Una de las mejores formas de cerrar o de abrir el día es recitando un verso glorioso o, ya puestos, un poema entero, con sus cesuras y su íntima métrica. Los días en los que uno se acuesta osado prueba con Góngora y sale robustecido del empeño. Los días en que amanece con claro espíritu declamativo invita a Lope de Vega. El recitado de un poema viene a ser una especie de rezo laico. Hace mucho tiempo que no ensayo la mecánica de las plegarias, pero recuerdo mis años de católico comprometido con la representación de su fe, hará de eso mucho tiempo. Algunas oraciones son verdaderos poemas, pero el repertorio es ínfimo si lo comparamos con el catálogo de la boscosa historia de la Literatura. Mañana he pensado en Gil de Biedma. No hay que convertir estos exabruptos epifànicos en hábito, pero el disfrute es grande: la sensación de estar ejecutando algún ritual antiguo, el previsible ardor semántico en la punta de la lengua, la deleitosa (ay) convicción de que el mundo fue, al principio, solo verbo y de que en las palabras està la salvación del alma y que en las palabras alcanzamos la armonía y la plenitud . Quien, no satisfecho con un verso, con un par de ellos o con una valiente estrofa, desee recitar el poema entero, ya digo, no se prive, no le escamotee placeres al intelecto. Dese un festín de metáforas. Embadúrnese de rimas o de verso libre . Haga bandera de la poesía y concédase el gustazo de pertenecer a una raza en extinción. Cuente a los cercanos en qué se entretiene al cerrar el día o al despuntar la mañana. Por último, no se desanime si la empresa no gana el fervor popular y advierte extrañeza o mofa en quienes confía su ardor lingüístico. En absoluto abandone la causa: esmérese en su gesta, adquiera destreza en la elección de los poemas. Yo he probado con Kafavis en mañanas de verano y resulta tonificante. He probado con Machado en días grises de invierno crudo y he encontrado placeres indescriptibles. Reconozco la dureza de Valente, el poco apresto de los versos de Gamoneda, la muy escasa predisposición fonética de un Vázquez Montalbán. Estos inconvenientes no desalientan la llamada de la poesía. La espolean, en todo caso. Ayer me descubrí recitando unos versos sueltos de Poeta en Nueva York. Un transeúnte me miró cuando pronunciaba la parte de la sangre de pato.
20.12.24
Los días esdrújulos
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Instrucciones preliminares:
Coge uno el verso, lo mira antes de recitarlo y finalmente lo expulsa del pecho con trompetería fonética. Hágalo el amable lector y percibirá que el aire penetra más plenamente en los pulmones. Se recomienda que tras el arrebato poético no ofenda su inteligencia viendo la televisión o leyendo alguna lectura atrasada de naturaleza más trivial y negociable. Basta Don Luis. Él solito satisface los deseos más oscuros. Los más perversos. Los más crípticos. Los más humanos. Los más altos. Los más limpios. Una ración de Quevedo es igualmente provechosa. Una de Whitman. Una de Borges. El poema del ajedrez es de una ejecución complicada, pero satisface mucho y deja después la cabeza bien rociadita de engimas teológicos. Eso tampoco es malo para abrir o para clausurar el día. Que el vuestro sea bonancible y esdrújulo.
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