15.9.22

258/365 César Vallejo

 



De pequeño, educado en un estricto orden religioso familiar, se imaginó obispo y sus lecturas eran las Sagradas Escrituras y los libros de misales. Esa fronda beata y mística de metáforas y de narraciones bíblicas no le impidió que en la juventud se creyera el más grande de los románticos o que, en la edad en que la política lo impregna todo, se afiliara al Partido Comunista y proclamara las bondades del marxismo. Esa militancia hizo que fuera encarcelado. En esa clausura surge el poeta verdadero, surge (muy modestamente) la escritura y publicación de un libro capital en la poesía del siglo XX: Trilce. El poeta César Vallejo supo más tarde de la bohemia literaria de su Trujillo natal y se entusiasmó con la posibilidad de no seguir corriente alguna y emprender un vuelo singular en donde el único asidero sería una vanguardia contra la vanguardia, un querer decir que humanizara la poesía y se abriera a la emoción pura, desprendida de retórica, convidada a expresar el pulso del hombre, las preocupaciones de los suyos y, en última instancia, la conmiseración, la piedad, todo esa armazón cristiano que de pronto se erige como única trama de su (a veces) inasequible poética. El corazón está verde tanto esperar, escribe en un verso triste. Toda su existencia estuvo marcada por esa amargura de hombre de letras con conciencia de su tiempo. Viajó a Rusia para confirmar su doctrinario: un mestizo peruano en Moscú. Se empapó de todos los ismos de la literatura y los decantó hasta encontrar su voz, que surgía libérrima y no tenía par alguno. 


Vallejo es Trilce para mí. Volver a Trilce más de treinta años después de su primera lectura es un ejercicio de riesgo. Está ese léxico hostil y esa sintaxis egoísta. Está la palabra considerada sin miedo y está la desvergonzada libertad de violentarla, como observó Benedetti. 

Trilce es un logro de la métrica, que se desdice y abraza con entusiasmo (loco, lúcido) la aventura de ir (temerariamente) por donde nadie se atrevió. 

Leer Trilce es una invitación al asombro, qué libro de poesía no hace eso, pero el suyo es puro, no ha sido tallado, ni viene de ningún lugar conocido y no vaticina que ese camino abierto vaya a ser colonizado, desatado, pervertido, mancillado. 

Trilce es una extensa estridencia, un extravío descomunal, una hermenéutica con ínfulas de belleza. Su radicalidad no es sólo la renuncia a una lógica gramatical sino un anhelo sincero (tangible esa sinceridad a cada verso) de extraer de donde no habría (uso una conjetura) o de imponer a la realidad algo que no existiría sin ese acto generoso de genio. 


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