21.2.09

Slumdog millionaire: El chico del te, Carlos Sobera, Charles Dickens, Pier Paolo Passolini y todos los demás...





Carlos Sobera. Charles Dickens. Pier Paolo Passolini. Marshall McLuhan. El mérito de Slumdog millionaire es que el espectador de Ucrania sienta los mismos zarandeos emocionales que el de Bolivia. A todos nos une un Carlos Sobera y todos tenemos en el corazón un Oliver Twist. Danny Boyle factura un ameno descenso al sótano de la globalización: se olvida de los tics occidentales y filma a dentelladas, cubriendo el aire con el nervio fugitivo de un artista firmemente convencido de la trascendencia mediática de su obra. Detrás del zoom está la realidad. Debajo del píxel están los académicos de Sunset Boulevard dispuestos a zanjar cualquier discusión sobre la inconveniencia, la impertinencia o la intrascendencia de este nuevo hijo del mercado comunitario. Lo que disgusta de esta sublimación de lo exótico es que, sin merecerlo enteramente, barra, como suele decirse, y abisme a sus competidoras (me falta por ver La boda de Raquel, pero las otras tres -Benjamin Button, Nixon/Frost y The reader - son indiscutiblemente superiores) al olvido. Sólo puede quedar una. En eso quedamos todos los años.
La apuesta de 2.009 es un tramposo maratón de cuentos cortos que han sido hilvanados con muy notorio encanto para que el espectador perciba un todo compacto, novelizado, alargado hasta su predecible y ramplón finiquito. En lo demás, en la memoria final de las cosas, quedan escenas sueltas que exhuman cine muy bueno (en general todas esas historias que explican la sapiencia del concursante) al que lastran las sensiblerías de costumbre. El amor, que mueve el cielo y las estrellas, como quería Dante. El amor por encima del azar. Love over gold. Como aquel estupendo disco de Dire Straits tan escasamente comprendido. Escribo a dos días de que los pronósticos se cumplan. Tampoco pasaría nada. Es cine. Peor es la crónica de la pobreza que ese cine en ocasiones arroja al desprevenido consumidor, que está arrebujadito en su butaca de siete euros, a la espera de que los títulos de créditos (éstos bailones, desconcertantes y francamente recomendables) le empujen a la calle a comprobar si es verdad que los sueños existen.
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque sea un claro apócope del cine de Bollywood (su último tercio) o navegue en más de un cliché (la crítica lo llama pornografía de la pobreza) yo le perdono los defectos. Al menos es fresca, entretenida y posee una brillante primera parte. Porque visto lo que se presenta a los Oscar, no hay demasiado que rascar. Aunque se los tilde de grandes, el de Seven, por ejemplo, aburre por momentos y sólo se le puede ensalzar el gran trabajo de maquillaje. Además de aportar muy poco de lo personal al cine, todo está ya visto. El de Trainsporting... quizá esté sobrevalorado (seguro que sí), pero dado lo que hay, ENTRETENER, deja de ser objetivo de segundo orden.

Como yo lo veo, claro...

Saludos!

Anónimo dijo...

No lo sé, Emilio. Dudo seriamente sobre la existencia de los sueños. Esta madrugada tengo previsto ir a ver el Benjamin Button de David Fincher. Y me da cierto miedo, porque la novela de Fitzgerald me encanta. La de Danny Boyle tendrá que esperar pero caeré, supongo. Cosa del tiempo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

No tiene defectos terribles. Ninguno, en mi opìnión. La frescura es la que tenían las películas de Passolini, éstas de más trascendencia, más alicatadas de cultura popular. Entretiene, y mucho. Mi hija la vio anoche y disfrutó. Es universal, en lo que cuenta, pero no es la mejor película del año como muchos pregonan. No lo es. Gracias por el comentario, Babel. Nos leemos.

Los sueños existen; escribir es una manera de darles salida, de contarlos. Benjamin Button me encantó, me dejó sinceramente ko en la butaca. Conozco gente, muy, muy cercana, a la que dejó ko, pero de tedio. No he leído el cuento sobre el que está basado el film. El cuento, creo, está tomado de una cita de Mark Twain. Saludos, my friend.

Emilio Calvo de Mora dijo...

No tiene defectos terribles. Ninguno, en mi opìnión. La frescura es la que tenían las películas de Passolini, éstas de más trascendencia, más alicatadas de cultura popular. Entretiene, y mucho. Mi hija la vio anoche y disfrutó. Es universal, en lo que cuenta, pero no es la mejor película del año como muchos pregonan. No lo es. Gracias por el comentario, Babel. Nos leemos.

Los sueños existen; escribir es una manera de darles salida, de contarlos. Benjamin Button me encantó, me dejó sinceramente ko en la butaca. Conozco gente, muy, muy cercana, a la que dejó ko, pero de tedio. No he leído el cuento sobre el que está basado el film. El cuento, creo, está tomado de una cita de Mark Twain. Saludos, my friend.

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