11.6.08

Enfrentados: Peckinpah poético

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Si esto es un western, habría que convenir que el género no ha muerto, a pesar del acta de defunción que algunos pretenden. Aunque quizá Enfrentados (Seraphim falls, más líricamente en su original) no se ajuste al patrón clásico y derive en una pieza de innecesario encasillamiento formal y se afilie sin rubor a un subgénero de reminiscencias clásicas, que igual conviene al thriller que al western y que se resume en la primaria idea de la supervivencia y de la caza, de la muy agreste y honesta convicción de que el ser humano es una criatura fascinante, capaz de erigir monumentos a la belleza y a la inteligencia pura y de hocicar en la venganza sin atender a ningún rasgo noble ni hermoso.
De eso precisamente trata Enfrentados: de la noción rústica de la caza como primer mandamiento del hombre primitivo. La cacería humana que se explicita en el film da la posibilidad de que el director, David Von Ancken, un tipo curtido en seriales televisivos estilo C.S.I. y similares, haga un logrado ejercicio de contención narrativa porque en ningún momento (o casi en ningún momento) se advierten licencias excesivamente comerciales y los episodios que salpimentan la historia del perseguidor y de su perseguido abundan en cuidados rasgos morales, en una especie de reivindicación del western como género eminentemente didáctico (ya se sabe: la forja de un país, la biografía mitificada de sus primeros colonos, la reverencia por los espacios vírgenes y los sentimientos universales) .
Enfrentados es (también) la colosal evidencia de que un buen guión no requiere alambiques narrativos innecesarios sino que puede brillar (y aquí hay brillo ) por encima de los giros argumentales, tan recurribles para conseguir el impacto que cubre la ausencia de una mínima limpieza literaria exigible.Pero hay más o este cronista de sus vicios disfrutó con más ingredientes de los que, a priori, esperaba: Enfrentados es una preciosa fábula sobre la redención y un descarnado ensayo (disfrazado de prosa novelada) sobre los efectos tardíos de la barbarie y como sabemos que todavía la barbarie campea a sus anchas por rotativos y campos de maíz del mundo, la película se ve con un punto de complicidad moral mayor.
La sorprendente (y plásticamente perfecta) conclusión del relato ofrece una felicidad inesperada, una en donde lo onírico y lo real se mezclan a beneficio de la trama, que no es cosa de revelar en esta reseña. El amable lector puede recusar la invitación y sostener que el western pasó a mejor vida, pero pocos géneros tan dúctiles y válidos para ejemplificar conflictos emocionales y, al tiempo, entretener con sabiduría y artesanía. Que se lo cuenten a Ford. Como añadido, por si todavía hay alguien que no se haya obligado a dejarse llevar por esta invitación, contar que la fotografía es una obra de arte, un delirio estético que aprovecha el panorámico y la luz al máximo. Liam Neeson y Pierce Brosnan exprimen las muchísima vena dramática de sus personajes. El ya para siempre ex-agente Bond luce, en mi opinión, como un actor sólido, consciente de que las etiquetas son difíciles de borrar, pero tozudo en evidenciar que esta es la mejor manera de hacerlo.




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