15.3.16

Alfred Hitchcock habla con Janet Leigh...



Alfred
Lo que te voy a contar no debe asustarte. A todas las demás les asustó mucho. Se fueron y no han vuelto, pero tú eres especial, se ve sin prestar ni siquiera mucha atención que no eres fácilmente impresionable. Lo peor es ver venir el cuchillo. Cuando lo tengas cerca, no sabrás si es una ficción o la realidad lo que te rodea. La idea es que pienses en todo momento que te lo van a clavar. Una vez me corté en la cocina. Era un cuchillo pequeño comparado con éste. A mi mujer casi le sobreviene una lipotimia al ver la sangre manar del dedo. El tajo no dejó de manar durante una hora. Creí que me moría. A la sangre se le tiene poco respeto. Yo hago que nadie la vea, pero amenace con llenar la pantalla. A la mujer, la que blande el cuchillo, no le des más importancia. Es una pobre mujer. Tiene una parte de mujer y otra de hombre. Es una dualidad, querida. La parte de hombre es un hijo que no supo soportar la muerte de la madre. La parte de mujer es la que no supo educar al hijo. Es la educación lo que hace que el mundo gire bien o gire mal. En mi opinión, gire muy mal. No creo que haya girado bien en todos los años que dicen que tiene. A lo mejor cuando Dios lo puso en mitad del universo hizo un par de giros decentes, pero luego se envenenó. Hasta hoy. Si pisas la calle, nada más poner un pie en la acera, te darás cuenta de lo que digo. Piensa un poco, no debes darle mucho tiempo. Todos están locos. La cordura se quedó en uno de esos giros irregulares. Por eso hago películas. Son mi manera de enseñar al mundo lo terriblemente desviado que está. La gente se sienta en la butaca, deja caer la cabeza hacia atrás, desentumece el cuerpo y piensa en que durante dos horas yo le voy a contar una historia. El mundo, en esas dos horas, es la historia que yo les cuente. La que estamos grabando es de un hijo un poco zumbado, tú me entiendes. Si no estuviera zumbado, no tendría a la madre en el sótano, muerta. Es un poco siniestro todo lo que te cuento. En realidad la vida es la que es siniestra, querida. Se tiene de ella la visión equivocada, la visión amorosa, yo te quiero, tú me quieres, todas esas frivolidades de los corazones empalagosos, pero afuera manda el miedo, manda no saber si un coche te va a embestir cuando cruces la calle o si unos maleantes te van a poner una navaja en el cuello para desvalijar tu bolsillo. Lo del cuchillo es lo de menos. Cuando la cortina se abra, tengo una música estupenda. La he pedido a conciencia. Lo que he escuchado me ha parecido soberbio. Es la muerte misma la que suena cuando descorren las cortinas de la bañera y estás tú, desnuda. Luego te mueres. He pensado muchas veces en cómo hacerte morir. La muerte que me satisface no me dejan grabarla. Son unos cabrones, permíteme la salida de tono. Llevo toda la vida censurando mi talento. No se lo he dicho a nadie, pero ya que vas a morir está bien que tú lo sepas y que yo me desahogue. Las otras, las que se fueron cuando les conté la historia del cuchillo, las cortinas y todo eso, no llegaron a esta parte. Te la cuento a ti, luego no vayas a ir por ahí aireando mis confidencias. Les amedrentó que yo hablara de cuchillos y de cortinas que se abren y de tipos vestidos de madres que tienen un cuchillo en la mano y suena una música salida del mismo infierno y luego la sangre. Así que estoy feliz, lo estoy de un modo que hace tiempo que no siento. Me gusta que aceptes que mueras. Más vale saber que te van a mandar al otro barrio cuando la película lleva veinte minutos. No he encontrado ninguna estrella, las rubias son las estrellas que me gustan más, que desee el papel que ahora tú disfrutas. Ahora vamos, vamos a la ducha, quítate la ropa, no te sientas mal, deja que yo planee cómo montar la escena. Lo principal es que te sientas cómoda en el papel. La ropa, déjala ahí. No, nadie te va a ver desnuda. Ni mucho menos. No lo aceptaría mi educación ni la censura. Así que ahora que nadie está pendiente, acércate, ven, no te demores. Pronto vendrán todos. Te voy a contar cómo irá todo. Buscaré un cuchillo, aunque el cuchillo es lo de menos. De verdad que no, que no te hará daño. Es todo muy impostado. Quítate la ropa, no te importe. Somos dos profesionales. Se hará todo con la delicadeza habitual. La cámara registrará la parte necesaria de tu cuerpo para que todo sea creíble. Debemos hacer las cosas creíbles. Empecemos ahora, no tardemos. Te aseguro que la escena dará que hablar. Al final pondremos una doble. Ya la tenemos contratada. Se parece a ti en todo, aunque tú das más en pecho. 

Janet:
Sí, lo que tú digas. (Qué miedo me das, gordo de mierda)

La escena de la ducha de Psicosis tardó siete días en grabarse, dura tres minutos y tiene setenta y siete ángulos de cámara y cincuenta planos.

1 comentario:

Setefilla Almenara J. dijo...

Parece que una los está viendo, a la chica y al gordo de mier...(risas)

De todo lo visible y lo invisible

  No sabe uno nunca cómo lo miran los demás, cree tener una idea aproximada, maneja cierta información más o menos fiable, pero no hay forma...