24.11.22

El cielo en construcción

 



Siempre hay un momento de inspiración cósmica, una epifanía metafísica, un andar por el campo y ver en el cielo, cuando se va apartando la claridad y se entenebrece el aire, un indicio trascendente, una especie de invitación a pensar en Dios o en Hal 9000, el algoritmo heurístico con el que Kubrick fundó una iglesia a la que, por cierto, jamás se dignó entrar. No sabe uno qué es, no entiende las señales, no se le instruyó en traducirlas, pero es posible comprender lo que solo se percibe por los sentidos. Quizá ese conocimiento cunda más, se asiente más, trascienda más. Es el peso el que dura, su liviandad incluso, la sensación de que somos una cosa irrelevante en un paisaje inasequible. Como si toda nuestra vida anduviésemos yendo y viniendo dentro de una catedral gigantesca desde cuya techumbre, si alguien privilegiado observara, ni se nos percibiría, pero la recorremos, damos pasos y volvemos sobre ellos, trazamos un mapa, ejecutamos un plan del que no poseemos propiedad y que nos ocupa a tiempo completo. Abre el día. Canta el gallo. Lo oigo con una gratitud paradójica. A lo lejos los coches avanzan hacia algún lado. El cielo está siempre a medio hacer. La catedral está siempre a medio construir. 

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