Metido en faena, conjurado a sacar algo positivo de este bodrio de inspiración acústico-imbécil - es la primera vez que matrimonio esos dos adjetivos, quizá no la última -, White noise 2: La luz escapa de la morralla de intención terrorífica que cubre las expectativas de muchos adolescentes aborregados y ávidos de las emociones fuertes que los liberen de su insípido ocio de consolas de última generación. No hay barbies de pecho generoso que huya de un psycho-killer espasmódico. No hay héroes de acné incipiente que basculan entre el amor a la presumible víctima y la censura de sus impulsos venéreos. Por eso esta cinta veraniega nos instala en un estadio superior: el del adulto escasamente exigente que se siente cómodo en el rol de consumidor compulsivo de todo lo que tenga vocación sobrenatural. Da igual que acudan fantasmas de medio pelo, conjuras esotéricas o secretos merovingios ocultos en un sótano durante, al menos, mil años. La literatura abastece sobradamente de estos ejercicios frívolos de estulticia histórica. He dicho literatura y quizá debería haber usado otra palabra menos noble. Algo similar sucede con el cine. No tengo duda de que esta película es cine, por supuesto, pero está tan descaradamente facturada para su consumo y tan alejada de parámetros artísticos que habría que ir buscando otro vocablo en el que alojarla. Cine, cine entendido como algo inteligente y hermoso, no hay o tal vez yo no haya tenido el día más apropiado para apreciarlo y, en efecto, el cine verdadero discurra por alguno de sus fotogramas y a mí, qué le vamos a hacer, me pilló bostezando, cerrando levemente los ojos, pensando en otra cosa, en amigos que no veo hace tiempo o en la de tiempo que hace que no piso un museo, pongo por caso.
Esta historia de premoniciones y de sustos auditivos más o menos logrados no tiene corazón ni alma. Tampoco cerebro con el que entablar una conversación honesta. Todo se deja llevar por esa manía ya hartible de niponizar el terror y darle empaque de fantasmagoria de altura, cuando a lo que alcanza es a entregar un batiburrillo infame de mediocridades vendidas como excelencias, de sustos patéticos y de personajes debilísimos, apenas sostenidos por una trama invisible que se estira hasta aburrir y desear que el metraje concluya y uno pueda salir a la bendita calle y respirar la realidad urbana, que es más prosaica que la sarta de mentiras que nos han contado, pero que entusiasma infinitamente más.
El género sobrenatural, al que vapulean sin consideración, lleva visos de convertirse en saldo de telefilm de sobremesa, aunque las notas de producción que he leído tras ver (ay) la cinta insistan en la novedad de los efectos especiales y en el exquisito amor que todo el equipo profesa por este tipo de argumentos. Pues la han pifiado, y han enfangado un poco más la cartelera veraniega, que tampoco brilla en exceso. Pero eso ya lo sabíamos.
4 comentarios:
La primera ya la encontré demasiado decepcionante, pese a su buena idea inicial, como para aventurarme a ver esta segunda.
Por cierto, estupendo te ha quedado este nuevo diseño de colores !
Un abrazo.
Yo, penosamente, he caído en ambas. Será cosa de la poca exigencia veraniega. No habrá una tercera. Lo del diseño, agradecido. Llevaba ya tiempo detrás de algo más o menos estable. Es bueno no cambiar en demasía.
Nuevo diseño uhhh, mola.
Pero alma de cántaro como se le ocurre ver semejante kk?(lo dice una que siempre pica y se ve todas las kk de terror)
En fin, que siempre pagamos por ver mierdas...
Alma nonasushi, qué decir, inocente fui...
Gracias por volver.
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