16.2.09

Resistencia: Historias de la Historia


Concedí que Resistencia iluminara mi parco conocimiento sobre la diáspora del pueblo judío, quintaesencia de la resistencia misma, y asistí a la oscura sala de cine imbuído por esa vocación pedagógica. No sé que leí o no sé qué vi en la prensa del ramo (la cinéfila y también la generalista) para sospechar que la historia de los hermanos Bielski, convertidos en los Schindler de Bielorrusia, pudiera remediar esa carencia. No ando por la vida a la caza de oráculos y el cine, al que le encomendamos en ocasiones más cometidos de los que deberíamos, no tiene entre sus funciones primordiales educar, aunque en ocasiones lo haga eficazmente. Si uno sale con un mayor poso de cultura, mejor que mejor, pero basta que el rato invertido entretenga y si esa distracción, aparte de procurarnos un par de horas de limpia evasión, también nos entregue (en el mismo pack, en la misma cantidad de míseros euros) algo de formación.
No espere el amable lector de esta página que Resistencia ilumine nada. La diáspora del pueblo judío necesita otra inversión de Hollywood (o de Bulgaria o de las islas Seychelles) para que el espectador del siglo XXI posea una visión de conjunto (desafectada de odios, aséptica, objetiva) sobre el dolor de una nación diseminada por la ancha y ajena geografía que los ha ido acogiendo. Zwyck, que no es un director que haya hecho nada que merezca admiración, aunque sea un respetuoso orfebre de la mediocridad, acomete Resistencia con la idea de estar escribiendo Historia. Y ahí marra. Lo contado no conmueve, no produce zozobra, no establece ningún vínculo fiable entre los damnificados (el pobre pueblo zarandeado, la llana ciudadanía que asiste a la barbarie de quienes deciden por ellos y deciden mal) y los espectadores, que son una raza aparte y vive plácidamente el genocidio en su butaca, distanciadamente sensible, comprometido con la causa pero sin que ese compromiso le robe un minuto del tiempo que ha dedicado a asuntos de más trascendencia. La sociedad moderna es un modelo estajanovista de indiferencia. Vivimos felices y vivimos al día: lo que haya pasado en el pasado pertenece al pasado y no hay motivos en la rutina periodística reciente para pensar que estas historias de fracasos y de miseria pueden comprometer nuestro aburguesado tránsito por la vida.
Resistencia ilustra un episodio penoso (uno más, uno remarcable) de la Segunda Guerra Mundial, pero renuncia a buscar causas y se limita a exponer (con cierto desperpajo visual) azares. Las causas requieren talento; los azares tal vez únicamente osadía. El cineasta que se deja engolosinar por los motivos de lo que cuenta suele conmover; el cineasta que no alcanza o no quiere alcanzar ese grado de involucración suele (en el mejor de los casos) asombrar. De la conmoción al asombro hay mucho camino y ahí podemos encontrar cine de calidad que, sin abandonar la belleza del cine como espectáculo visual, también indague en el interior y no promueva visiones epidérmicas sino que hurgue y acceda al interior.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por hacerme ver, mediante tus palabras, que este productillo no merece ser visto (al menos abonando la consabida cantidad en taquilla)...lo tenía en la recámara, pero hay mucho y mejor cine que visitar, y poco tiempo...

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