Se puede aturdir a quien escucha si no se eligen con cuidado las palabras. Hasta esmerándonos en ellas es fácil convertir la mesura en desatino, el clave bien temperado en loco ruido. El conocimiento del que reconoce no tener propiedad el pobre Sócrates, hoy más digno de lástima que nunca, es el mismo de muchos, todos confundidos en la maraña de lo hueco o de lo muy lleno, tanto da. Abundan las ocasiones en que el diálogo sobre el que se construye ese conocimiento es un hueso pelado o un trozo grueso de carne imposible de despiezar. Las preguntas, tan gratas a Sócrates, no obtienen respuestas porque no se formulan bien. No sirven, no cumplen su cometido. Tan sólo son llamadas para que la conversación no se oscurezca del todo y no se disuelva la reunión, fuegos pequeños que las palabras convienen antes de que la oscuridad lo cierna todo.
28.1.24
Dibucedario 2024 / Q de Qué
Se puede aturdir a quien escucha si no se eligen con cuidado las palabras. Hasta esmerándonos en ellas es fácil convertir la mesura en desatino, el clave bien temperado en loco ruido. El conocimiento del que reconoce no tener propiedad el pobre Sócrates, hoy más digno de lástima que nunca, es el mismo de muchos, todos confundidos en la maraña de lo hueco o de lo muy lleno, tanto da. Abundan las ocasiones en que el diálogo sobre el que se construye ese conocimiento es un hueso pelado o un trozo grueso de carne imposible de despiezar. Las preguntas, tan gratas a Sócrates, no obtienen respuestas porque no se formulan bien. No sirven, no cumplen su cometido. Tan sólo son llamadas para que la conversación no se oscurezca del todo y no se disuelva la reunión, fuegos pequeños que las palabras convienen antes de que la oscuridad lo cierna todo.
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