La mayor utilidad del astrolabio en navegación era calcular la altura y la posición de los objetos elevados, mayormente las estrellas, y su distancia a ellas, lo que permitía al barco seguir una ruta trazada. Comparece en ese trasegar terrestre de lo etéreo una fragilidad de la que no nos hemos apartado, aunque hayamos visto agujeros negros y temblores celestes. Hay palabras que contienen la esperanza y la también la incertidumbre. La palabra astrolabio se hermana con la palabra sílaba en su vocación de amarrar las partes que conforman un todo. Toda esa danza gravitatoria es un alfabeto de un idioma del que sólo conocemos letras sueltas, alguna sílaba hilada a otra, alguna palabra de pronto sobrevenida, a la que atribuimos un significado y de la que, en la mayoría de los casos, no sabemos en qué frase se expresa. Así algunos objetos nos interrogan. Ese diálogo invisible es la matriz de todos los demás. El mismo asombro ante lo que no comprendemos nace de esa conversación intangible, no expresada verbalmente, ni reconocida a veces. De ahí debe nacer el arte: él mide la distancia de los objetos lejanos, él acaricia la propiedad de los íntimos.
27.8.23
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