San Carlos Borromeo, el estigma vallecano de la Conferencia Episcopal, no acepta a día de hoy el cierre de Rouco, Cañizares y compañía. Sostienen los disidentes que la fe no se sostiene por comulgar de una forma o de otra y que la liturgia consensuada es un rito que puede ser desarmado de sus símbolos y reescrito a la luz de estos nuevos tiempos. De lo que se trata, en este pulso mediático, es ver quién termina dando el brazo a torcer. Si los jerifaltes o la tropa pagana. Comprobar, en todo caso, si la fe se administra como un bien burocrático y estabulable en leyes inalterables o se aviene a un más liberal discurso. Escisión o anuencia. Ya se verá. El espectáculo, para quien no lo observa con la distancia del descreimiento, es jugoso. Y no hay morbo: hay debate, sana polémica.
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