13.7.07

Harry Potter y la orden del fénix: El reverso tenebroso de la varita





Francis Bacon dijo que la ciencia y la magia propenden al mismo objetivo. Que esa complicidad fue rota cuando la ciencia dejó atrás a la magia al postularse como método más eficiente para alcanzar dicho objetivo. Todo eso lo sabía J.K. Rowling cuando comenzó la saga de Harry Potter. Sabía que un niño mago con una varita precisaba de un atrezzo fabuloso y fundó un universo deslumbrante de estaciones de tren falsas, encantamientos verbales a la vieja usanza y mundos escondidos debajo del aparente con su vértigo formidable de batallas, litigios y hasta colegios erigidos en paisajes sobrecogedores. La literatura dio el visto bueno al cine y nació una franquicia portentosa, una de las mejores vistas recientemente, facturada con imaginación y deseos de agradar el ojo adolescente que antes, con golosa fruición, había devorado cientos de hojas. Y el cine ha encontrado en las aventuras del mago Potter un filón robusto, inasequible al desaliento, bien pertrechado de la habitual ronda de trucos que harán las delicias de la chiquillería, aunque sin desatender la paciente asistencia de los adultos, no iniciados en la revelación mistérica de los libros y ajenos al alfabeto simbólico de este universo fundancional. Pero hemos llegado al verano cinco o seis, no sé ahora, de la era Potter y el producto habilitado para las circunstancias no es oscuro, como lo fue el facturado por Cuarón, ni se ha robustecido con ninguna pirotecnica nueva que encandile el ojo cómplice de estas filigranas técnicas tan gratas a las peripecias del mago.
Todo cuanto antaño era básicamente limpio ejercicio fantástico, vitaminado de ricos personajes, buen engarce dramático y apabullante imaginería visual se ha visto ahora menguado, rebajado a un correcto, pero desangelado, armatoste cinematográfico de fácil asimilación y más fácil todavía evacuación.
Ya escama el hecho de que parte de la bizarra maquinaria propagandística del film confíe su enganche con el público prepúber o ya lúbricamente pubescente en un estilizado beso que el bueno de Harry planta a una moza cómplice de sus artes mistéricas. El atolondrado Potter, que ocupa su mágico cerebro en ordenar los meritorios capítulos dramáticos de su infancia, no encuentra el amor: lo que ha entrado por su ojito es la pasión carnal, el tirón de hormonas que muscula su voz y garantiza que el mago adulto ha entrado en escena a mayor gloria de los futuribles enfrentamientos con el innombrable, verdadero mentor espiritual de toda la aventura y, a lo visto, descarado remake argumental de otra saga ya suficientemente conocida, Stars Wars . Potter es un Skywalker de más oscura leyenda, con su Darth Vader familiar de fondo, que sortea como el héroe a lo Propp los obstáculos habituales hasta investirse como héroe o villano absoluto solo que el piloto sideral de Lucas blandía un espectacular sable de luz, golosina de niños de todo el mundo, y Harry esgrime los argumentos de una varita de hechizos y encantamientos. El soporte logístico es el mismo.

Fascinan, no obstante, algunos episodios puntuales: la escena de las bolas de las profecías o el majestuoso y limpio de barroquismos innecesarios combate final. Mención aparte el personaje de Dolores Umbridge, una sobreactuada, pero efectista Imelda Staunton. O una dulce y arrebatadora Ivanna Lynch en el papel de Luna Lovegood ( la del pudding, sí, con la cara y la voz más cercana a ese éter de mujer que es Nawja Nimri )
La criatura de J.K. Rowling tiene todavía pan que cortar en la mesa de estos veranos de pantalla grande y colas tremebundas habida cuenta de que la siguiente entrega literaria ( El príncipe mestizo ) hace ya las fanfarrias sinfónicas en prensa y similares. Se trata, en el fondo, de alfombrar la siguiente entrega, de ir preparando al personal en nuevos ritos iniciáticos y conducirlos con estimable estilo y naturalidad a la siguiente cola. Ahí estaremos.

10 comentarios:

Carles Rull dijo...

Yo es que me quedé en la tercera, y a parte de la segunda, con una divertidísima presencia de Kenenth Brannagh, y algunos logrados momentos de intriga, poco apego le tengo a esta saga.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Paternidad obliga y obligará en sesiones posteriores del mago con gafas. En peores me he visto ejerciendo la responsabilidad que me ha tocado

Anónimo dijo...

Insoportable.
Pesada.
Plomo.
Harry Potter ha crecido.
Oh horror, se nos ha muerto la inocencia.
Besa mejor que Clark Gable.

nonasushi dijo...

A mi siempre me gustara, porque me he leído todos los libros, porque el Daniel esta creciendo muy bien, porque me lo paso teta, porque son dos horas en que vuelvo a ser una niña pequeña comiendo palomitas.

Anónimo dijo...

Tuve el error de ir al cine y ver este bodrio veraniego. Lástima no haber hecho caso de los comentarios de la prensa, de los blogs, de algunos amigos que me advirtieron. No pasará más. El caso es que la primera me entusiasmó. Ingenua.

Anónimo dijo...

Pues he quedado para verla en unas tres horas. La economía manda y no es cuestión de rechazar la oferta 2x1 que ofrece los martes una operadora telefónica. Mañana leo y comento. Hasta entonces.

Anónimo dijo...

Esto del Harry Potter ya es peligroso. Copa las carteleras veraniegas con el Shrek y los Pirtas y los surferos fantásticos de las narices y no queda sitio no ya para cine español, que no me gusta ni un pelo, todo sea dicho, sino para otras obras tal vez menores en recaudación pero qué dónde coño vamos a verla antes de que salgan en mi amado dvd. Esto es un rollo. A ver si pasa ya el verano y llega el buen tiempo.

Anónimo dijo...

A mí no me disgustó. La saga completa me parece digna, a excepción de la entrega anterior, un espanto indigno de ser calificado como entretenimiento palomitero.

Me entretuvo y me gustaron otros momentos puntuales de los que señalas, Emilio. Per example, ver al padre de Potter acosando a un joven profesor Snake (qué grande es Alan Rickman, por cierto). Acoso que explicaría el caracter hermético y desconfiado (falsamente interpretado como maléfico) del ahora profesor. Me gustó la primera escena, por lo inquietante y casual de la situación. También me gustó la traición de la primera novieta de Harry. Qué vaya aprendiendo acerca de lo que le espera...

Lo único que lamento sobre esta serie es que me haya pillado demasiado viejo para adentrarme en su mundo de un modo completo. Imagino que leer los libros de la Rowling con 11 años (al margen de su calidad) debe ser fascinante.

Saludos, Emilio.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Mi hija, Alex, se los ha leído todos. Espera que traduzcan el último. Y te aseguro que se le ponen los ojos grandes como tomates y habla con pasión de personajes, intrigas y misterios. Una bendición a la que yo, ya talludito, no llego.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Yo también fui ingenuo, Adriana. Pero lo volveré a ser, qué vamos a hacerle.

Arturo, de acuerdo con la saturación Potter si no eres cómplice del asunto. Yo no lo he sido mucho. En la primera, tal vez, libro que leí por obligación, casi.
Un saludo.

Nonasushi, tú no dejes que un bloguero ( !!!!! ) no potteriano malogre tu hambre de fantasia pura. Nada de eso.

Gabriel 5j, muy ocurrente tu comentario. Lo firmo yo también. Entero.

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