9.12.16

Episodio de sueño con corzo

Soñé que atropellaba un corzo o me levanté con la idea de que en una parte del sueño mi coche lo atropellaba. Al final del sueño, a poco de despertarme, el corzo volvía a pasar por la curva en donde mi coche lo derribó y yo daba un volantazo que evitaba el accidente. Los sueños, al menos los míos o ése mío de anoche, dan la segunda oportunidad que la vida no ofrece casi nunca. El tiempo, en los sueños, es un material moldeable, de fácil gobierno. En el transcurso de la mañana ha habido dos circunstancias (da igual cuáles, no importa qué las animó) que hubiesen requerido que no perteneciesen a la realidad sino al sueño. En esa bruma de las cosas, pensé en que al final, una vez que todo ha concluido, el incidente del corzo no difería en exceso de los otros, de los que  no nombro, porque no es necesario que se consigne aquí nada de esa otra parte. Que justo en este instante las dos cosas están alojadas en el mismo depositorio de la memoria. Ambas, cada una a su modo, comparten el mismo rango. La ficción rivaliza con la realidad. El relato de lo que ha sucedido no es mucho más fiable de lo que se ha fabulado. Además, por si no lo he contado, no conduzco.

No hay comentarios:

Lorquiana

El rey de Harlem camina entre cocodrilos sin ojos. El agua harapienta que burla la turbiedad de los números danza por las escolleras del sue...