22.5.11

Una pedagogía del mal

 
Una de las primeras reglas de la política consiste en no dejar que la verdad eclipse una buena historia. Se lo dice un mafioso ya consolidado, con plaza y con mando en las turbias calles de Atlantic City en 1.920, en plena Ley Seca, a otro de más crédulos afectos, incapaz todavía de manejarse con soltura en la retórica y confiado, como joven, en la autoridad de las armas y del arrojo puro. La frase la pillo al vuelo en el capítulo que abre Boardwalk Empire, la serie televisiva urdida por Scorsese y que hoy, al fin, he comenzado a ver. Otra regla principal de la política, de la política ejercida como instrumento de poder y no como servicio, es la censura de todo aquello que se le opone y que aspira, en el fondo, a evidenciar los malos que fragua y el interés bastardo de esos males en su beneficio. Aquí es en donde empiezo a explicar qué entiendo por censura, cómo afectó esa censura mi crecimiento como persona y en qué punto andamos ahora en este mundo nuestro, globalizado, mercantilizado, convertido en un escaparate fantástico....
 
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y aprender de esos obstáculos, Emilio. Qué buen post. Buena Barra también.

Julia Perea

a dijo...

De la experiencia de las elecciones de ayer, Emilio, me quedo con la idea de que la política es un negociado, una franqucia, un imperio económico total, aunque ese negocio haga que los demás funcionen y sea, en todo caso, el menos malo. La democracia que tienen los indignados en duda en Madrid y en otras plazas de España es un argumento en manos de unos cuantos que tuvieron la suerte de que les votáramos... Eso, y a vender humo. Lo de Bildu es que me tiene descompuesto, pero no era el asunto ese el que me ha hecho escribir. Buenas noches.

Ah, ya veo que al final decidiste entrar en arena. No está mal. La poesía no es que esté mal, no, hombre, el otro día fue excesivo, pero esta manera de escribir y de afrontar la realidad me es más agradable y me hace sentirme mejor como lector.
De eso se trata, no ?

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.