La edad es siempre cosa de otros. La mía no se resiente si me la echan en cara. No es que la lleve bien, sino que ni se me ocurre llevarla mal. Lo que no tengo es conciencia de que todos esos años sean de mi propiedad. En realidad, no sé cuáles fueron de verdad míos. Andan algunos muy a la deriva. Como si otro los hubiese llevado encima, no yo. La felicidad es una propiedad prestada. Se tiene, se suelta, se aleja, regresa. Todo es bucle. Feliz bucle. Hasta dentro de un solo día es posible comprobar esa montaña rusa formidable de estados de ánimo. Uno cumple años sin que intervenga la voluntad de hacerlo. Los años se persiguen, los días se acumulan. Qué jolgorio. No hay nada que nos distinga de quien ayer era un día más joven. Al tiempo se le encomiendan las cosas que nosotros mismos no nos aventuramos a hacer, pero soy feliz hoy. El año próximo contaré.
1.4.21
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