9.3.16

El beatle que no estaba



George Martin, no confundir con el George (R.R.) Martin de Juego de tronos, tenía la música de los Beatles en la cabeza al modo en que los directores de orquesta (se fue el otro día Harnoncourt, por cierto) tienen la partitura de lo que su orquesta toca en la suya. Eso de que la cabeza tenga música es una responsabilidad enorme. Que un disco sea registrado como lo desea quien lo compone o lo ejecuta no es sólo labor de que los instrumentos estén afinados o de que los intérpretes tengan la inspiración y la intención de que todo cuadre y funcione. El productor musical (George Martin fue uno de los más influyentes) hace que nada se desvíe de ese ideal en ocasiones algo utópico. Tiene que anticiparlo todo. Saber cuándo suena una guitarra y en qué lugar de la canción alojarla, qué tipo de sonido conviene a lo que suena o, en última instancia, controlar (como si fuese el auténtico padre) el futuro de la criatura que se está grabando. Los arreglos de los Beatles de los últimos discos (Abbey Road, el disco blanco, Sgt. Peppers...) hacen de ellos piezas pioneras en la experimentación, en todo cuanto significa poner la tecnología al servicio de la restitución sonora de calidad. La osadía del señor Martin se advierte en la complejidad narrativa de piezas como A day in the life. Martin empalmó piezas de poco encaje y arrimó la famosa cacofonía orquestal que cierra la canción. Su afición a la música clásica hizo que la incluyese en muchos de sus discos, adquiriendo estos un rango musical inédito, temerario si pensamos que estamos en los años sesenta. Siempre, al verlo en documentales, me pareció un caballero inglés a la usanza clásica. Hablaba con una convicción enorme, explicaba (con mucho amor por lo contado) cómo las máquinas pueden destrozar o salvar una canción. Esas máquinas de las que habla, las que registran las sesiones, las que hacen que las guitarras suenen a guitarras y la batería no se come la línea del bajo o la claridad expositiva de la voz, hacen que la figura del productor (que es una especie de director de cine en cierto modo) sea también la del ingeniero (al que él recluta para la función) o la del guía espiritual (en los Beatles esto funcionó hasta que tiraron del más expeditivo Phil Spector) de la banda.

No hay comentarios:

Pintar las ideas, soñar el humo

  Soñé anoche con la cabeza calva de Foucault elevándose entre las otras cabezas en una muchedumbre a las puertas de una especie de estadio ...