15.7.21

Dietario 154


Cae el sol a plomo, sin un atisbo de piedad. Arde la calle como si debajo pujará el infierno mismo y se debatiera en una pugna absurda por izarse y airear su condición de oscuridad  y de fuego. No hay apenas transeúntes y los que fatigosamente cruzan delante del banco en el que espero detentan una pesadumbre unánime, casi una expresión de dolor que no disimulan, a pesar del tapado de la mascarilla o la velocidad a la que confían la restitución de un bienestar que debe parecérseles lejanísimo. La acera agasajada con la bondad de la sombra cobra un súbito valor y los pocos valientes (será obligada esa ausencia de temeridad) se afanan en apremiar el paso. Uno se ha detenido al sonar su móvil. Le escucho sin esfuerzo. Sostiene que tardará poco en volver y que no saldrá en lo que resta de día. Seguro que no me salgo con la mía, ha dicho. Tampoco yo estoy a salvo. No tengo ahora otra certeza que la del confiado paciente que espera con estoica serenidad que el médico le alivie y retire el mal que lo postra. Regresar a casa se adivina un placer incluso mayor que el previsto una vez se haya tomado propiedad de ella y dispuesto los rudimentos sencillos de la alegría. Una ducha larga y fría y una ropa cómoda. La sensación siempre perfecta de encontrar un nuevo cuerpo que resuelva la tiranía del sudado y casi ajeno de ahora. Un coche se ha parado enfrente mía. Sale una mujer mayor a la que ayudan lo que parecen dos hijos. No se queja, curiosamente, que bien podría. Son ellos los que no paran de expresar su cansancio. Como si durara para siempre, pienso yo. La sombra está avanzando con codicia. Se está envalentonando. Me tocará cambiar de banco, pero no hay a la vista ninguno que me convenga. El sol será el que me obligue a dejar de escribir.

1 comentario:

eli mendez dijo...

Y que encuentres sombra, frescura, comodidad rapidamente, para que podamos seguir disfrutando de tus textos...que todo mejore por alli..el calor extremo es insoportable...adoro el frio.. Un abrazo

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.