4.2.09

La duda: Plumas de almohada, dos actores en absoluto estado de gracia y pare usted de contar...




Lo primero que llama la atención en La duda, a pesar de su vestimenta religiosa, es que toda su trama puede edificarse sin concurso religioso alguno. Tampoco es un alegato contra la pederastia, aunque haya indicios que así lo hagan crear. Ni siquiera se trata de una de esas películas sobre la educación a la que Hollywood tanto le gusta acercarse y que han hecho, por sí mismas, un género con un patrimonio específico de tópicos más o menos ajustados a la realidad. La duda, la hermética y limitada película de John Patrick Shanley, es un sincero y sencillo de manejar ejercicio de cine teatral, exento de espectáculo, muy pobre en cuanto a manifestación estrictamente visual, pero convincente y atractivo como vehículo de entretenimiento. Eso sí, el entretenimiento aquí orquestado carece de la pompa de otros productos fácilmente comparables a éste y, en cambio, gana en circunstancia dramática, en un muy inteligente uso del suspense (todo el suspense que una trama tan sencilla pueda aportar) y en la intachable complicidad de unos actores (Philip Seymour Hoffman, Meryl Streep y Amy Adams) que merecen todos los elogios imaginables.
Malos tiempos para la Iglesia, o buenos por estar siempre en el frente mismo de la polémica: el frágil andamiaje de argumentos que la hacen necesaria en esta sociedad es carnaza para guionistas hambrientos, novelistas con ganas de propaganda gratuita y productores de cine necesariamente conscientes de que el público, morboso por naturaleza, requiere de estos jueguecillos de naturaleza moral para aligerar la culpa que supone haberse tragado toda la morralla pirotécnica facturada por la farmacológica industria hollywoodiense, pero en La duda no hay profundidad meramente cinematográfica: se antoja que el formato no acepta el contenido, se entiende que los solventes actores precisan un acomodo escénico que en modo alguno procura el (por cierto muy poco aprovechado) ámbito por el que se mueven los protagonistas. Lo que mueve la trama es la culpa, la redención, la honradez, la intolerancia y la capacidad del ser humano para perdonar y para ponerse en lugar de los demás y entender los motivos del pecado y la forma más pedagógica de borrarlo. Palabras grandes escritas con diálogos ágiles. Y no busque el espectador más. Igual esos mimbres bastan. Al director se obstina en rellenar los huecos que dejan los dos o tres grandes diálogos de la película. Ese relleno lastra lastimosamente el conjunto, y lo arrumba a un grado de entusiasmo menor del que quisiéramos.




Alguna escena que deslumbra (la formada por la creación del rumor-pilar del film, la denuncia en la homilía y el vuelo metafórico de plumas de almohada por los tejados de Brooklyn) no salva al conjunto, que muy estrictamente considerado no ocuparía (con otros actores) mayor hueco en cartelera que la programación vespertina de una cadena privada de televisión, pero ahí están los actores, que son los que mueven al público a las salas y los que (por encima de triquiñuelas técnicas) hacen que el cine todavía despierte emociones y contribuya a que la vida discurra más felizmente. No sé, al cierre de este comentario, si La duda merece entrar en ese pequeño parnaso particular de joyitas entrañables (no hablamos, por supuesto, de obras maestras). Sé que disfruté viendo a Meryl Streep. La disfruto más cada vez. Ella sola conduce la película y justifica la hora y media de reclusión en la butaca.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy de acuerdo con usted. La película es poco cine y demasiado teatro. Texto sólido, pero a mí no me provocó especial escalofrío, salvo algunos planos de la Streep, quien, por cierto, y a mi pesar, aquí bordea la sobreactuación. Es actriz demasiado técnica, y eso se nota a veces.

La típica cinta que aprueba por la profesionalidad de sus actores, pero, como bien dices, digna de una sobremesa con pantunflas y guatiné. Mediocre, aunque tendrá su público...

Un saludo.

Anónimo dijo...

Uy, por cierto, me olvido de esa presencia fugaz pero contundente de Viola Davis, la madre del niño penetrado por la gracia divina...Sólo le bastan 5 minutos para zamparse a la Streep...y a palo seco.

Anónimo dijo...

Muy atento a la sugerencia de comentar "La duda". Muchas gracias! Se lo sugerí porque es de esas películas de las que se necesita hablar después de verlas y escucharlas. Al menos yo salí del cine con alguna pregunta que todavía me ronda..
Qué pretendía el director? Sembrar la duda?. Si no era más que eso me resulta pobre la intención. Nada más que un juego de lucimiento en en el que al final volviéramos al principio? La monja llora, en el final, porque duda. La duda del sermón -principio- es liberadora por asumida. Pero entre una y otra, la del espectador, a la que no pongo adjetivos.

Pero hay dos asuntos para mí con mucho calado moral.
1.-Que la monja, con una mera convicción subjetiva, y porque sospecha que entre "ellos" se taparán, condene( hasta no importarle su propia condena) a quien ella ha juzgado y sentenciado. Moralmente el "fín nunca justifica los medios". Nunca. Luego esa actuacion no tiene nada de cristiana.
2.- el diálogo de la madre con la monja me parece digno de un óscar por la interpretación y por sí mismo. La madre "acepta" hasta junio , algo que" a muchos chicos no les importa demasiado"... Porque el sacerdote se preocupa de él y en el otro instituto casi lo matan ...
Con este asunto ella hace de tripas corazón, y piensa en el animal que tiene en casa el chaval: un padre que no acepta lo que el hijo es y le maltrata con crueldad. La madre acepta, en el caso de que "eso" fuera verdad, un mal, que ella considera menor, para su hijo.
Pero injusto todo, se mire por donde se mire.

Y yo sigo pensando... Pero lo que me duele es lo que siento.

Anónimo dijo...

A la Streep le han dado tantos palos que ella optó hace tiempo por cargarlos sobre su espalda. Y se nota. Se nota que el tiempo la ha hecho ganar en profundidad. Capote la llamaba "ojos de gallina" y ella no lo negaba. Capote era un genio y era un imbécil también. De Philiph Seymour Hoffman poco puedo añadir. Me encanta este tío. Y él fue Capote hace pocos años. El azar, Emilio. Las señales...

Emilio Calvo de Mora dijo...

Meryl Streep salva un film, menos Mamma Mia, claro. Los grandes actores se vician en tics y alcanzan un grado de perfección en el que ya no es fácil renunciar a esas licencias de profesional absoluto. Le pasa a Pacino y a De Niro. Pienso en la última cosa que hicieron y ya se me estropea el jueves. Saludos, Tomás. Ah, Viola Davis. No tenía el gusto, y ya lo tengo. Se medio zampa a la Streep en tres minutos o en cinco, no sé. Merece alturas.

Una de las funciones del arte, el cine, aquí, es generar interrogantes. El director, y autor de la pieza teatral correspondiente, es el encargado de aportar los elementos que suscitan las dudas. El resto, acumulativamente, es cosa del espectador. A sus criaturas las pone en un terreno en donde las certidumbres son frágiles y a la hermana que interpreta Meryl Streep le da un papel determinante, porque es al tiempo la que no transige y la que, al final, deja abierta la puerta a considerar que ha errado. Como la vida misma. ¿o hay alguien que maneje, desde la razón, certezas absolutas? Otra cosa es la fe, que es una construcción enteramente personal y a la que no es posible acceder desde fuera para modificarla. Al menos la fe firme de quien la posea. El rol de la madre cuyo hijo está en el punto de mira de todos es capital en la cinta, y por supuesto que es injusto... Totalmente de acuerdo. Saludos, Carmen.

El azar. Acababa de ver La duda cuando abro mi página y Carmen, que entró y comentó otro post mío, me dice si he visto La duda y que, en fin, si podría escribir algo sobre ella. Justo acababa de verla. No es una señal: es La Señal. Nos convertimos a esta religión. Con materiales más endebles se han construído, amigo mío, religiones a lo largo y ancho de la Historia. Abrazos múltiples. ¿Y esos achaques atléticos?

Anónimo dijo...

Entro, amigo emilio, por primera vez en tu página y precisamente me topo con la peli que estoy deseando ver. Ya me he leído la crítica y no sé si se me han quitado las muchas ganas que yo tenía. Ya hablaremos. Sigue con esto, que es una buena cosa, hombre. J.

Anónimo dijo...

Emilio, yo también creo en las señales !! Podríamos hablar de eso largo y tendido. Lo he estudiado un poco ( soy filósofa de carrera) Y ahora no lo voy a contar , pero también yo entré a tu blog por algo especial.
Y me alegro.Sólo leo dos.
Pero un último apunte: Es cierto lo que dices de que la razón tampoco nos da certezas absolutas. Todos convivimos cotidianamente con fe y tenemos que echarle fe a muchas cosas de la vida . Y no hablo de la fe religiosa.

Y la fe religiosa, la fe en Dios convive con la duda siempre. Porque si la fe fuera certeza ya no sería fe.

Mi fe es vacilante pero ya dije que entre una y otra decisión yo apuesto por la esperanza. Porque creo, aunque sea difícil vivirlo , que es el amor el que da sentido a nuestras vidas. Un amor que es algo más que una aventura del corazón...

Anónimo dijo...

Más curitas, más monjas, más polémica, más jartón de cosas importantes.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Hablaremos, J., pero tal vez mejor sabes con quién voy a hablar, ¿no crees?

Nada da certezas absolutas, Carmen. Ni la fe ni su falta. En los dos lados del camino hay descerebrados, fanáticos y también gente noble y abierta, esperanzados y llenos de vida.

Paco, te pasas...

Anónimo dijo...

No la vi como debiera verse pero me gustó el duelo, claro, y poco más. Rafa

Emilio Calvo de Mora dijo...

Rafa, el duelo es lo mejor, aunque hay una ambientación muy correcta y un gusto a teatro que agrada... Aunque no esperes una obra Maestra. No la hay.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.