5.3.23

Del decir

 Uno cree decir, armar las palabras, conferirles el rango de lo pensado y propio, pero son palabras prestadas. 

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Una desdicha semántica nos pasea por el mundo.

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 No hay con qué nombrar todo lo que la realidad ofrece. El lenguaje es una tentativa baldía, un rasgar sin ahondar. 

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Hasta el orfebre más apasionado, del que se tiene la idea de que maneja con esplendor las herramientas, flaquea, se desdice; feliz, se conmueve cuando ensambla una palabra con otra con el fin de cincelar una frase de modo que no parezca que nada falte ni sobre, pero basta ocuparse en ella para que unas palabras sean reemplazadas por otras o para que finalmente ninguna prospere. 

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Las lenguas antiguas no son premonición de las nuevas, sino clausura. 

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No creer es imposible. Hasta el incrédulo tiene su altar y su homilía secreta. Le concede a su credo una homilía, le construye un lenguaje y, finalmente, lo elude. La fe se sublima en lo inefable  

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El camino no solo surge al andar. También al leer, también al soñar. 

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El silencio es la invitación primera al entendimiento. Callar no sólo otorga sino que invita a no malograr el silencio. Se abstiene el decir para decir con provecho, pero conscientes de la dificultad de la empresa, hablamos. Escribir es hablar con el agasajo del tiempo. 

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