Vi anoche en un sueño a Neil Young contarle los dientes a un caballo. Para apreciar el número de molares tuvo que abrirle bien la boca y tirarle de la lengua. Era una escena bucólica, como de bardos antiguos. Creí sentirme un intruso, pese a saber que pertenecía a un sueño y que yo era el que lo interrumpía o el que cancelaba. Ya tengo una canción, dijo Neil Young de pronto. Me miró como el que mira a un padre y está orgulloso de algo que ha hecho. La tocó allí mismo, en mi sueño. Suelo perder mi pericia en el inglés fuera de la vigilia por lo que no recordé la letra al despertarme. Le dije a mi mujer: he soñado con Neil Young, le contaba los dientes a un caballo, luego tocaba una canción improvisada con una guitarra destartalada. Ella me dijo: yo he soñado contigo, mirabas a Neil Young contarle los dientes a un caballo, no vi que cantara nada, has debido mezclar muchos sueños, tenemos varios en el término de una noche. Puestos a dilucidar si hubo o no canción, escribí a Neil Young un correo electrónico. Hoy en día puedes encontrar cualquier cosa en la red. Señor Young, decía, le escribo para que nos aclare a mi esposa y a mí si hay alguna canción suya que hable de caballos. Siendo más específicos, si me permite, lo que desearíamos saber es si, caso de que la haya, fue compuesta
en un sueño mientras usted trasteaba la boca del animal, contándole los dientes. Se despide afectuosamente etc.Muy amable, Neil Young contestó casi inmediatamente: les aclaro que anoche, en efecto, soñé con caballos, abría la boca de uno, le sacaba la lengua con cierta facilidad, me he criado en granjas, como sabrán, y contaba sus piezas dentales. Tenía 40. Era terco el animal, me costó el cómputo, debo decir. No tengo constancia de que compusiera nada, pero suelo olvidar con extrema facilidad lo que sueño, por lo que le preguntaré a mi mujer, que me oye hablar en sueños y graba lo que digo en un pequeño aparatito que tenemos a mano, en la mesita de noche. Con la misma presteza que en el primer correo, recibí un segundo: al habla con mi señora, me confirma que hubo canción, está grabada, tengo que arreglarla, pero creo que es incluso buena. Le pido, si no le importa, que me diga si transcribió usted la melodía. Por ver si difiere de la mía, por si la enriquece. Mi mujer y yo estamos locos de contentos. El señor Young nos ha dicho que nos dedicará la canción. Saldrá en su próximo álbum. Saca dos o tres al año, por lo que no tardaremos mucho en tener noticias. A mi mujer se le ha ocurrido que este sistema de difusión musical tumbará al Spotify y al Youtube, a poco que alguien indague y dé con los algoritmos. Parece ser que son algoritmos. La idea es mía, me acaba de decir en el almuerzo, pero no me importa que ni se me cite. Ella es así de buena. Ahora mismo mi mujer está abriéndole la boca a una gallina. Lo zoológico nos tiene entretenidos, he creído decir. Parece que canta. Yo estoy dormido todavía. Cuando me despierte, leeré mi blog, por si escribo en un trance o si la vigilia contiene la misma sustancia que los sueños. A ver si esta noche veo a Charlie Parker hablando con alguna hormiga. Estará agachado, con lo grande que es. La hormiga lo mirará con el mismo asombro con el que yo miro a Charlie Parker. En alguna vida anterior, he debido ser hormiga. Quizá me hablara Charlie Parker. Mira, hormiga ínfima, yo soy Charlie Parker, he sido un héroe, he sido un villano, pero ha llegado mi hora y debo decir adiós. Me duele todo el cuerpo. Me siento vacío, me cuesta pensar. Sólo quiero tumbarme y pensar en una canción que me ronda la cabeza. Todavía soy capaz de tocar Ornithology sin que se me vaya una nota, pero no me pidas que me ponga de pie de un brinco. Estoy cascado, estoy muerto. Charlie Parker habla con las hormigas desde el más allá. No hay nadie que pueda rebatir eso, me dice mi mujer, que está al tanto de todo lo concerniente a Charlie Parker, a Neil Young, a los caballos, a las gallinas y a las hormigas. Hemos pensado en escribir un libro. Lo publicará alguna editorial valiente, será un libro maldito. Llevaremos caballos, gallinas. Neil Young está viendo su agenda. Puede que tenga un hueco. Está grabando un disco. Está de gira. Está sordo. A Charlie Parker no hay manera de que podamos hacerle venir. Los muertos no sueñan, ni se les puede requerir que los restituyan si hay apetencia de que nos los cuenten, pero hablo de oídas, no hay certezas en ese terreno. Mi mujer me ha dicho que una amiga suya habla en sueños con JFK. Le dice que todo lo de Lee Harvey Oswald es un invento. Le disparó el marido de una amante. No hubo un complot soviético. No hubo injerencia castrista. El Lincoln Continental fue su ataúd descapotable. Oliver Stone lo sabía, pero hubiese sido una película romántica y él quería conspiración de la buena, de la de poner a los servicios de inteligencia a funcionar otra vez y al público encenderse en las butacas, comido por la fiebre de todas los magnicidios de la Historia. Todos los muertos saben más de la vida que los que la fatigamos a diario, lo cual no es ningún disparate, si se piensa con calma. Un muerto es un oráculo de la vida. Se le puede preguntar por cualquier cosa. Si tiene a bien, responderá sin titubeo. Sabe de lo suyo y de lo de cualquiera. En la eternidad, el banco de datos es mayor que el del Google, ha dicho mi mujer, que ha escuchado unos podcast en los que un médium de reconocido prestigio ha dejado las cosas claras. Los sueños son un ensayo de la muerte, parece que dijo. Lo que se nos aparece tiene una verosimilitud enorme. Freud, más que psicología, lo que dominaba era la nigromancia. No descarto que Charlie Parker pueda acudir a la presentación de mi libro sobre sus conversaciones con las hormigas. Cuando Dios hizo el mundo, concedió a algunas criaturas virtudes sobrenaturales. Los delfines hacen dormir un hemisferio mientras que el otro esté ojo avizor, por si el peligro acecha. No se tiene conocimiento de las propiedades oníricas de las hormigas. Leí que las gallinas tienen un sueño REM agilísimo. Los ojos se les vuelven en sus cuencas. Un ojo de gallina yendo de izquierda a derecha y de derecha a izquierda frenéticamente es una evidencia de la existencia de Dios. Se lo tengo que contar a Neil Young. No me extraña que haga un disco folk de los suyos sobre las gallinas. Nada de mucha electricidad: guitarras tocadas con meliflua caricia, una base de bajo tímida, una batería casi irrelevante. Le pega que sea un unplugged, hace que no sacan ninguno. Si nos pide un consejo, se lo daremos. En Navidad le mandaremos un christmas.