La historia se resuelve ya en el tramo inicial: el resto del metraje es el consabido inventario de condolencias y pesares, el vértigo de la pérdida y toda esa literatura luctuosa que acaba por imponerse siempre cuando alguien nos abandona. Nace el niño y, en lugar de las albricias y los júbilos, los amigos y hasta la familia dan el pésame a los progenitores. Lo sentimos en el alma, le dicen a la madre, que en ese momento, ubre salvaje, nutricia, lo amamanta con alicaído gesto ( el parto fue azaroso ). Exceptuando el tramo de la Primaria escolar, aceptadamente erigido como el periodo de vida más feliz, la zona menos problemática, la más festiva, la más inocente, la vida es un fracaso. La asolan tempestades varias, la despiezan tempranamente y, en el trajín de la sangre, en el fragor de la inevitable refriega, uno van conformando, con triste evidencia de que todo va a ser en adelante decadente y gris, el argumento de la vida. Se encuentran en este calvario goces inesperados: canciones de aquí y de allí, una puesta de sol bellísima o un polvo en el camino. Luego está el amor al hijo y el amor de padre, el amor a la rutina y el amor a ciertos vicios que nos van aderezando, frívola, heróicamente, el tráfago hasta el hocicamiento final. Y no olvidemos el trabajo y cómo saber llevar esa cruz cuando la espalda está devastada por otros pesos también inevitables. Inventario improvisado: hipotecas, colesterol, ETA, cayucos y hambre, afganos en prime time, niños de la calle y putas en el rellano. La espalda es que también tiene una voz, que se queja, claro, y hay que darle oídos. La fe tampoco ayuda: o ayuda lo justo. La fe es la golosina, el tesoro del pirata en la isla del Caribe, pero es mentira. Es todo un decorado. La fe es la inteligencia chantajeada, la razón fracasada. Si tú haces esto y haces aquello vas al cielo, que es un sitio con derecha del Padre y ángeles sin sexo que huelen a algodón de feria. Y el cielo, ahí queda eso, sigue con borrascas, con chubascos, con sol terrible en Agosto y lluvias romanticonas en camas de matrimonio. La fe es el invento máximo, el crack de los inventos. Habiendo fe, todo mal es menor: o no existe. Todo así escrito con muchísima letra pequeña. El hombre se hace y se deshace a diario: se monta y se desmonta cual mecano. Es mentira la noticia de que todo va a terminar por encajar y que por fin miraremos el puzzle del mundo. Hay piezas defectuosas siempre. La fábrica coreana está desde hace tiempo con amenaza de despidos masivos y el entusiasmo de los obreros es nulo. De ahí vendrá el material inútil. Aunque bien mirado, la vida es maravillosa y toda la morralla pesimista de los días grises queda en nada o en muy poco cuando una melodía nos llena, cuando un verso nos conmueve, cuando abres la ventana y observas dos pajarillos haciendo galanteos en un cable de la luz. No tiene uno palabra ni para mantener unos sentimientos. A pesar de que hoy me he levantado con la sonrisa puesta y nada en el cielo presagia pesares ni achaques tengo la certeza de que algún telediario reventara este primitivo estado de ánimo. Y tampoco es cosa de no encender la televisión. Vaya a ser que pase algo gordo y no me entere.
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4 comentarios:
He tenido la página desatendida un tiempo pero veo que está usted pesimista en sus ultimos posts... A ver si nos animamos, hombre.
Es duro septiembre, pero no para tanto.
También yo espero (con mi ánimo hundido) no haber contribuido a promover esas ráfagas de decaimiento que tratas de espantar, Emilio. Decía I.A.L Diamond, guionista perfecto (y olvidado por tantos) y complemento ideal de Wilder, que cuándo se sentía triste, mientras se hallaba inmerso en plena construcción del guión de una comedia, le pedía a su mujer que recortase las malas noticias aparecidas en el peridico con el fin de evitar que le afectasen. En ese sentido, mantener la caja tonta apagada durante todo un día no me parece una mala decisión. Yo llevo casi un mes sin ver apenas televisión y sin leer. Tan sólo he visto dos películas en pantalla grande en este periodo de tiempo. Una de ellas, incluso, difícilmente podría considerarse película por aquellos con más de una neurona en funcionamiento. No sé si soy más feliz, pero al menos no estoy peor. La cuestión es que el tiempo sigue su curso, aunque tu no te preocupes por aprovecharlo. Y eso sí que jode. La otra alternativa es la táctica Bilardo, aquel narigón metido a entrenador de fútbol que ganó un mundial con la racanería y la puerilidad por bandera. Decía él, que cuándo se sentía deprimido gustaba de visitar el ala de enfermos crónicos de un hospital. Sólo entonces, tan compararse con moribundos y terminales, recobraba la energía. Dudo que fuese consciente, al contar semejante bajeza, del retrato de sí mismo que ofrecía a los demás.
Creo que tu propuesta (escuchar música, leer versos, abrir ventanas) es preferible. Siga con la terapia hasta experimentar mejoría.
Usted, Alex, me preocupa más. Ignoro qué le afecta, pero se agradecen sus comentarios, mejor, su estancia en la página. Siempre un abrazo. Mi quejumbre es real, una especie de agotamiento de lo real. Algún psiquiatra convendría razones de peso. Yo prefiero la rama creativa. Estoy sobrealimentado. Saturado.
Pero me vacío en la escritura. Todo lo que hago se hace rico y a mí me deja pobre, escribió Rilke. Yo lo invierto. Me curo mientras escribo. Ánimo.
Hijo de tm, alegría por recuperarle. Septiembre no es enteramente la causa. O tal vez no hay una causa, sino un conjunto de causas. Nada que no solucione un disco de blues que me acabo de agenciar y que promete placeres para mi lujurioso ipod y mis paseos rurales.
La piel debe ser dura, Emilio, ya lo dijo Truffaut. No hay motivo para la preocupación, al menos en lo referente a mi persona, pero se agradece tu generoso gesto.
Sigo por aquí, por supuesto.
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