Tienta el azar duras comisiones de sangre; descienden muy secretas al centro de la palabra y rescatan la semilla, el fugaz numen de todas las cosas.
Escribir es rellenar los huecos que otorga el silencio.
La luz fluye desde la respiración primera. Leve pulso, signo animal, único testigo fiable del tiempo.
Yo tensaba el plectro del alma. Tú observabas el declinar torpe de la tarde demorarse en las cuerdas como si fuese un pájaro.
Y todo - el café, la música en el cenador, las palabras con sus gestos - para jadear la noche en tus caderas.
Descender nuevamente a la raíz, longitud cartesiana del misterio.
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