Road movie: el sol abrasa la cabeza de Travis, que lleva un sombrero ridículo y un traje de ejecutivo triste y desaliñado. No sabe quién es: como casi todos. Está solo y fatiga el desierto despojado de heroísmo, desafectado de esa épica viril de los que regresan de la nada, del infierno, para resolver las incógnitas que no despejaron antes de la fuga. El infierno es también la ciudad y el neón de sus sueños: Travis, un incomensurable Harry Dean Stanton, es un John Wayne amnésico, un pistolero pacífico que busca la recompensa clavada en el árbol, ese tipo taciturno, quemado por una vida burda y patética, pero conjurado a encontrarse de nuevo y a recabar los hilos que no anudó y que todavía son agitados, ajenos a la biografía de su dueño, por el viento cancerígeno del desierto de Texas. Errático, no viaja por la tierra, no ocupa veredas y caminos, moteles cutres de carreteras secundarias y paisajes abismales que parecen no consolar la vista jamás: lo que hace Travis es andar hacia dentro, descubrirse en su estajanovista periplo de ciudadano puro y fascinado por la incertidumbre de no saber. ¿ O es que nosotros, aparentemente cuerdos y dueños de nuestros destino, sabemos quiénes somos ?
Film escasamente dialogado salvo en su tramo final cuando verdaderamente las palabras son precisas. Antes, durante el viaje de Travis hacia su redención, hablan las imágenes, que son portentosas como pocas veces hemos visto en el cine reciente.
Alrededor, como un manto de serenidad, la música de Ry Cooder, una banda sonora fascinante que se matrimonia a la perfección con la historia de pérdidas y de fracasos, de azar y de perdón que Sam Shepherd, un autor muy injustamente infravalorado, adapta para que Wenders haga su mejor película. Una Obra Maestra del Cine.
6 comentarios:
Travis está perdido y perdido seguirá, como lo estamos todos, Emilio. O casi todos. Personalmente, cada día que pasa más cercano a él me siento.
Corroboro cada una de tus palabras y si algún pero debo poner (y disculpa la osadía) es que califiques con estrellitas lo incalificable. Lo lamento, soy un enemigo acerrimo de tal uso que soporto de buen grado en amiguetes virtuales como Cineahora o en tu caso.
No creas que Sam Shepard es poco valorado. Al margen de los premios logrados, que no son pocos, mueve una legión de admiradores considerable con cada uno de sus nuevos trabajos. Personalmente le considero brillante.
Y ahora, voy a colocar el icono Travis antes de que se me pase. Increiblemente no figuraba en mi lista. Agradecido por el posit virtual, Emilio.
Osadía disculpada, por supuesto: no sé si es una buena costumbre o no eso de poner estrellas a las películas... Es una aberración, tal vez. Pero me complace a veces jerarquizar, hacer compartimentos; a lo mejor tuve un antepasado miembro de concursos de belleza y decía: 10 puntos a la rubia con las tetas gordas... 7 a la canija...
Es broma...
La canícula canalla, que me devasta el tino.
Lo de Sam Shepard también ha sido un regalo semántico por mí parte. Sí que es conocido. No he leído nada suyo, pero sé que es novelista. Sale en una antología del cuento americano que prologa y selecciona Richard Ford que editó el Círculo de Lectores, creo, y que leí de cabo a rabo el verano pasado a pie de sombrilla.
Más incontinencias verbales: he leído su relato, claro. El de Shephard, claro. Digo novelas, ahí no alcanzo ya a seguirle.
Me quedo con la música de Cooder, que me acompañó durante mucho tiempo en una cinta tdk hecha polvo en mi coche, hecho polvo también, cuando hacía montones de kilómetros diariamente de jaén a ciudad real. La película es estupenda, pero no me llena como para decir que es una obra maestra.
Yo también con la música. Siempre en mi cabeza. Me ponía triste solo de recordarla. Y cuando estoy mal siempre salta como un muelle. Signo de que algo malo está pasando dentro de mi.
La música de Cooder es estupenda. La película va pareja. Además es una banda sonora perfecta para lo que la película narra y no siempre es posible decir eso de la simbiosis score-film
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