27.3.09

Pedagogía, descreimiento

I
Han pedido al Papa que se retracte gente de libros y gente de la calle y uno, que se mantiene a caballo entre lo libresco y lo pedestre, que jamás ha hecho campaña agnóstica o catecumenal ni se le ocurre considerar que la fe, pongamos la fe auténtica, caso de que alguien la sienta en lo más hondo de su ser sensible, pueda ser derrumbada por comentarios tullidos, bárbaros, aberrantes y casi criminales como los que ha soltado el hombre de Roma, piensa que todo este garigai de laicos y de fieles, de subscriptores de lo pagano y de militantes de lo místico, tiene que terminar más pronto que tarde. Da igual si el Papa se desdice o se reafirma. Es lo mismo que mañana salga en otra rueda de prensa improvisada o no y arramble con las retorcidas opiniones de quien sabe que torturar al pecador da más réditos que dejarlo pecar sin hacerle ver la naturaleza infame de sus actos. Y no hay pecado. Eso lo inventaron para que la industria de la salvación tuviera catedrales y mapas con cruces. El pecado se diseñó concienzudamente y no hay otra figura mercantil con mejor historial . Lo que va a pasar es que esta campaña casi bélica va a moldear gobiernos, indagar en la intención de voto y sucederá lo que ha pasado siempre y que consiste, llanamente dicho, en que los mandos de la púrpura y de la mitra continuarán escribiendo la Historia y creyendo a pie juntillas que sin ellos el edificio de la moral o las construcciones políticas de la Humanidad se vienen abajo. Dos milenios de prosa católica no pueden ser interrumpidos por esta caterva de infieles, parecen decir y seguro que pensar. Todo es muy siniestro, todo es muy retorcido, todo es muy patético. Una tal señora Vindel, que vive en Logroño, ha cogido por la parte gore el libro de los libros y ha mostrado la sangre de la vida y la sangre de la muerte, toda esa iconografía de miembros amputados y carnes troceadas que salpimenta el anecdotario bíblico. Lo ha hecho para concienciar a su atribulada alumnado sobre la realidad a la que se adscriben nuestros políticos. Lo dicho: todo muy retorcido, todo muy escorado al gore, todo muy bíblico y todo muy bélico. Mueven negras.I

II
Este descreído que soy se obstina en encontrar un asidero firme desde el que contemplar toda esta magna e impúdica guerra semántica. Porque no es otra cosa. Al menos se cruzan palabras y no balas ni piedras, pero las palabras hieren y algunas también matan. Eso está comprobado y duele recordar episodios en los que el lenguaje, el pensado y el concebido para desmoralizar al enemigo o para reducirlo o para humillarlo, aniquila con más probada eficacia que varios kilos de napalm arrojados sobre el cielo de mi barrio. Esta crecida del río de las descalifaciones está a punto de anegar territorios fértiles. No hay asidero. No al menos uno firme. Lo azotan de continuo. Lo estrellan contra la costa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Son gente mezquina y no hay que darle muchas vueltas a la cabeza pero yo también se las doy, no creas y soy de los que de pronto se dan cuenta de que hablan de Iglesia más que antes y con mucho más enfado. No se lo merecen, Emilio. Merecen el descrédito, pero como nosotros no podemos dárselo, es mejor NI hablar de ellos. Silencio. Silencio les damos. Rafa

Gabriel Cusac dijo...

Pues yo creo que, por suerte, estás haciendo campaña agnóstica. Y me da que no es la primera vez. En mi caso, estoy predestinado al anticatolicismo: me bautizaron a la fuerza...Quiero decir que mis padres no eran católicos, pero para que yo fuera legalmente persona, para que me inscribieran en el registro civil, era precisa la partida de bautismo. Ya sabes que Franco caminó bajo palio. Lo que me repugna es que hoy, en este estado teóricamente laico, persisten muchas inquisiciones gracias al apoyo y la subvención institucionales.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Pues silencio, Rafa, y ya no decimos nada más. Al menos aquí.

Pues bien visto... No sé, Gabriel, tal vez sí, sí esté haciendo algún tipo de particular campaña doméstica en ese campo. Nada premeditado. Ni importante, claro. Algo íntimo. Luchar contra lo que no cuadra y luchar desde dentro. Mis padres, católicos sin practicarlo, me educaron en la observancia estricta de ciertos mandamientos apostólicos y romanos. Me dieron los libros y me dieron la luz. Ahí fue donde atiné a encontrar el verdadero camino. Franco caminó bajo palio. Yo viví su deceso con diez años y entonces no puedo argumentar con criterio lo que cuentas. Todo lo demás cuenta.

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