19.4.21

Libros

Hay muchas maneras de animar a leer, pero ya no es únicamente la importancia de la lectura, sino el hecho mismo del libro. También habría que hacer oír al desatento la importancia de ese objeto. Uno entre otros, pero conteniéndolos y dándoles sentido también. El libro como caricia. El libro como abrigo. El libro como oración. El libro como consuelo. El libro como refugio. El libro como delirio. El libro como madre. El libro como sexo. El libro como droga. El libro como fuego. El libro como bálsamo. El libro como paraíso. El libro como hijo. El libro como Dios. El libro como espejo. El libro como sueño. El libro como hambre. El libro como sed. El libro como alimento. El libro como agua. El libro como temblor. El libro como descanso. No podría uno terminar de inventariar lo que hay dentro de un libro. Está el infinito. Está el amor. Está la vida. Está la muerte. Luego de ellos o a la vez que ellos, está el abrazo. Está la salvación. Está la inteligencia. Está la belleza. No hay otro objeto en el mundo que contenga el mundo entero en su interior. Debería festejarse a diario que haya libros. Lo dice Irene Vallejo en su espléndido libro. Curioso que un libro que hable de libros sea uno de los más vendidos y (sorprendentemente a la vez) uno de los más elogiados. No hay instrumento mejor hecho. Es una extensión de nuestro cuerpo, escribió Borges. Es el más asombroso, de hecho. Es una prolongación de la memoria y de la imaginación. Después de la facultad del habla, la de escribir es la más noble. Después de la facultad de escuchar, la de leer se antoja la más digna. Las religiones se han cimentado alrededor de la aureola mágica de los libros. No sabemos si esos libros sagrados fueron una emanación de la divinidad o son trasunto humano, evidencia de nuestra fragilidad y de nuestro deseo de perdurar y que no todo finalice cuando irrumpe la muerte. La felicidad es un libro. Pensar en que tiene uno un libro a mano hace que la posibilidad de aburrirse no exista. Una de las razones que yo arguyo para explicar mi absoluto idilio con ellos es ésa precisamente: denme un libro y olvídense de mí, no les preciso, no hay nada vuestro que me distraiga. Es tal el prodigio de su hechizo que habría que precaverse ante ellos. Tal vez por que nos aturdan o por que nos hagan perder la poca o mucha cordura que se nos ha entregado o la que hayamos podido ir amasando para sobrellevar el tráfago de la vida. Un libro es una vida alternativa. No es en realidad así: un libro está formado por el arrimo de muchas vidas, aunque semeje una o creamos que es sólo una.

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Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.