Las campanas de la fe celan ahora un rumor tridentino. Rewind: las iglesias hocican su modernidad en el pasado tal vez no demasiado tenebroso ( no hay que hurgar demasiado ni tampoco pecar de un pesimismo ideológico a todas luces imprudente o innecesario ) pero inevitablemente superado a beneficio de la feligresía del siglo XXI esperanzada en encontrar sentido a las incógnitas de la existencia y a alimentar su fe con la palabra de Dios. El concurso del latín en las homilías no va a ayudar a mucho. Ya hay obispos y prohombres de lo seglar que han censurado el arrebato filológico del Papa. Y quien ha aplaudido el gesto porque la fe, argumentan, es un misterio y el latín es cómplice de esa aureola de incertidumbre, de arrobo místico y de revelaciones en mayor medida que las lenguas vernáculas de cada país. Si antes el rito de oir misa podía suscitar la idea de estar ejecutando una dramaturgia mecánica, en exceso compartimentada en actos de teatralidad compartida, aunque tal vez no interiorizada, ahora la posibilidad de que el oficiante opte por la lengua romana puede espantar a más de un feligrés, ajeno a esta burocracia de lo simbólico a la que, por otra parte, no hay que restarle un ápice de legitimidad. Los jerifaltes de la Santa Madre Iglesia pueden obrar como gusten: están en su casa y nadie con más derecho que ellos para reformar el mobiliario semántico de su bendito ministerio. Leí que puestos a no entender el lenguaje de la misa que se hable en más críptica base: en gemidos o en jadeos místicos como una Teresa de Jesús gustosamente lacerada por los latigazos sublimes de la gracia. Tampoco es eso. No es cosa de que yo opine porque no tengo el gusto de asistir a ningún oficio ni probablemente lo tenga en el futuro, dada mi absoluta incapacidad para entender los misterios de los símbolos de la cristiandad ni el concepto etéreo y sublime de un Dios providente y cercano, pero acierto a comprender que hay ciudadanos de intachable filiación católica que ven con incredulidad este paso atrás, más todavía en estos tiempos de zozobra moral que no precisan gestos de esta trascendencia. Cierto que será el párroco el que decida, sin anuencia del obispo, si tercian los latínes o el castellano de Azorín y de San Juan de la Cruz en el responso, pero la dejación de esa responsabilidad en manos de un funcionario eclesiástico puede traer conflictos y, a la larga, un distanciamiento entre el pueblo y la Iglesia. Por si no había ya suficiente separación. Allá ellos con sus cosas que hay en el mundo asuntos de quizá mayor interés que éste. Hoy por ejemplo he visto en un periódico de tirada nacional una foto de David Beckham en su flamante Hollywood en una bicicleta. El texto que escolta la foto es mayor que el articulito en el que un columnista de relumbrón pone a caldo a Bono por salir ahora de la sombra manchega de su retiro para asaltar la presidencia del Congreso. Ya hay catalanes que están escandalizados por la (dicen) pública anticatalanidad del redicho jubilado socialista. Éste seguro que tiene su opinión acerca del latín en las misas. Ya se puso del lado de los curas rebeldes de Madrid. En esto, presumo, se aventurará también a llevar la contraria a la Cabeza pensante de la curia romana. Socialismo, aunque heterodoxo, manda.
10.7.07
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2 comentarios:
Por mi como si la liturgia es en arameo. Se tendrían que plantear otros asuntos de mayor interés en vez de poner a la gente encendida con estas frivolidades.
Estas cosas animan vivamente la controversia. La Iglesia tiene en estos asuntos el escaparate mediatico que necesita y que normalmente pierde cuando mete la pata como la mete normalmente. Ademas ahora los curas pederastas, segun leo en el periodico, van a hacer pagar indemnizaciones a sus jefes, a sus patrones, a la Conferencia de marras. ay que bonito se esta poniendo todo. Yo me apunto a la diversion de espectadora feliz
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