16.1.23

Dibucedario 2023 / O / Oldboy (Park Chan-Wook, 2003)





"Ríe y el mundo reirá contigo, llora y llorarás solo"


I

Te voy a contar una historia antes de que te mueras. Si otro te la contara por mí. Empezaría así: la cárcel es del tamaño de la condena que se le impuso. El hombre no sabe qué le hizo ocuparla. El tiempo son quince años. Ahí se construye el monstruo. Tiene sed de venganza, le duele el cuerpo de la sed que tiene. Su cabeza es la del que padece sin alcance de su pena. Su tragedia es infinita, es invisible. El pasado es un enigma; el futuro, una niebla. A Dae-su Oh se le acusa de matar a su mujer: hay pruebas que lo incriminan. El preso esculpe su cuerpo en el cautiverio. Debe encomendarle la gesta de su redención. El agujero que hace en su celda le informa de la lluvia. La lame, se prenda de su belleza. En la soledad de su confinamiento, por entender, por registrar el caos, escribe un diario. El hombre partido que entró se recompone, da con un bálsamo, encuentra un sentido a lo que no podrá tenerlo, pero es un sentido deslavazado, un mapa inventado. Ahí está la nomenclatura del mal: qué he hecho para dañar a otros, cómo podría resarcirles. No tener moral tiene sus ventajas. Puedes comerte un pulpo vivo, trocear con saña los tentáculos al tratar de librarse de la prisión de la boca. Puedes tatuarte el infierno. Puedes derrotar a un ejército. Todo seguirá milagrosamente vivo: la incertidumbre, la oscuridad, la muerte. Nada Se liberará, lo liberarán. La catarsis convendrá un receso a su desquicio. La realidad es otra cárcel. Está roto y está perdido. Es un delirio o un mal sueño, pero no delira, ni duerme. Las drogas que le administran han malogrado cualquier arresto de cordura. De lo que no se deshace es del ansia de venganza. Tiene ese anhelo primario: no hay reparación en la que depositar su tragedia, ni el perdón obra alguno de los milagros con los que con frecuencia el que pena se resarce y amansa. Oh ya no es humano: ha sido regresado a algo ancestral y telúrico, es una herramienta de un obrero estajanovista y concienzudo. Tú eres mi área de trabajo, Dae-su. No es el motivo del encierro el que debe preocuparte, sino el de la liberación. No la venganza, recurso que no restituye lo perdido, sino la comprensión, que conforta a quien padece. No hay retribución en el agravio porque yo no fui quien dañó primero. Las preguntas serán respondidas si se formulan correctamente. Esta es la historia o una parte de ella. Prosigue. No tendrá fin hasta que yo la acepte. 


II

La virtud de la extravagancia es que apela al asombro o a la intensidad o alguna clase de resorte anímico que hace que abramos mucho los ojos y las imágenes posean la elocuencia absoluta. Como si fuésemos ágrafos y valiese la opulenta verdad de los colores. Lo retorcido, lo grotesco, lo que hiere a la vista, lo que no posee pudor ni se aviene a una mesura se concitan en la obra de Park Chan-wook, adaptación de un cómic anime. De una crueldad a veces devastadora, Oldboy es un ejercicio circense, un más difícil todavía en el que el ejecutante, aunque amenace caerse, no da con su cuerpo en el suelo, por más que las situaciones que se narran lo cerquen y hasta desee uno que esa pequeña orgía sádica concluya. Pero Oldboy es una obra maestra. A pesar de alguna licencia narrativa, de confiar en las imágenes con más determinación que en los diálogos, que son los precisos y no rivalizan con la estilizada (hipnótica, violenta) puesta en escena. Esta revisión del Conde de Montecristo es una declaración de amor al cine mismo. Estas dos historias que suceden sin que sepamos cuándo una reemplazará a la otra o si finalmente convergerán en una o si lo onírico es una extensión de lo real y todo resultará una broma que se explicará al final y nos defraudará precisa una disciplina y una cierta ausencia de remilgos. Ultraviolencia, perversidad sexual, vileza. Todos esos ingredientes tienen una función concreta. Al drama descomunal con el que se cierra la trama no se le puede poner objeción alguna. Hay que convenir una clausura que no haga decaer la grandilocuencia que ha impregnado la historia. Hemos visto al monstruo recorrer el laberinto, sabemos el precio que ha pagado. Debajo de la criatura que se ha creado, está el hombre, que podrá vivir sin saber qué horror esconde su alma, hasta qué infierno bajó para satisfacer su odio. 






No hay comentarios:

La gris línea recta

  Igual que hay únicamente paisajes de los que advertimos su belleza en una película o ciudades que nos hechizan cuando nos las cuentan otro...