6.10.22

279/365 Blas de Otero

 


Ansia, anhelo, fulgor para el alma al encuentro de su pura verdad. 


A la palabra le sucede la niebla de no conocer a Dios y solo rozar su eco sostenido en el aire como flecha sin propósito. 


Iba mi alma ensimismada y el río la tentó con sus distracciones de agua. La dejé conmoverse o ella se entusiasmó con su sed de luz y su vértigo de cauce. No es de sangre el fluir loco entre las piedras. 


Mi alma sangra a ciegas y mi boca cuenta las sílabas del miedo. Teme la opulencia de lo oscuro, se duele de la soledad de la carne. 


Soy ese vano lamento con el que se adormecen los ángeles cuando Dios los abandona en los páramos del hombre. 


Todo es altura posible, todo es posesión de lo eterno. Manantial de esperanza serán mis ojos si ocupan la visión de la dicha. 


Siguen los heraldos de la fe apartando la sombra que sola se cierne y a nada escucha. 


Hay un frondor que escala el pecho como una lagartija nerviosa. Si la miro, se desvanece. Si me mira, me desvanezco. 


Oh tú, mujer naciendo de mis manos. Oh mar embravecido con hambre de ceniza. Oh llanto igual que un grito, estoy clamando a Dios y la sed es la palabra más oscura y no tengo con qué decirla. 


No ha de ser ahora ni ayer será más tarde el después que vaticino. Va y viene el tiempo como un árbol de niebla que vacila si encomendar al aire su honda verdad de siglos o adentrar su lengua de piedra tosca en la muda tierra como un muerto con vocación de raíz, como un fuego con perseverancia de sombra. 


Aquí tendréis, en canto y en alma, al hombre hecho acto estremecido de luz, al muerto hecho clausura confiada en sombra. Tendréis al poeta humanamente hablando, al caído, al que gime por vivir tan solo, por la imprecisión del mar, por la desesperación de las nubes. 


Vivir se ha puesto de un difícil que no hay quien lo soporte. Falta a su palabra, dijiste. La vida es de los que la miran de lejos y creen que no va con ellos. Existe el frío y la ciudad se ha cubierto de presagios. No sé la causa del frío. Ni la de sufrir sé, pero aspiro a creer en la vida y sentir de ella su abrazo sin milagros, su claridad sin motivo. 


Creo en el aire, en el hombre y en la palabra. Creo a sabiendas de que aire, hombre y palabra se alejan cada vez que digo aire y lo aspiro y cuando digo hombre y no está y cuando confío a la palabra la entera salvación de mi alma, pero creo en Dios y él es aire y es hombre y es continuamente palabra. 



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