El don del don es una antanaclasis. También la clásica máxima de Pascal del corazón teniendo razones que la razón desconoce. Más que por figura retórica, la antanaclasis pasaría por enfermedad de la sangre o por alguna manifestación de la deriva continental, pero se mantiene para designar la repetición de una palabra dentro de una frase, con función y hasta significado diferentes o con el mismo, enfatizado por esa redundancia léxica. De San Mateo, haciendo hablar a Jesucristo, proviene una antológica: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Su dilogía sostiene que una rosa puede no ser rosa o que no hay quien se corte en la corte o que una cara se puede hacer cara de ver. Joaquín Sabina, que sabe un rato de marear las palabras y sacarles un jugo inédito, dice en Contigo: "Y morirme contigo si te matas / Y matarme contigo si te mueres / Porque el amor cuando no muere mata / Porque amores que matan nunca mueren". La antanaclasis persevera hasta que despierta la atención del que escuche o del que lee. Recuerdo un maestro del instituto que nos reprendía cuando en un examen abusábamos de ciertas palabras, colocadas en el texto a corta distancia unas de otras, como si se careciera de reemplazo para ellas o nuestro vocabulario fuese de una cortedad grosera, ambas cosas en ignorante comandita. Éramos, en boca de Cervantes en su Quijote, la razón de la sinrazón que a la razón se hace, de tal manera que la razón enflaquece, pero no lo sabíamos. El fértil ingenio hace que tras la fallida cura acuda el cura o, con escasa finura, que el amor dura lo que dura dura. Se recurre a esta figura con sencilla frecuencia. Una rosa es una rosa es una rosa es una rosa, hemos leído muchas veces. Lo escribió Gertrude Stein. La rosa es ella misma con fractalidad, con recursiva intención, con infinita vocación de perseverar. Lo deliberadamente reiterativo es deliberadamente preciso, eso también lo sabía Stein. Con todo, la construcción de la convivencia lingüística está continuamente en ciernes y cuenta la repetición para que consolide su discurso. Yo mismo digo las mismas cosas muchas veces e incurro en bucles, en tipologías reincidentes, en trazos diafóricos, en persistencias de lo real en lo real.
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