5.5.23

Elogio del pregón

 El pregón es una promulgación iniciática que tuvo su predicamento más alto a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Declinó su carácter callejero para confinarse a los templos. Su aparato solemne se mantuvo, pese a todo. El pregonero, ocupado en divulgar las bondades de su credo, desempeñaba el oficio del barro cuando se arroga la consolidación de una construcción y contribuye a que no se venga abajo ni la cuarteen los rigores de los elementos. Es esa cualidad la que más admiro en todos los pregoneros convencidos de la naturaleza espiritual de su trabajo. Al pregón lo atraviesa de parte a parte la poesía, que es una emanación de la belleza. Se recurre a ella para que las metáforas expliquen lo que la razón no podría. Su cometido es exaltar la naturaleza proteica de lo divino, pero también acude lo humano, nuestra gratitud hacia lo que no conocemos y, sin embargo, amamos. Está el espíritu en horas bajas en estos tiempos. A todo se le procura una tasa práctica, en todo luce un apresto orgánico, de cosa grata a los sentidos. La fe es una invención maravillosa. Ha sostenido imperios, ha hermanado pueblos, ha erigido catedrales. La poca o la mucha que cada cual tenga no afecta al hecho capital de que la sociedad, la europea en particular, ha crecido en el ejercicio de esa fe y, en cierto modo, ha padecido también a cuenta suya. El hombre es un animal espiritual. Hoy mi amigo Pedro del Espino dará un pregón en su casa, en la iglesia que ama. Aun no siendo yo creyente al uso, lamentaré no poder escucharle, acompañarle, sentir el oropel de su fe, por si hace llama en el corazón de quien escucha. Hará ejercicio de encomio y de contención, de metáfora y de vida. El único pregón que le escuché fue una manifestación sensorial de esa belleza a la que uno, en ocasiones, se acerca y de la que, en ocasiones, quién sabrá las razones, se aleja. Hará que su voz trence arabescos en el templo, permitidme el vuelo de la palabra. Templará las herramientas de las palabras, convocará en ellas la convicción y el respeto, la emoción y también la gratitud. Su Virgen le escuchará, quién podría dudar de eso. Lo mirará con arrobo, le guiará para que todo resplandezca y la alegría, la suya, la de los que lo tienen entre los suyos, ocupe un lugar en esta noche de viernes. 

No hay comentarios:

Las manos son el fuego

  A uno le tiemblan las manos por el peso del corazón. Ni querría que no temblaran. No lo hacen si se espanta la sangre y no acude o si los ...