5.1.24

Dibucedario socrático 2024 / E de Envidia


 Ilustración: Ramón Besonías 

Se quiere ser en ocasiones otro. Se es otro no siendo ni uno mismo. No sé de mí cuánto de mí hay y qué ajeno, sobrevenido, pujado, invitado adrede a pesar de saberlo impropio. Quién fuera el envidiado, pero maliciosamente nos afíncanos en la envidia, preferimos esa dolencia (ese pecado),
no damos los pasos para emularlo, atribuimos a la suerte su medro y nos solazamos cuando fracasan. El pobre Sócrates anhela la despreocupada felicidad del mochuelo; él, sabio, impone noblemente la pedagogía del trabajo, la de esforzarse hasta alcanzar cierto grado de felicidad y de despreocupación, pero, ay, qué veneno grato el de la envidia, con qué artera dulzura nos conforta. Esa pasión triste que refería María Zambrano, en el fondo, no precisa disciplina: ocurre con mayor frecuencia cuanto más se desconoce quien la practica. El que bien se quiere no cae en ella, no aspira a ser otro, se afana en sí mismo, se gusta sin doblez. Probablemente alguien nos envidiará. Querrá emularnos, dirá de nosotros que no nos merecemos lo bueno que nos pasa, esa paradoja. 

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