Hasta ayer Birmania era un país asiático de escasa relevancia geopolítica o tal vez esa aparente normalidad sea fruto de la violenta Junta Militar que no quiere el concurso de potencias extranjeras en el gobierno de su pueblo, pero la economía ha arrojado al pueblo a las calles, encabezados por monjes budistas. Más parecen sindicalistas que reflexivos hombres de fe. El hombre tumbado en el suelo, cámara en mano, murió mientras se tomaba la foto. Lo han difundido con morbosa elocuencia todas las televisiones del mundo. No creo que la televisión birmana se haya hecho eco. Lo que va a perdurar es la foto robada. Porque al reportero japonés
Kenji Nagai, le han birlado la foto que él hubiese deseado hacer. Así es paradójico es el mundo. A partir de hoy Birmania es un país asiático con un ejército represor atrincherado detrás de sus armas. El pueblo, el sacrificado, se escuda tras el activismo noble de sus próceres espirituales. Todo lo ha desastrado el alza en los precios del combustible, pero es lo mismo. La espoleta de la revuelta pudo provenir de cualquier otro asunto: la sanidad, la educación, la censura. Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en arresto domiciliario desde 2.003, es el símbolo del progreso amordazado. El fotógrafo japonés es la imágen que va a dar munición a la prensa para que la ONU tome cartas. China, en voz del lider opositor democrático y ganador de las últimas y silenciadas elecciones generales, abastece de armas a los militares, concede préstamos al Estado y vigila que el vecino no se subleve y le haga incómodo la primacía política en la zona. Además hay gasoductos. Será por eso el alza en los precios del combustible. Por más que uno lea y por más que se apreste a escuchar no se sacan conclusiones válidas. Nos quedamos con la fotografía. Con su brutalidad. Con el incendio en la retina cuando recordamos el asesinato en sangre fría, grabado y normalizado, convertido en mercancía de youtube y en portada de la prensa prestigiosa de Occidente. Parece el primer capítulo. EE.UU avisa de una más que real escalada de la violencia en Birmania. Habrá más fotos.
Kenji Nagai, le han birlado la foto que él hubiese deseado hacer. Así es paradójico es el mundo. A partir de hoy Birmania es un país asiático con un ejército represor atrincherado detrás de sus armas. El pueblo, el sacrificado, se escuda tras el activismo noble de sus próceres espirituales. Todo lo ha desastrado el alza en los precios del combustible, pero es lo mismo. La espoleta de la revuelta pudo provenir de cualquier otro asunto: la sanidad, la educación, la censura. Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en arresto domiciliario desde 2.003, es el símbolo del progreso amordazado. El fotógrafo japonés es la imágen que va a dar munición a la prensa para que la ONU tome cartas. China, en voz del lider opositor democrático y ganador de las últimas y silenciadas elecciones generales, abastece de armas a los militares, concede préstamos al Estado y vigila que el vecino no se subleve y le haga incómodo la primacía política en la zona. Además hay gasoductos. Será por eso el alza en los precios del combustible. Por más que uno lea y por más que se apreste a escuchar no se sacan conclusiones válidas. Nos quedamos con la fotografía. Con su brutalidad. Con el incendio en la retina cuando recordamos el asesinato en sangre fría, grabado y normalizado, convertido en mercancía de youtube y en portada de la prensa prestigiosa de Occidente. Parece el primer capítulo. EE.UU avisa de una más que real escalada de la violencia en Birmania. Habrá más fotos.
1 comentario:
La víctima japonesa es la victima mediática. Los ciudadanos de la comunidad birmana, veinte casi,creo, no salen en la foto.
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