26.7.07

Wallander

Tal vez sea un imposible, pero debería haber algún procedimiento que nos permita ver Las uvas de la ira por primera vez después de haber visto a Tom Joad fatigar el polvo. Envidio a quien me confiesa que jamás ha leido los cuentos de Borges y me imagino el placer absoluto pacientemente oculto en los libros. Tengo la idea de que la vida es más soportable si se la abastece de cultura, término ampuloso que todavía no entiendo enteramente, pero que contribuye a que se fije y amplíe otro que sí me parece más explicable, la felicidad. Uno es feliz por este enriquecimiento de índole subjetivo. Lo que a mí me fascinó en la música de Van Morrison aburre a quien se ha sentido pleno y dichoso escuchando a un cantaor atacando una bulería. Yo todavía no he visto en el flamenco nada que me asombre y seguro que habrá quien aplique en mí el cuento que yo ahora me estoy contando hacia los demás. No sé si me explico. Tal vez sea un imposible, pero me encantaría no haber tenido el gusto de perderme en la prosa barroca y poética de Nabokov o no haber estado toda la noche bajo un flexo emboscado en las tramas hipnóticas de Patricia Highsmith. Me han recomendado la literatura de Mankell, un autor nórdico cuyo creación fundamental, el detective Kurt Wallander, asombra a todos los lectores que crecieron con Agatha Christie. Me han recomendado un tomo impresionante, un tocho de grosor intimidatorio, de ensayos de Gore Vidal. Me han recomendado Fast food nation. El verano da para perderse en esas tentaciones. Yo no suelo recomendar libros o discos o películas. Me parece legítimo escribir sobre Las uvas de la ira en mi blog, pero sería incapaz de venderla, atropellada, nerviosa y tal vez fanáticamente, a nadie a viva voz. El mejor gesto, en estos casos, es regalarla. Se va perdiendo esa sana costumbre: regalar aquello que a nosotros nos ha hecho más felices con la secreta intención de provocar en quienes queremos la misma emoción que nos ha embargado a nosotros.
Tú eres el regalado, decía Cortázar al final de un texto pequeñito que ahora han enfangado los publicistas y que conoce ya casi todo el mundo, incluso los que nunca han puesto un ojo en Cortázar. Qué alegría, al cabo, no haber caído en ese vértigo. Ojalá yo pudiera ahora regresar a mi época universitaria con algunas de las certezas que ya manejo. Claro que también desde otra edad y otras lecturas habrá alguien que mire mi bagaje y desee un poco del asombro que todavía no he gastado.
Mañana empiezo con Wallander, ya lo tengo en la mesita de noche.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Empieza YA a leer. No lo dejes para mañana. Has dado con mi último autor favorito. Me gusta tanto que prefiero releer alguna de sus novelas antes que coger alguna otra de algun otro escritor. Tampoco eso es bueno, pero... empieza con Cortafuegos o La pirámide, pero son todas todas excelentes. Ya lo verás.

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