en la escuela nombran así a sus cuadernos de trabajo. No es nunca un cometido elevado, no tiene más utilidad que la de registrar la realidad, más valdría a veces no hacer caso, ni oír el rumor que prorrumpe a su antojadizo capricho, apartando otros rumores, pesando en una balanza secreta el invisible valor de unos y otros. No siempre se atienden los que de verdad importan, no existe una brújula, no se tiene propiedad del mapa ni instrucciones para entender sus marcas. Luego no todos los apuntes prosperan. Algunos son cancelados. Son brochazos (rudos en ocasiones) que no tienen después continuidad, pero hay otros de los que uno se siente dueño, salen sin que haya corrección, no se les asigna un cuidado mayor, aparecen con esa voluntad torrencial de quien, en parte, es mero instrumento de una fuerza interior que no gobierna o que no tiene interés alguno en gobernar y que le empuja a escribir. Se escribe por muchas razones y una es la que proviene de lo que no existe y se revela darle las palabras que lo crean o de cuanto ocurrió y se desea tener a recaudo, mimado en esa oscuridad luminosa de los recuerdos. Escribir es un acto divino. Hoy di con uno de ellos. Está sin acabar. Tiene una fecha al inicio: enero de 1996. Ayer nomás. </p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-78585956834320369782024-03-07T07:54:00.006+01:002024-03-07T07:54:44.824+01:00Variaciones sobre unas piezas poéticas <p> Motivaron estos textos que escribí los poemas que los titulan. Esas cosas se hacen con infinito pudor, con gratitud también. Se tiene la idea de que el poema no acaba ni siquiera en la memoria, sino que se desplaza solo, a voluntad, antojadiza y libremente. De ahí que me envalentonara. No sé si ese atrevimiento dice algo más que lo dicho en la maravillosa poesía que los alientan. Leer es también avanzar en la escritura ajena. Al pensar en ella, sin que urja a veces ese deseo de manera inmediata, el lector muta en escritor. También escribir es un acto de pura lectura. Uno es su catón primero, el que sanciona o el que se entusiasma. Estos textos provienen de toda esa maquinación de las palabras. Queda a capricho de quien lea ir o volver a los originales. </p><p class="MsoNormal"><br />
Algo sucede, <i>José Agustín Goytisolo</i>, 1966</p>
<p class="MsoNormal">No llevamos redactando pasquines hasta el alba. Tampoco nos
reunimos en extraños cafés, en sótanos, en mi casa. Sepa que dormimos mal y nos solivianta el miedo. Hace muchos años que abandonamos la lucha, pero dentro, en lo
oscuro, debe andar todavía el que espera la oportunidad y mide con afecto y con
devoción sus armas, las que luego terminan en palabras, en papeles confiados al
amigo, a la espera de que algún día cuajen y la vida se abra paso y hayamos
hecho que el mundo gire sin pegar un tiro.</p>
<p class="MsoNormal">Apología y petición, <i>Jaime Gil de Biedma</i>, 1961</p>
<p class="MsoNormal">De España queda el nombre. No la llamen madre. Los malos
gobiernos y el pueblo mal gobernado han borrado toda posibilidad de patria. De
todas las patrias, la nuestra es la más triste. Quiero creer que los que nos
administran no son únicamente comerciantes. Me aflige pensar que sólo miren la
soldada, el negocio redondo, el medro gris y la mesa puesta. Para que este país de todos los
demonios levante vuelo hace falta que los pobres la gobiernen. Pido el sencillo
escaño del descarriado. Me basta (hoy que me duele España como si alguna vez de
verdad la hubiese amado) el sereno grano que germine en la boca del pobre y
estalle en el aire y lo preñe de ilusión. Son los pobres los que salvarán al
mundo, pero uno mira lo que tiene a mano, lee la prensa en el bar, apurando el
café de la tristeza, y solo se ocurren ideas. Como si las ideas pudieran echar
a los desalmados de sus grandes sillas, de su campo arado y de su sueño sucio. </p>
<p class="MsoNormal">Agua subterránea, <i>Carlos Sahagún</i>, 1958</p>
<p class="MsoNormal">Yo sé lo que hay debajo de la tierra, lo confinado en lo
profundo, lo reservado del aire. Para que brindemos todos juntos y el agua
brinque libre por las peñas y el sol fornique con las sombras en los árboles,
hay que abrir el suelo, hay que desenterrar la esperanza. Ahí andaba, a
cubierto. La custodiaban fieramente. A salvo del mal. Sin que la arrumbara más
adentro el olvido o la desgana. Qué mala es la desgana. Va cubriendo de gris
las almas y va cerrando con tablones las palabras, pero llegará el día en que
brindaremos todos juntos y el agua festejará el paisaje y el sol acuchillará la
niebla y saldrá a la calle la esperanza, la enterrada, como una novia a la que
de pronto le hubiesen estallado de pura alegría cien hijos en el vientre. </p>
<p class="MsoNormal">Cadáver ínfimo, Ángel González, 1967</p>
<p class="MsoNormal">El mal va pudriendo el cuerpo, lo va demoliendo, dejándolo
en una evidencia inservible para el cántico o para la lucha grecorromana. Uno
se va muriendo desde que pone el pie en el infierno. Se muere a cachos, se
muere sin percatarse de que uno se está yendo. Es la historia de siempre. La
alegría iza su bandera en un costado y la tristeza planta un agujero en el otro
para levantar la suya. Da miedo toda esta sórdida maquinación de las sombras.
Porque tienen que ser las sombras las que nos acechan tanto. Vosotros, mis
amigos, deberíais saber que, aunque estornude, soy un cadáver. Se me nota en el
ancho inédito de un ojo. Lo tengo más abierto que de costumbre. Como si hurgara
la luz y buscase un argumento con el que rebatirla. Me muero porque el mal me
va ganando. Es el mal, oh amigos, el que nos derrota fatalmente. Si la bondad
existiera en el mundo, si no hubiese tiranos, ni ganasen las batallas los de
siempre, si los tahúres vieran cómo se pudren todos los ases que esconden en la
manga, si Dios estuviese más al quite y nos librase de algún quebranto, no
moriríamos nunca. Lo he dicho bien claro: no moriríamos nunca. </p>
<p class="MsoNormal">Permanencia, Joaquín Marco, 1965</p>
<p class="MsoNormal">Menos mal que existen los parques. Que Verlaine y Machado
amarillean en una foto que guardé en una caja de zapatos. Que el amor es más
grande que la vida. Que la poesía irrita a los moralistas. Que la bondad del
hombre pasea viejas avenidas y se para aquí y allá y aprecia la fronda de los
árboles y la blonda sutilísima del viento. Que hay camino todavía y hay una
caja de zapatos en la que caben más fotografías. </p>
<p class="MsoNormal">El hijo pródigo, José Agustin Goytisolo, 1958</p>
<p class="MsoNormal">El pueblo es malo y a veces se ensaña con quien no debe. Lo
cerca en un plaza y le cantan las cuarenta. Le nombra los pecados de la familia
y le recita las bondades de la suya. Luego le perdona la vida y lo deja volver
a casa. Allí, en lo puro, en la mesa camilla en la que se reza el único credo
posible, él relata el asedio en las calles. La familia lo mima, le instruye en lo
básico: en que debe alejarse de las manifestaciones, en que la formación docta
y moral rehúye de las reuniones en los sótanos. Lo que están construyendo es un
hombre de provecho. Tienen en un papel, custodiado en una caja, cerrada con
cien llaves, los ingredientes inefables. Fervor a Dios primero. Modales
después. Se le informa de que afuera reina el caos. En casa, a resguardo, se
toma aire, se gana temple, se curte uno de moral y de casta. Lo que nunca saben
es que después el hijo pródigo, pertrechado de ideales, cubierto con toda la
gloria del apellido paterno, sale al mundo y visita los tugurios y frecuenta el
cabaret, hace amigos en las timbas y folla con las putas contra la pared. Se le
olvida toda la formación cristiana, intima con el enemigo, los alienta para que
prosigan la lucha, les jalea en la cruzada contra los suyos, los que ganaron la
guerra y la ofrecieron al cristo de su barrio, los que conducen el país y lo
entierran en el barro. </p>
<p class="MsoNormal">Noche triste de Octubre, 1959, Jaime Gil de Biedma, 1961</p>
<p class="MsoNormal">Uno se pregunta por el hombre y no encuentra una respuesta.
Lo imagina en sus refugios, cubriéndose el cuerpo con las ropas del frío,
tapándose el alma con las del amor. Piensa en los consejos de ministros,
dirimiendo la altura verdadera del hombre, tomando las medidas para que no sea
ni demasiado alto ni bajo en exceso, registrando en leyes todo el tamaño
formidable de su dignidad, estudiando cómo conseguir que no se muera de miedo
cada vez que abre la prensa y lee los avances del mal por el campo de batalla,
toda la miseria sin significado ocupando las aceras. Y puede ser que ese dolor
profundísimo con el que principia a veces el día vaya cediendo a poco que no
pensamos en él y nos vamos entregando a nuestras labores, pero cuando llega la
noche y el hombre se concentra en sus pesares y mira el techo de la cama en
donde duerme el mal regresa como un cáncer rencoroso, ennegrece los muros, se
filtra en los talleres mal iluminados (lo dice el poeta y lo dice muy claro) y
no hay consejo de ministros que pueda zafarse del mal y de toda la desgracia
que deja a su paso. De su cochambre, de su negro futuro. Ni el hombre reunido consigo mismo, hablándose en privado,
en total confianza de sus posibilidades, puede evitar que el frío le devaste un
costado y el hambre de justicia le socave el alma. </p>
<p class="MsoNormal">Nota necrológica, Ángel González, 1962</p>
<p class="MsoNormal">Fueron diciendo lo que se les fue ocurriendo cuando le
dieron la cristiana sepultura. Cristiana debía ser porque jamás se separó del
catecismo de sus próceres y en ninguna ocasión se desvió más de lo consentido
del camino que alientan sus páginas. Fue, en la medida de lo posible, un hombre
bueno. No sé quién podría confesar alguna inconveniencia, pero si alguna hubo,
a pie de nicho, se calla. Se le suelen dispensar a los muertos biografías
formidables, pero la de nuestro finado no se engalanó más de lo necesario.
Dijeron que fue honesto y que sirvió al Estado. El párroco comentó la impecable
manera en que llevó su viudedad, las obras piadosas con las que cinceló su
camino hacia Dios, las monedas que dejaba en el platillo. Los que le conocíamos más a fondo sabíamos de su amor por el
orden, de su trabajo como contable, en un despacho municipal, registrando las
cosas importantes, las que verdaderamente cuentan. Pulcro en caligrafía,
esmerado en los números, no hubo funcionario más respetado. Al modo en que lo
hacen los serviles, inclinó su torso más veces de las que su cargo exigía, pero
le educaron en esas maneras y no se arredraba cuando un mando se excedía en las
órdenes. De su bronquitis y de su miopía, mañanas frías, documentos largos,
preferible es no hablar. Esa eminencia gris, cumplidora y recta, volvía a casa
cada noche. Se desprendía de la rutina de las hojas con membrete y de los
estadillos apilados en una bandeja. Era entonces el hombre al que enterramos.
De su vida en la soledad de su casa no consta ningún registro fiable. Tampoco un frío comentario de los vecinos. Los elogios de los amigos a los que ya apenas
trataba. Siempre su honradez. Siempre su formalidad. De los hombres formales se
pueden esperar grandes cosas. Las causas nobles necesitan de ellos. La vida, en
todo caso, no. Vivir es siempre otra cosa. Los muertos presentables aburren más
que otra cosa. El bien absoluto, la bondad fecunda y libre no escribe grandes
biografías. Las evita. El mal, el cabrón, es el que atrae y escribe las páginas
más fascinantes.</p>
<p class="MsoNormal">Orden de registro, José Agustín Goytisolo, 1963</p>
<p class="MsoNormal">Todo son libros. En los libros, todo son palabras. En las
palabras, letras, ya ven. Unas se juntan con otras y dicen cosas, pero no
encontrarán ninguna malsonante, ninguna que les incomode. Registren como
deseen. Están en su casa. No tengo nada que ocultar. Lo que pueda esconder no está en los libros.
A ver qué de malo van a tener unos poemas. Serán de amor, la mayoría. Alguno
será bueno y se leerá en la calle, pero se olvidará pronto y no sabrán después
dónde encontrarlo. A los poetas se nos olvida con facilidad. Están perdiendo el
tiempo, de verdad. Es muy tarde y hay que trabajar mañana. El abrigo, esperen.
Que me lo pongo. Se equivocan, en serio. Adiós, mujer, no pongas esa cara. Ya
sé lo que me dijiste. Que esto acabaría pasando. No te hice caso, pero quién te
hubiera hecho. Todo son libros. Los míos y los de los otros. Estos señores son
amantes de la poesía. Se les ve de momento ese aire de sensibles. Cómo si no
sabrían qué buscar. Deben haber leído mucha poesía para sacar de la mala la
peligrosa. Porque toda la poesía es mala. No sirve para nada. Si han venido a
buscarla es porque no sirve para nada, por supuesto. No me dejes cena. Mira el buzón por las mañanas. Te dejaré unas letras. </p>
<p class="MsoNormal">La vida no vale nada, Pablo Milanes, 1976</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Mientras que nos vamos matando unos a otros, la vida no vale
nada. En el momento en que un muerto ilustra el paisaje, vivir es un acto
inútil. No sabemos si hay algo de sagrado en este oficio que nos encomendaron,
pero lo hacemos turbio cuando caen cuatro por minuto y solo lo registran los
periódicos y lo cuentan como chisme en las calles. Es el mal, quemando la
superficie de las cosas, indagando en lo que no está a la vista, haciendo
cuartel en la palabra.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-35630231529416636452024-03-06T07:54:00.003+01:002024-03-06T07:54:28.735+01:00La biblioteca de la memoria<p> <span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px; text-size-adjust: auto;">No sé cuántos libros he leído, nunca tuve la pretensión de contarlos. De lo que sí guardo un registro es de buena parte de las películas que he visto desde que a principios de los noventa comencé a consignarlas en cuadernos, anotando con pulcritud la fecha de visionado, el título y el director.</span><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px; text-size-adjust: auto;"> </span> <span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px; text-size-adjust: auto;">Lamento no haber abierto ese censo desde la primera película de la que tuve conciencia, la primera que fuera verdaderamente deslumbrante y me animara a hacer escrutinio de cuantas vinieran después, la película fundacional, la madre de todas las que vinieron después. De todos esos libros leídos guardo recuerdo fiable de muchos. Si se nos pregunta, se nombran algunos, sin saber bien la razón que extrae unos y no otros, el porqué de la elección; si, por ejemplo, cito a Gil de Biedma y no a Goytisolo o a Faulkner (tan amado)</span><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px; text-size-adjust: auto;"> </span> <span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px; text-size-adjust: auto;">o a Steinbeck (tan amado también). La mayoría de lo que leo sólo ocupa el tiempo en que son leídos, no permanecen adrede, pero irrumpen cuando alguna circunstancia externa me hace reclamarlos. Ahora sabría explicar cómo escribe Borges o incluso la trama de </span><span class="s2" style="font-family: UICTFontTextStyleItalicBody; font-size: 17px; font-style: italic;">Funés, el memorioso</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px;"> o</span><span class="s2" style="font-family: UICTFontTextStyleItalicBody; font-size: 17px; font-style: italic;"> La casa de Asterión</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px;">, pero hay detalles que se escapan, con lo que uno no puede contar. Lo peor que le puede pasar a un lector es que no recuerde la trama de uno de los libros que ha leído. También puede ser lo mejor, un motivo para el feliz regreso. Recordar y olvidar son, en este caso, piezas intercambiables, variaciones de un mismo juego. K. sostiene que hacemos bien en no registrar lo que no nos ha llenado. </span><span class="s2" style="font-family: UICTFontTextStyleItalicBody; font-size: 17px; font-style: italic;">Tan sólo por volver a vivirlo con el entusiasmo de la primera vez</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px;">, dice.</span><span class="s2" style="font-family: UICTFontTextStyleItalicBody; font-size: 17px; font-style: italic;"> Pasa lo mismo con la vida</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px;">. </span><span class="s2" style="font-family: UICTFontTextStyleItalicBody; font-size: 17px; font-style: italic;">Hay días que tienen un fulgor o tienen varios. Días que parecen muchos, aunque se concentren en el trayecto de uno solo. Tienes perfecta propiedad de lo que los llenó, sabrías ordenar los acontecimientos, podrías repetirlos con la certeza de que, si te esmeras, no diferirán lo más mínimo de los que pasaron y únicamente existen en tu memoria. La memoria es un casa grande, pero tiene inquilinos reaccionarios, la habitan criaturas extrañas, de las que se soliviantan a la primera y no se avienen a veces a una convivencia pacífica. En cuanto lo hacen, cuando razonan y prevalece el orden, la memoria es una casa grande y armónica, no un caos</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px;">, me dice K. Este fin de semana leí a dentelladas, con absoluta fruición. La sensación, al acabar el día, fue la de haber aprovechado muchísimo el tiempo y, al tiempo, de haberlo perdido completamente. Desea uno ser varios, no uno sin extensión posible. Poder leer y ver cine y salir con los amigos y dormir sin freno y pasear las calles, pero todo juntamente, como si hubiese más de un yo disponible y pudiese manejarlos con soltura, sin que lo que haga uno afecte a lo que obra otro y, al final, todos compareciesen ante mí y me rindieran cuentas de lo que han hecho y yo lo registrara todo. Tengo que quedar con K. y charlar de todo esto. </span></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-65138108540075438742024-03-04T07:40:00.003+01:002024-03-04T07:40:17.239+01:00Del libro como cuerpo<p> </p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 22px; text-size-adjust: auto;"><span style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">La mejor biblioteca es la de emergencia. A veces las muy pobladas, las que tienen baldas muy altas, cobijan o consuelan menos, no sabe uno a veces a qué acudir, qué volumen escoger, tientan muchos, hasta parece que los desechados pidieran ser tenidos en cuenta, solicitar que se les abra y atienda. Un libro no es un libro hasta que el lector lo abre: es un objeto entre los objetos, como dejó escrito en uno de ellos el buen Borges. </span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"></span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 22px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"></span><br /></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">A veces necesitamos un libro al modo en que se necesita un cuerpo. De hecho hay ocasiones en las que sabes que habrá un libro que te aguarda, uno fiable al que encomendarte, en el que perderte y posiblemente encontrarte.. La literatura es un amante duradero, del que no desconfías, al que le cuentas cómo estás y con el que conversas. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 22px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"></span><br /></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">Hay libros que no paran de hablarte. Anoche me confortó un pasaje de Benedetti cogido al azar, uno de esos cuentos de parejas que se aman sin saberlo o de parejas que es mentira que se amen o de parejas que no incurren en la banalidad o en el triunfo del amor, según se mire. Pensé en el amor ajeno y en el propio, en el todo el amor que es posible que yo sepa dar y el que pueda recibir. Pensé en toda esa alegría que es siempre superior al amor o que actúa en un ámbito distinto, tal vez más íntimo. Se está enamorado un plazo corto de tiempo, no se pide más, no se anhela más, basta ese confort espiritual, ese trascender, ese sentir que todo cuadra y se ensambla alrededor nuestro. Al amor se le asignan cometidos a los que no siempre sabe dar cuenta. La alegría de querer amar es la semilla que propicia que se termine amando. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 22px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"></span><br /></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">La felicidad funciona a otro nivel, no se involucra en lo espontáneo, en la presteza de lo deseado, sino que discurre con mayor mansedumbre, ajena al desquicio de lo presente, no se encabrita, no se atropella. El amor, en cambio, debe ser fiero, debe evitar la quietud y la contemplación, debe encabritarse y atropellar y desquiciarse. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 22px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"></span><br /></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">En un libro, como en una persona, uno puede sentir el amor y la felicidad y también la ausencia de ambos. Cae uno fácilmente en matrimoniar libros y amor o libros y felicidad. De algunas novelas que he leído (Lolita, Moby Dick, Chesil Beach, El barón rampante, Tiempos difíciles, Cien años de soledad, Corazón tan blanco, Pedro Páramo, nombro con placer las primeras que se me vienen) conservo la satisfacción (duradera, fiable) de que puedo abrirlos por la página que se me antoje y recordar qué me contaron, cómo me consolaron, hasta qué punto -mientras los leía- fueron una parte de mí, una que no se ha extinguido enteramente y regresa a su antojadizo capricho, sin que yo a veces la reclame, como si dispusiera de voluntad propia y obrara a espaldas mías. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 22px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"></span><br /></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">Anoche, en el Ebook que suelo llevar encima, busqué sin fortuna fragmentos de libros que me llenaron. Me molestó no poder pasar las páginas, no ir de una a otra, no sentir el peso de la tapa ni el grosor del volumen en mi mano. Se pierden todas esas cosas cuando recurrimos a una máquina y prescindimos del libro tangible, sólido, convertido en un objeto cercano, asequible al desgaste, pensado para ser tocado y exhibido. En la controversia sobre si un formato (el sólido, el que no lo es) se impondrá al otro interviene el corazón. Uno se inclina por lo que el corazón le reclama. Pide lo que más se parece a un cuerpo. Los libros lo son. </span></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-36816449134616837462024-03-03T14:01:00.000+01:002024-03-03T14:01:01.412+01:00Un artesano ciego<p><br /></p><p>"Yo misma he evadido el asunto cuando me lo han preguntado. Y contesto lo siguiente: la inspiración no es privilegio exclusivo de los poetas ni de los artistas en general. Hay, hubo, habrá siempre un número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración. A este grupo pertenecen los que escogen su trabajo y lo cumplen con amor e imaginación. Hay médicos así, hay maestros, hay también jardineros y centenares de oficios más. Su trabajo puede ser una aventura sin fin, a condición de que sepan encontrar en él nuevos desafíos cada vez. Sin importar los esfuerzos y fracasos, su inquietud no desfallece. De cada problema resuelto surge un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, cualquier cosa que sea, nace de un perpetuo «no lo sé»".</p><p>Wislawa Szymborska </p><p>Fragmento del discurso que dio al recibir el premio Nobel de literatura en 1996. </p><p>Gracias, Vanessa </p><p><br /></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">Todo lo que escribo proviene de la premisa fundamental de que todo puede ser transcrito a la escritura. Sé que un pájaro muerto en un patio contiene material narrativo que rivaliza con la entera historia del imperio romano o que la música de la lluvia en la ventana que ahora escucho no es menos dramática que la épica sajona del siglo trece. Tan sólo cuenta el respeto a todo lo que propiciatoriamente se manifiesta para que se le dispense la atención de la que carecía. Lo que no es posible explicar es el advenimiento de las primeras palabras, las que principian el texto, con qué propósito concurren, cómo unas eluden su comparecencia, y otras son antojadizamente elegidas en el escrutinio. </span>Lo mágico es esa frase inicial, premonitoria y absolutamente impredecible. Este escrito empezó sin que tuviera idea de hacia dónde iba. Tampoco albergo idea de hacia dónde se dirigirá. Hay textos enormes que avanzan y otros que no parecen motivarse por el movimiento. Todos tienen ese fluir que se encrespa a medida que las palabras se engarzan. El que lee también experimenta ese festín de lo semántico. Sanciona el uso de alguna palabra y la reemplaza en su cabeza por otra cuyo desempeño en la frase le parece más correcto o aplaude en sus adentros la certera elección del autor, que dio con la idónea, como si ninguna otra pudiera valernos. Es la inspiración, ese don repentino o durable, esa reverberación interior que actúa percutiendo las sombras hasta que se iza de sus honduras la luz. No siempre acude al ser llamada y no es privilegio de escritores ni de músicos ni de cualquier otro gremio que aliente arte: es de quien no se conforme y codicie que lo creativo se imponga a lo rutinario. Tenemos la costumbre como patrón, pero es en su desafecto donde está la esperanza de que la vida eluda el gris y se corone de vivos colores, cada uno que decida su "pantone" privado. </p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><br /></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;">Todo lo que escribo busca comprender las razones por la que escribo. Incluso ese afán subyace cuando no se le reclama. De hecho, a poco de que se mire en detalle cada entrada, hay miles en El espejo de los sueños, se colige que hablo en esencia de eso mismo: de la relación entre el autor y su obra. Como una metafísica. Como un temblor que me sobrecoge cada vez que empiezo a escribir. Uno adquiere esa voluntad de avanzar a ciegas sin desearla, no la fuerza ni cree poder manejarse con cualquier otra herramienta. A veces se tiene una idea y prospera, pero es fácil que se deje convencer por otra y se desvanezca a poco de haberse echad a andar. Habrá quien me sancione por esa promiscuidad narrativa, pero lamentablemente es la que me hace disfrutar con lo que hago. Uso el adverbio porque albergo la esperanza de que esos procedimientos creativos permitan que otros los reemplacen. Tampoco me preocupa. Soy feliz así. Mucho, a veces. De pronto se te ocurre que deseas escribir y no piensas de qué podrías hacerlo. Se escribe para escucharse a uno mismo. Entra una frase que contiene asombrosamente el resto del texto.Es curioso eso: en el principio está el fin. Lo dejó escrito Eliot. La otra versión es la que aparece un asunto y la escritura se supedita a él, llamándolo, haciéndolo emerger. Lo que interesa, más que la rendición de una trama o el vertido de un argumento, es la bondad del instrumento, su eficacia, todas las indagaciones que misteriosamente se nos provee para que el texto concluya. Quién sabe si de una forma definitiva. </p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1"><br /></span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">Adenda</span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">De la novela que acabo de leer (</span><span class="s3" style="font-style: italic;">El reino</span><span class="s1">, Emmanuel Carrère, Editorial Anagrama) me ha fascinado más la técnica con la que ha sido escrita (una especie de no ficción, de falsa novela, de artefacto de muy dispersos y variados engranajes) que la historia en sí, que hasta (en ocasiones) me ha resultado poco atractiva. La reconstrucción de la vida de los santos (de los apóstoles, de los cultos y de los que no lo eran, de los que difundieron el cristianismo en sus albores) no es un asunto que me fascine particularmente, aunque haya pasajes maravillosos, pero he devorado el tocho entero en pocos días, entusiasmado por el modo en que Carrére ha resuelto la obra. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1"><br /></span></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 20.3px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1"></span>Adensa 2</p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">El jazz es una especie de música que no sólo se preocupa de lo que cuenta (la melodía favorable o no) sino de lo que pone en juego para que esa restitución también fascine. Importa crear. Ese es el punto de partida. Investigar, ahondar en la idea de que la creación es la base de todo, en lo artístico, en lo científico, en lo vital también. Conozco gente creativa a la que me arrimo y a veces, en cosas sueltas que hago, me considero creativo. No porque escriba a diario, que no deja de ser un acto mecánico a veces, útil para mí, al menos, pero mecánico, sino porque formulo la escritura (la rendición de mi blog) como una obligación. Como quien se lava los dientes después de comer o rebaña con pan un plato acabado de buenos callos. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1"><br /></span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">Adenda 3 (jocosa)</span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1">Caerán pronto, amigo Antonio. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1"><br /></span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-size: 17px; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><br /></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-61649699664778177212024-03-02T09:44:00.004+01:002024-03-02T09:44:55.933+01:00Fisterra<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">Al mar le está privada la inocencia. Uno lo mira con un respeto infinito. Con temor, con pudor también. A la tierra firme no se la mira igual. Ayer recordé haber estado en el fin de la tierra. Creí entender el pavor mitológico de los antiguos, la sensación de que nada había más allá de esas aguas. Los modestos barcos de pesca que distraían el azul de mi visión parecían naves a punto de emprender un viaje mítico</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">. Ninguna de las fotografías, esforzadamente limpias, registradas con mi cámara nueva, casi estrenada en esa travesía óptica exquisita e irrepetible, me satisfizo después. No porque estuviesen mal tiradas. Creo que no hay fotografía que sea capaz de aprehender esa minúscula porción de felicidad narrativa, de plenitud cromática. Luego está la literatura, los barcos que se atreven a penetrar en el abismo, los que vuelven y lo cuentan a lomos de metáforas luminosas y de historias imposibles y los que se quedan y hacen que las metáforas se conviertan en mitos, en leyendas. Viendo en Fisterra, en la Costa da Morte coruñesa, ese mar primigenio, casi primerizo, virginal y puro en mi fantasía de lector de Melville y de Homero</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">, pensé en Dios, en la posibilidad de que no exista y en la que esté por ahí arriba observando la tragicomedia de su obra. No llegué, por supuesto, a conclusión remarcable. Se mira el mar y se piensa en que no es inocente, en las vidas sacrificadas, en las vidas noblemente salvadas por el indescriptible concurso de su misterio. Ahí es donde guardé mi Leica y anduve de vuelta al coche, sorteando turistas alborotados, yo entre ellos, conscientes de haber asistido a un espectáculo ancestral. Homero me conducía al paraíso. Uno eventual, efímero, como los que encuentro a diario y me abandonan a diario. El faro allí instalado no es antológico, ni siquiera es un gran faro</span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">, pero incluso eso parece no cobrar importancia. </span><span style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">Al faro lo cerca el mar, lo embiste, lo encierra, lo esconde a la vista, lo borra, lo aturde, pero el mar termina retirándose siempre; no hay asedio que perdure, ninguno permanece. La luz se yergue, derrotando a la sombra, cercándola, embistiéndola, escondiéndola a la vista, borrándola, aturdiéndola. Uno es faro más que otra cosa. Somos la luz que va y la que viene, la que alcanza lejos y perdura y la que se achanta y se pierde a poco de alumbrarse. Somos el faro. También el mar de las mitologías, una especie de manifestación del misterio del agua populosa de la que nada sabemos. </span></p><p class="p1" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 22px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"></span></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-16771546495899777822024-03-01T07:33:00.001+01:002024-03-01T07:35:47.967+01:00La anhedonia<p> Podría pasar por flor y hasta habrá quien así lo asegure con sólo sentir su eufónico apresto sonoro. También por alguna isla de corales infinitos en algún remoto confín del Pacífico. No me han venido más significados al leerla el otro día y correr (literalmente) para buscarle una acepción fiable. Hubiese preferido que continuara meciéndose en mi cabeza su melodía botánica o cartográfica. La palabra procede de Hedoné, hija de Eros y de Psique, que dio a la filosofía el bendito hedonismo, esto es, el anhelo del placer. La anhedonia es su reverso (tenebroso, por qué no), la incapacidad de que placer alguno nos agrade. A él, al placer, no le obsequiamos con la efusión de lo sensible: se basta para enmudecer de puro gozo o brincar o embelesarse o morir (se dice popularmente) de gusto. El inventario de recursos es infinito. Da placer el primer trago de una cerveza fría o un aria de Verdi o el surrealismo de Lorca o un paisaje imprevisto que de pronto irrumpe o un cuadro de Sorolla en el mar de Levante o el amor cuando la piel se codicia y tiembla. No saber a qué se vendrá a este mundo y tener conciencia de que es el placer uno de sus más elogiables regalos. El mismo cuerpo no lo sanciona. Reclama que se le asista, implora su cuota de espasmo, reza para que no decaiga la promisión de regocijo a la que se ha ido acostumbrando y con la que ameniza la tiniebla entera de toda esa metafísica del cielo y de la vida eterna. Tal vez la traída anhedonia sea un cansancio o una rendición, un hastío o un abandono. Preámbulo o cierre de una depresión, su constatación manifiesta un malestar de orden sentimental o moral o simplemente encierra un desentenderse de uno mismo y ejercer de obrero aplicado de la rueda del mundo, es decir, ni flor como nomeolvides ni isla de corales en el azul remoto, sino clausura y apatía, muda y ciega y sorda travesía por los primores de lo real, por la elocuencia de la belleza. </p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-41527938928467621252024-02-28T16:43:00.002+01:002024-02-28T16:43:14.010+01:00Mimosa o algo <p> Tengo mi novela en un disco duro. Su trama fue urdida en días, pero tardé años en acabarla. La han leído tres personas, tres amigos: Pedro del Espino, Antonio Sanchez Huertas y Víctor Pérez. No consignaré aquí el aprecio que le hicieron. Serían generosos en su lectura. La llamé Mimosa mientras avanzaba. Luego Un árbol de niebla. Ahora no tiene título. Ni editor. Estos días he vuelto a leerla. Son 300 páginas. Una vida. Aquí dejo cómo arranca, aunque siga detenida. </p><p><br /></p><p>“Salvo por lo que nos cuentan, nunca fiablemente, sabido de oídas muchas veces, mentido o tergiversado otras, no sabemos nada de cómo vinimos al mundo, si terció la fortuna a nuestro favor y la vida nos acogió con un abrazo o si ya entonces, nada más abrir los ojos y tragar la primera andanada de aire, traíamos una marca indeleble, la de la desgracia, que nunca se acaba borrando del todo, ni siquiera ahora, tantos años después, tantas cosas vividas después, aunque haya días felices, incluso largas temporadas en las que todo resplandece y cobra sentido y la fatalidad es de los demás, nunca nuestra. A poco que tengamos una brizna de voluntad, por tener un lugar desde donde empezar, uno elige un punto de partida, una frase con la que arrancar la historia, que no siempre tiene aire de novela, pero eso no es incumbencia propia, sino de quien lee o escucha. El comienzo de la mía fue la casa de campo que mis padres alquilaban todos los veranos de mi infancia y que después acabaron comprando, cuando el dueño cedió, cercado por las deudas, metido, según supe más adelante, en asuntos de faldas; esposible que fueran de niñas esas faldas y es posible que él temiera algo más que el escándalo familiar o el escarnio público, y, por cerrar las circunstancias trágicas, el recuerdode haberse ahogado en la alberca un sobrino suyo. Muertes que te curten, esa fue la primera. Hacen que todo más tarde discurra alrededor de ellas. Crecemos con la vida cosida a la muerte antes de tiempo, aunque no se vierta una lágrima casi nunca. Al menos, cuando jóvenes, en aquellos años extraños, los de los veranos en Mimosa, la fatalidad no se entretuvo en distraer nuestros juegos, aunque planeara sin descanso sobre nosotros, ni en hacernos crecer más deprisa de lo debido. Eso he pensado siempre, pero no sé si lo digo con la intención de acabar por creerlo o por inercia, como si me hubiese acostumbrado y las palabras no tuviesen el afecto de antes y hubiesen dejado atrás su significado”</p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-81506861656761723742024-02-28T12:00:00.004+01:002024-02-28T12:00:32.397+01:00Hoy no nevó en Lucena<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrxAamj0SBum-K2lFlIknPN8TcKVzWBg8vs_Y_cG-jybmYuxUwnQH_kGUN2RSg6K_eh1AMMKBUYjHPeZunMwbYO9UUP7WxU00ojHbfaDiY8i9fwtqAZobQIiyScGHlG-i_hstviANtOh06ENmxJYOcY81ocaPbw4zjGhhcwDmwDNgJLhV_CH-R/s800/IMG_1986.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="800" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrxAamj0SBum-K2lFlIknPN8TcKVzWBg8vs_Y_cG-jybmYuxUwnQH_kGUN2RSg6K_eh1AMMKBUYjHPeZunMwbYO9UUP7WxU00ojHbfaDiY8i9fwtqAZobQIiyScGHlG-i_hstviANtOh06ENmxJYOcY81ocaPbw4zjGhhcwDmwDNgJLhV_CH-R/w640-h480/IMG_1986.jpeg" width="640" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjICnJsaaESch9IImO5e8MyYfRFPS-c8tIOG9CZTSnZd7x27kKotSYt4ugHfdW0NUlDeb4kfOFg593nEoK_MiCsVVcxZ2EWgdQbdyYl7qSR5D4h4fqimyNTpO_4GRJQfxN0ql9dWh1CEC3cTTi00ZtdwFpYGk8FfzM3AnIBoky4Z2kAimiOZKMI/s960/IMG_1987.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="960" data-original-width="716" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjICnJsaaESch9IImO5e8MyYfRFPS-c8tIOG9CZTSnZd7x27kKotSYt4ugHfdW0NUlDeb4kfOFg593nEoK_MiCsVVcxZ2EWgdQbdyYl7qSR5D4h4fqimyNTpO_4GRJQfxN0ql9dWh1CEC3cTTi00ZtdwFpYGk8FfzM3AnIBoky4Z2kAimiOZKMI/w478-h640/IMG_1987.jpeg" width="478" /></a></div><br /> <div><br /></div><div>En la condición de la nieve está el mismo aliento del aire. En su fría residencia, la llama que lo anula. También nosotros somos de nieve. Un fuego lento o un frío viento nos aquieta y adormece hasta que la luz palidece y el alma se difumina. Uno escribe las mismas palabras una y otra vez. Están en la cabeza, aunque no se pida que acudan. Ellas se las componen para irrumpir y dejar constancia de algo que debe decirse y no guardarse, a la espera de quién sabe que acontecimiento que lo ice y enseñoree. Pero también el fuego las descompone. El fuego es el olvido. Va emergiendo una impresión antigua, de la que no se tenía conciencia, la de que escribimos el mismo texto, aunque jamás se repita. Hoy hace trece años que nevó en mi pueblo, en Lucena, donde ya no vivo. La Plaza Nueva era un poco checa y el patio al que daba mi habitación pedía un villancico o unos cuantos niños que ganaran la mañana arrojándose bolas de nieve. Hay niños que nunca ha tenido una bola de nieve en las manos. Nos viene a veces esa tristeza de que un niño nunca haya visto el mar, pero el mar está cerca. La nieve es otra cosa, parece algo metafísico, una especie de dádiva, un milagro que nos hace creer en lo que no creemos nunca. <p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p><p></p><div><br /></div></div>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-81916950071721975912024-02-27T18:18:00.003+01:002024-02-27T18:18:50.370+01:00Los mapas falsos<p> <span style="font-family: UICTFontTextStyleBody; font-size: 17px;">Amé los mapas cuando no entendía lo que significaban y todavía hoy siento un placer que no sabría explicar bien cuando abro un atlas y el dedo va recorriendo los sistemas montañosas y las ensenadas, el curso de los ríos y la evidencia de un populoso núcleo urbano, pero los mapas ya no son lo que eran, ya no invitan a ningún viaje. En cierto modo se ha perdido esa voluntad mágica de querer ver más allá de lo que la evidencia ofrece. Todo son moléculas que se agitan, inteligencia artificial, saltos sinápticos, trenzados más o menos estables de corrientes nerviosas que irrigan el cerebro y nos hacen pensar en lo imposible, pero la fantasía (la posibilidad de la fantasía) ha quedado relegada. Se nos da hecho el viaje, vemos París sin que intervenga el deseo, sólo se persona un simulacro de deseo, una tentativa fiable de deseo, no el anhelo de que suceda, sino la restitución falsa de que esté ocurriendo. Se crea una ilusión sobre una ilusión, sin que concurse la imaginación, que es la brújula y el a la vez (acepten la redundancia) el mapa, no habiendo ni de lo uno ni de lo otro al comenzar la travesía. No sé de genética mucho más de lo que necesito, pero alcanzo a comprender que en ese baile de moléculas, de cuerpos que se abrazan y se alejan en el caos infinitesimal de la materia, debe estar la llave de algún logro sentimental al que no hemos llegado aún. Nos malogra ese milagro la contundencia, a veces brutal, con que la realidad nos atenaza, cuando la realidad debería ser un obsequio, un regalo precioso, un don. La realidad, de maleable que es, resulta incómoda, de poca o ninguna constancia, de fácil vuelo, como si nosotros, sus inquilinos, no mereciésemos habitarla, consentir que nos zarandee y nos apremie a que, conforme los años nos van formando, la entendamos. Perdemos más tiempo en pensar que alguna vez seremos felices que en disfrutar del rato en que verdaderamente lo somos. Sentimos que la felicidad debería ser un derecho, cuando es un privilegio, no algo que venga de serie como los músculos o las palabras cuando las decimos. Queda leer. Qué felicidad esa. También escribir, otra cartografía, íntima y jubilosa. </span></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-83970701538210768772024-02-27T10:15:00.047+01:002024-02-27T12:08:03.794+01:00De bueno, ser tonto<p> </p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">Creo en la bondad de la gente. De un modo a veces rutinario, sin acusar los desaires de algunos, sin caer en la cuenta de todos los atropellos que uno aprecia en carne propia o ajena, creo que somos buenos. Parto de esa generosidad y me la aplico en lo que puedo. Quizá el mal esté en la indolencia, en la costumbre de contemplar la realidad como ficción, en el hecho de habernos hecho a que lo natural y lo previsible sea el mal; que el bien, cuando triunfa, escandalice incluso y cree</span><span class="s2" style="font-family: UICTFontTextStyleEmphasizedBody; font-weight: bold;"> </span><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">esa especie de extrañeza al sentirnos de pronto conmovidos, urgidos por la ternura, temerariamente impelidos a razonarla. Porque el bien no debería escrutarse. No tiene la bondad predicamento. Se la concibe como una debilidad. De bueno que eres, eres tonto, se escucha decir. Mi abuela solía decirme eso cuando pequeño. Se me ha quedado la frase. Ha vencido el rigor del olvido y acude con presteza a poco que se descuide el proceder recto, toda esa normativa feliz de la que uno se vale para convivir con los demás y no causar más daño del preciso. Porque algún daño haremos y hay también daño que se nos hace. Quién podrá gobernar esas inconveniencias, ese desatender la irrupción gloriosa de la bondad, tan necesitada ella, tan firme en deshacer entuertos, en desalentar mezquindades. El refranero no ayuda. Está comido de reticencias a que lo bueno que tengas emerja. El tirón del mal tiene una narrativa más dúctil, se crece más, da de sí con mayor hechizo. La felicidad se procura haciendo el bien, eso es de Aristóteles. También que uno no es bueno, sino que adquiere la bondad con los actos. Tal vez no sea éstos los tiempos más idóneos para que los sabios griegos ocupen con sus ocurrencias las camisetas de la juventud. No sé tampoco si antaño esa aforística de la bondad tuvo su público y su desempeño fue fructífero, si alguna vez al tonto no se le asignaba la bondad por su condición de tonto. Con todo, se prefiere ese pasar por tonto a veces, no dar importancia a que por tonto se nos tenga. Se conforma uno al ver que el escrutinio de ellos llenará plazas enteras y que, entre la multitud, se pasa desapercibido. Discutir con un tonto es conceder que acabarás perdiendo, pues el tonto creerá tozudamente en su victoria, aunque la evidencia lo contradiga. Resultará que no le anima otra voluntad que la de salirse con la suya, la de hacer que prevalezca su opinión, asunto que no es única propiedad de los de su rango y acaba por pertenecernos a todos. El gremio de los buenos del mundo incluye bobos, necios, pazguatos, burros, estúpidos, achaflanados, lelos, memos, cortos, idiotas, mentecatos, merluzos o simples. La nomenclatura de sinónimos es mayor que la que pueda encontrarse si se busca vocablos que suplan al de listos. Al final, el mismo lenguaje es el que hace que pensemos como lo hacemos. Las palabras buscan su sitio, se enhebran a otras hasta que surge una frase. Tontos ilustres hubo y hasta gobernaron imperios. David Lynch dijo que no entendía por qué la gente espera que el arte tenga sentido, cuando la propia vida no lo tiene. Ese debe ser el problema: el sentido, ese vicio antiguo de querer comprenderlo todo. </span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"><br /></span></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><br /></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-size-adjust: auto;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;"><br /></span></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-21483008349568989642024-02-26T11:59:00.004+01:002024-02-26T13:46:56.694+01:00Cómo vencer al ruido / Jesús Aparicio González / Nadar en lo insondable<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxLLeNkQ9TqVPdbqh9ELc8qGWoAiO_wCB3kVJymoFynikUXjlrKVPdH1O_GvC3i2rnLkvkTwYTzv5FjXbHGdxyIMoG5rLkO5RGZcufnTGmniDUBqKoGE0ot0GIQpNgfkDgdE6PqBr_vCcPogWOUSms4P2jwu5L29JC4GXENifmSbMUbnFa7wSc/s4032/IMG_1942.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4032" data-original-width="2268" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxLLeNkQ9TqVPdbqh9ELc8qGWoAiO_wCB3kVJymoFynikUXjlrKVPdH1O_GvC3i2rnLkvkTwYTzv5FjXbHGdxyIMoG5rLkO5RGZcufnTGmniDUBqKoGE0ot0GIQpNgfkDgdE6PqBr_vCcPogWOUSms4P2jwu5L29JC4GXENifmSbMUbnFa7wSc/w360-h640/IMG_1942.jpeg" width="360" /></a></div><br /><p></p><p><br /></p><p>Cómo vencer el ruido es un declaración de principios acústicos, una especie de compendio de física poética. Lo abre una cita de Juan Ramón Jiménez de la que Jesús Aparicio González aprecia la elocuencia de lo que no se impone, esa sutilidad del silencio que permite "nadar en lo insondable". Es también una rendición de momentos estelares en la construcción del universo. Tal vez sea ese propósito el más encomiable, el que al soplar el viento "hasta el ser nos conduce", el que hace prevalecer "el ojo sencillo" que, sin embargo, como un don, "descubre el misterio", lo observa con atención escrupulosa y da con los primores de la luz, con la aurora hecha canción, con la palabra que desvela el origen mismo de todas las demás, como un ciego que de pronto advirtiera la claridad en el palpar precursor de sus manos, en la música que la oscuridad revela si se apresta el oído y se esmera el corazón en acompasar su latido al de la misma sangre que lo puja y convierte en la dinamo del mundo. </p><p>Es poesía de decir mucho con mimbres humildes la de Jesús Aparicio. Atiende lo diminuto, lo magnifica. Semilla que alientan la fértil eclosión de lo inasible. Del ruido del que dice desear apartarse no habrá indicio en su cuidada poética, que se maneja con la sobria y eufónica sustancia de sus versos. El ruido consignado en el título es de una polisemia absoluta. Abarca cualquier manifestación de lo real que prescinda de la armonía y alocadamente se deje manejar por la turbio o por lo vacío o por lo feo. Son esas inconveniencias (la turbiedad, la vacuidad o la fealdad) las que el poeta decide acotar, contra lo que infatigablemente combate para que la belleza, la inteligencia o la verdad prosperen y se manifiesten. Su oficio no es más extraño que el del jardinero que poda las plantas desquiciadas por la intemperie, sancionando las flores muertas, esmerándose en los tallos limpios que se yerguen con los más enjundiosos primores de la sabia naturaleza. </p><p>Las palabras mimosamente seleccionadas son las sencillas, las motivadas por el fin al que se encaminan, el del silencio como expresión de una pureza perdida. Él se juramenta a dar con ese grial eucarístico, aunque el poemario abunde en mística y no condescienda (es frecuente esa dirección, y añado que no necesariamente reprobable) a erigirse como una especie de poética de cuño religioso. El ángel al que alimenta (maravillosa imagen) en Festín, uno de mis poemas preferidos, es la poesía misma que se despliega con esperanza como "un par virgen", con su significado, con su misterio, recabando en su masa primordial la fe, que es argamasa de cualquier propósito que favorezca "un firme crecimiento" hacia la luz. Qué meticulosa esa luz, con qué sencilla elocuencia rompe "el velo de un misterio" (Sencillo bodegón, otro poema formidable) y se encomienda a revelar la hondura de otro. </p><p>Todo en Cómo vencer al ruido desprende una honestidad vital absoluta. El hecho inevitable de que nos acabemos muriendo resulta la más clarificadora, la de más noble utilidad. Porque hay libros de los que se extrae, más que la belleza o la inteligencia, una epifanía, una especie de dádiva, el ojo sencillo que descubre el misterio, la locuacidad de lo que no precisa mayor empeño que dejar que las palabras (las de el poeta en ebria dicción de su léxico) nos hagan comprender "hasta encontrar / la herencia de una huella en la ceniza" (Despertamos). </p><p>Cómo vencer al ruido es también un memorial gozoso de la vida, de esa poética del cuidado, como él escribe, del aplazamiento de lo que la enturbia, ya que no es posible zanjarlo enteramente. La poesía es la herramienta requerida para que todo lo que nos perturba no cale en demasía, ambicioso propósito ése, por otra parte. Hay una música que trae una esperanza, vista como "un pájaro que huye / de la oscuridad" (Eterna epifanía). "El silencio nos hará libres" (Frente al espejo). La paradoja es limpia. Los libros que nos reclaman "apilados en una arrinconada / estantería y cagados de polvo" saben cómo aminorar el ruido, que es un vértigo, que es una fiebre que nos enferma con moroso paciencia, que nos daña con sibilinas (malignas) artes. Vence la memoria, triunfa el tiempo rescatado del fango del aire y del gris de la sangre. No hay libro que no hable del tiempo, pero algunos lo hacen con primores inéditos, como si nos abrieran los ojos a la luz y nos conminaran a que ambicionemos esa quietud con la que el alma se precave contra la realidad. "Para mejor caer / aprende a soltarte" (Caída libre), apostilla con vocación de aforismo. Porque es a la lluvia, de quien debemos aprender, no le importuna su vacío, su danzar loco, su terco oficio, esa costumbre de agasajar al aire con su frescor antiguo y dar a la tierra la viva comisión de su renacimiento. Así nosotros, lectores de barro. Así nuestra fe en el silencio, en el milagro de su misterioso. La semilla alcanzará "el renombre de flor / en un mundo que gire más despacio." (Más allá). Mientras, en la espera, en la inminencia de ese advenimiento anhelado, caemos en la cuenta de que la sed nos hace humanos y damos al agua la consideración de lo divino. Y "hambre / de decir y cantar / cómo crepita esa leña innombrable / que arde en nuestro interior". Es de eso de lo que Jesús Aparicio nos habla: del fuego de un asombro, de la posibilidad de dejarnos arder antes de que las llamas nos abracen y el corazón se rinda. </p><p><br /></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-71679271178331267202024-02-26T08:34:00.000+01:002024-02-26T08:34:06.889+01:00Por qué escribir <p><span style="background-color: white; caret-color: rgb(34, 34, 34); color: #222222; font-family: georgia; font-size: 16px; text-align: justify;">Se escribe para pagar deudas. Hay una voluntad en el oficio de escribir en la que entreveo un pago, una especie de rendición, un dejar escrito lo que probablemente se acabe perdiendo. Por si la memoria malogra ese pequeño prodigio narrativo. La memoria es un libro que, de tan abierto, el viento vuela sus páginas.</span></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-22435298476514593242024-02-25T15:32:00.003+01:002024-02-25T15:32:13.600+01:00Elogio de la pereza <p><br /></p><p><br /></p><p>Contra la idea de que la pereza no es asunto del que alardear está la de que quien la ejerza precisa vanagloria, ese puntito de orgullo que la fortalece y al que más tarde recurrir, siquiera melancólicamente, cuando nada invita a que acoja y conforte, todos esos momentos de agitación y de tumulto que tanto abundan y tanto lastiman. La pereza es una bruma confortable de la que se tiene la impresión de que no se le da el debido desempeño, mucho menos la solemnidad que otras disciplinas de lo humano exhiben. Contra la voluntad de cumplir se encona la de desatender su requerimiento, la de desobedecer, la de concederse un momento (que sean muchos) de pura, legítima y gozosa desobediencia. Me voy a echar una siesta. Haré sangre al sillón.</p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-82650065932055241602024-02-23T18:45:00.003+01:002024-02-23T18:45:30.400+01:00Elogio de la permanencia <p> </p><p><br /></p><p class="p2" style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size-adjust: none; font-size: 17px; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-ligatures: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal; margin: 0px;"><span class="s1" style="font-family: UICTFontTextStyleBody;">A veces es permanecer lo único que cuenta. Hacer que perviva lo desajustado incluso, convenir que el logro mayor al que podamos aspirar sea ser y sea estar. Son los verbos de más fuste de nuestro populoso acervo léxico. Son el sustento de todos los demás. Cualquiera que se haga emerger desde las simas abisales de la lengua será una emanación de ellos. Ser es atribuirse un predicado, una extensión significativa, pie de algo que se precipita con legítima vehemencia, preludio de un festín futuro. Estar es una incidencia, una labor observable por uno, por los demás, en la que concurre la lluvia o el cansancio o la sensación de que se ha vivido algo o el rumor de la tormenta hace que se mire el quejumbroso cielo. Somos por estar. Estamos para ser. La danza de las palabras conjuga el ritmo del corazón. </span></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-60252580272622299132024-02-23T15:48:00.000+01:002024-02-23T15:48:00.605+01:00La poesía, los bares<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixgl9oDf76dmf-Ehc16vpMd3izWNKCUg7YUxsPG0cUZvhAra-kSczneQjaGaL7XKTQQpFkJhSEPQTkIE2Ztjok881qGTyTkxf0tRo_sZGd0eeV3kFigM8PXcv8Mhn5k2ULGnIflUpwK4jwX-vVCqdAH3HeY1gqQ6sbrMnI69iauxGsoi2O_TEh/s2048/417447012_10233358025955176_149539081905974567_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1152" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixgl9oDf76dmf-Ehc16vpMd3izWNKCUg7YUxsPG0cUZvhAra-kSczneQjaGaL7XKTQQpFkJhSEPQTkIE2Ztjok881qGTyTkxf0tRo_sZGd0eeV3kFigM8PXcv8Mhn5k2ULGnIflUpwK4jwX-vVCqdAH3HeY1gqQ6sbrMnI69iauxGsoi2O_TEh/w360-h640/417447012_10233358025955176_149539081905974567_n.jpg" width="360" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjzCntsf9LTM2JWZRdtQganXFtJLpc-Ig0oMEtiutP0jwS4HsZ4qWWfFATEXHnBVxIjZ-fl53KmgGVhnT5kc6vrUfaiNBseeqLHT3LftFgVQ7ihzzJSoLaxVQeODXI1F0w2R7trKs_oNinYdadW5ykpLYEBnv69TGlI7Y5l9XfiPdAJuJtNyw5/s2048/417492621_10233358026275184_6918831010723203175_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1916" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjzCntsf9LTM2JWZRdtQganXFtJLpc-Ig0oMEtiutP0jwS4HsZ4qWWfFATEXHnBVxIjZ-fl53KmgGVhnT5kc6vrUfaiNBseeqLHT3LftFgVQ7ihzzJSoLaxVQeODXI1F0w2R7trKs_oNinYdadW5ykpLYEBnv69TGlI7Y5l9XfiPdAJuJtNyw5/w598-h640/417492621_10233358026275184_6918831010723203175_n.jpg" width="598" /></a></div><p><br /></p><p><br /></p><span style="background-color: white; color: #050505; font-family: "Segoe UI Historic", "Segoe UI", Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 15px; white-space-collapse: preserve;">Recuerdo recitar con voz primeriza, impostada con mala fortuna, probablemente. También la felicidad absoluta cuando el acto concluyó y nos fuimos a los bares. La poesía acaba bien si un bar la acoge. No ha cambiado mucho eso.</span><br /> <p></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-32420824.post-74078468390595718932024-02-22T21:05:00.001+01:002024-02-22T21:05:25.465+01:00El espejo de los sueños <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh29_LX5xe9b6csPS8Mos4W-Kw35hkE7DpRb7ALhblotjg2RbYCjEt-jnp9L-UhPb-Va_X1i-7upnAs9sV6d5hFy0YDuHl7-0BXAptSfqVLRIV6Vo5W-ObjwNU4K_D9lTcCvLEBUmGcJDRPxtLZw1urLTYsteGEhzspA5M35z0015iRnjbAVE7r/s2048/IMG_1865.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1922" data-original-width="2048" height="600" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh29_LX5xe9b6csPS8Mos4W-Kw35hkE7DpRb7ALhblotjg2RbYCjEt-jnp9L-UhPb-Va_X1i-7upnAs9sV6d5hFy0YDuHl7-0BXAptSfqVLRIV6Vo5W-ObjwNU4K_D9lTcCvLEBUmGcJDRPxtLZw1urLTYsteGEhzspA5M35z0015iRnjbAVE7r/w640-h600/IMG_1865.jpeg" width="640" /></a></div><br /> Toda la prensa es amarilla con los años. 38 han pasado de la reseña de mi primer libro. De no ser por él, no es que no hubieran sido escritos los demás, sino que probablemente yo mismo sería otro. No sabemos tampoco quiénes somos ahora. Por otra parte, para qué tanta certidumbre. De cualquier manera, le debo tanto a ese Espejo de los sueños. Siempre en gratitud hacia los que vieron que dentro de mí había un poeta. Debieron mirar muy hondo. Tampoco ahora aseguro que lo sea. Hago poemas, eso puede asegurarse.<p></p>Emilio Calvo de Morahttp://www.blogger.com/profile/02670708838283480230noreply@blogger.com0