Me la imagino así. Digo la barra. No ya libre, abierta a que no se pague la consumición, sino cómplice. Como una casa. Sin entrar al rebaje crematístico. Sin exhibir un exceso de etiqueta. Todo manejado con naturalidad. Las puertas abiertas. O más eficientemente le pedimos a quien sepa hacer esas cosas que retire las puertas y lo haga todo más accesible. Nada de preocuparse por ahora de que se acabe la cerveza o que un inspector de sanidad pida amablemente al de la esquina, el que está agitando el whisky y viendo cómo los cubitos se mueren en ese oceáno infinito, que apague el cigarrillo recién encendido. Ah, se me iba a olvidar escribir que suena Charlie Parker. Lo oigo. Anthropology. Justo ésa. La escuché anoche, poco antes de cerrar el día, y pensé en la barra libre de este antro que acabamos de abrir unos amigos. No debo dejar que el día de hoy acabe sin reseñarlo. Ya saben, barra libre. Charlie Parker ameniza los tragos. Yo estoy disfrutando.
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3 comentarios:
Me podrás creer o no, compañero -libre- de barra, pero también había pensado en Charlie Parker sonando en atmósfera de bruma anaranjada de nuestro "diner". O en Chet Baker, tocando, sentado en una banqueta...Estamos a gusto. Espero que te guste mi sorpresa mañana. Después de mi post, no entraré en nuestro bar hasta el domingo tarde (petit voyage): Me moriré de impaciencia.
¡Venga otra copa, mon ami!
Es que los que somos de bar somos así, Miguel. Y yo lo soy sin negociaciones intermedias.
Chet tocando en una banqueta, con los labios partidos, con la boca rota, con el pulmón quemado, con el corazón encogido por la fatiga y por la química, vale más que mil trompetistas sanos.
Veré tu sorpresa mañana.
¿Hay bebop?
Sírvete un bourbon buenecito.
Os deseo la mejor de las diversiones y confío en que, una o muchas noches insomnes, me sirváis vodka con tónica y una rodajita de limón a un precio razonable. La calidad de la música se da por hecha.
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