No tiene cara de la que fiarse. Da la pinta arrabalera de mafioso fronterizo que hubiese hecho las delicias cinéfilas a Orson Welles para Sed de mal. Él mismo, Welles, se hubiese sacrificado. Hubiese dicho: Bobby, es tu papel, esmérate en el texto y déjate llevar. Sobre todo, déjate llevar. Pero Dylan jamás fue un actor. Tampoco un cantante. Sí fue un trovador, un poeta, un alma atormentada que se reconcilia con el mundo y consigo mismo revisando a diario la piel americana, el atlas provinciano de un país que es como un cosmos para quien sepa navegarlo. Dylan no es de este mundo. Vino a la tierra de las barras y de las estrellas para escribir un evangelio. Quizá por eso se convirtió el buen hombre. No porque viera la luz sino para desprender la suya mejor.
25.4.11
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4 comentarios:
El 11 de julio de 2004 subí a la luna de Córdoba por la escalera de caracol de la voz cascada de Bob Dylan. El eco de su salmodia crepuscular aún resuena en mis oídos. Yo estuve allí, a pocos metros de la historia de la canción contemporánea. De su profeta.
Mi indisposición hacia idiomas foráneos hace que no aprecie en toda su extensión la riqueza de Dylan. Me pierdo su letra, o la pierdo en la traducción.
Disfruté con la película de Todd Haynes, "I'm not there". La búsqueda del hombre tras el autor, tras las capas que deja en el camino.
Me sucede lo que a Ramón Besonías, me pierdo la riqueza poética de Dylan en las traducciones, como me pasa con tantos poetas que no escriben en español. Confío en ciertas traducciones y me dejo llevar en este caso por su voz, por esa cadencia inconfundible que enseguida por dentro pensás, es él, es Bob Dylan.
Nunca tuve ese placer. Nunca es tarde. Dylan tiene cuerda y sus últimos discos son fantásticos. Mejores que los que facturó en los débiles ochenta o en los lánguidos noventa, Miguel.
Su salmodia crepuscular: perfecto. Perfecto.
Es un poeta que no va a recibir (ojalá no) el Nobel, aunque algunos activistas dylanianos lo reclamen. Es un poeta digno, uno de los que hilvana la música y las palabras. Quién dice eso ahora. Vi I'm not there hace un par de semanas en una copia bastarda(filibustera, se entiende) pero más que digna. Necesita un visionado extra.
Es un maestro, uno de los grandes. Se le debe respeto. Nadie le da la espalda. Nadie bromea con Dylan. Nadie lo saca de una posible lista de influencias. Yo lo conocí en Slow train coming, ya ves qué tarde, Pato. Man gave name to all the animals... Luego eché la vista atrás y revisé la discografía esencial, la buena, la perdurable.
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