13.6.08

Guantánamo existe


Hay argumentos medievales que triunfan en la corte del siglo XXI. Guantánamo era un limbo medieval en la sociedad de la banda ancha y de las galas de la MTV en alta definición, pero he aquí que el Supremo de los Estados Unidos declara solemnemente que el infierno es un estado mental que se inventan los hombre de fe cristiana y que no hace falta escenificarlo en Cuba. El Supremo, en un acto sublime de coherencia jurídica que llega tarde, pero acaba llegando, desmonta la anomalía geográfica o topológica o cartesiana de esa base americana donde los prisioneros de guerra eran vejados a la humillación más absoluta (con independencia de los crímenes cometidos) y donde los derechos humanos, esa carta formidable que sólo leen los pobres y que causan urticaria mental a los que manejan las finanzas, eran un cuento chino o cubano, un instrumento razonable, pero de dudosa ejecución por las consecuencias terribles que contrae hacer el bien por encima de todas las cosas. Así que Bush se traga el fallo de 70 páginas en donde un juez, Anthony Kennedy, más independiente que clarividente, sentencia que no es razonable ni defendible un gulag en el corazón de las barras y estrellas. Añade (imagino) la figura trascendente de la vergüenza de un país que se ha cegado en la violencia y en la venganza tras la barbarie del 11-S, pero Bush, que ahora comadrea con Berlusconi, se pasa por todos los forros el acta de los jueces y disiente en su calidad de César Magnífico. Nada nuevo bajo el sol de la infamia. La Historia está llena de confinados sin derechos, sujetos al albedrío vengativo de quienes consideran que pueden subir o bajar el pulgar y sentenciar con ese minúsculo movimiento la vida de un hombre. Ni Obama ni McCain, los presidenciables, comparten con Bush su mesiánica concepción de la venganza. O simplemente son más cautos, más ladinos y han sido convenientemente untados de protocolo y saben que en estos tiempos no pueden pisotear de forma tan infame los Derechos Humanos. Yo no entiendo a los políticos. Ni a los aupados al escalón más alto ni los domésticos con los que tomas un café o con quienes has crecido y compartes vicios y hasta borracheras. En el fondo, la noticia de que Guantánamo empieza a existir en el momento en que va a ser clausurado evidencia el terror absoluto de este siglo cabrón en donde no es posible, pese a los hallazgos de la democracia y a los prodigios del raciocinio humano, confiar en que las leyes te defienden y no tienes nada que temer si eres inocente. Incluso si no lo eres.

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