Me contó un amigo (o mejor lo escribió, alojó el escrito en su página y yo después lo leí) que el azar es una criatura antojadiza, de costumbres caprichosas y que en ocasiones contraviene lo que uno querría. Ése era el espíritu combativo de su reflexión. Y tiene hasta su encanto esa imprevisibilidad. Woody Allen filmó la música del azar en Match Point. Y hay una película de Philip Haas basada en un texto de Paul Auster que se llama así: La música del azar. Es un título hermoso. De esos que uno siempre anda buscando.
A mí me gusta decir que el azar no me obsequió con la fe a pesar de haber crecido en una estricta educación católica. O igual esa asistencia fue la que provocó mi disidencia. Porque es la casualidad la que rige enteramente nuestras vidas. La casualidad o el alambicado concurso de todas las circunstancias que la hacen materialmente posible, expresado de una manera retorcida. El azar es el retorcido. El azar es el que mueve el sol y las estrellas, aunque manuscribiera esa frase para expresar la perfección del amor. El azar es la moneda que cae a un lado o a otro y el oceánico rumor de posibilidades que ese torcimiento de la dinámica de los objetos produce en quien contempla el vuelo del metal en el perplejo aire.
Pienso ahora en Frank Sinatra. Muchas veces he admitido que fue Frank quien movió la pieza definitiva para que yo amara el inglés. Ese enamoramiento es el que ahora paga mis facturas de ADSL, la cuenta de los bares y los zapatos de mis hijos. Tampoco sería el lector que ahora soy sin el concurso de un par de buenos amigos a los que nunca entendía (qué tiempos) cuando se incendiaban en discusiones librescas. Ellos me regalaron (sin pretenderlo) el placer de la literatura.
El azar es una geometría invisible de causas y azares, una sintaxis secreta. Y quizá sea mejor así. Ay de quien todo lo gobierna y todo lo confía al manejo matemático de unas cuantas previsiones fiables. Ay de quien anticipa la distancia entre la realidad y el deseo.
Que yo esté ahora escribiendo esto en este momento y en este sitio se debe a una temeridad que condujo a la rotura de un dedo de mi pie izquierdo. Del entonces al ahora van dos años de escritura casi diaria y más de mil miradas al espejo de los sueños.
4 comentarios:
ni el amor, ni el talento, ni el trabajo…el azar rige nuestras vidas
El azar es un enigma, Emilio. Obede a reglas ignotas para nosotros. Ya dijo Eisntein que Dios no jugaba a los dados cuando creó el universo. Incluso hay un tipo por ahí (español, como no) que presume de ser millonario gracias a las ruletas y a las frecuencias. Decía mi profesor de Estadistica que el azar es una maquinaria invisible que todo lo mueve. Y a estas alturas, ya en la treintena, lo único que puedo decir es que no entiendo sus mecanismos. Las señales me rodean desde hace meses (algunas de ellas son clamorosas), pero de veras que no sé qué quieren decirme. No soy capaz de interpretarlo.
Cuídeseme.
Bendito reino de las casualidades: acaba de salir en DVD, eso me ha dicho un buen amigo al loro en estos temas, La música del azar, la peli que citas. Yo no la he visto, pero siendo de Auster el guión igual la pillo este fin de semana. Estupendísima reflexión, Emilio. Sigo con atención tu blog, aunque nunca escriba. Bueno, hoy me he saltado esa regla.
El azar es el gobernador, el caprichoso azar, rayoverde.
Alex, el azar es un enigma. Debieron inventar eso de enigma para cifrar el azar y explicarlo, o intentar explicarlo. Tu profesor de Estadística, noble y hermosa asignatura, en su más cabalístico fondo, era un tipo ocurrente. Una maquinaria invisible. Qué bien suena. Las señales nos persiguen. Las hay a tutiplén, amigo. Ayer escribí algo sobre Philip Haas. Pues parece, años después de que no hubiera oído nada sobre este tipo, que han reeditado La música del azar, en DVD. ¿Lo crees? La cito yo, y te juro que no tenía ni p.idea, y de pronto en el videoclub, la veo, en una estantería, rutilante, nueva, con olor a desprecintado reciente.
Iván, gracias por esa información. De hecho, más casualidades, la he visto ya en un videoclub, como le dijo a Alex. Casualidades. El reino de la maquinaria imposible de algunos profesores de Estadística. Dios santo, qué terrible mundo de juegos imposibles en un tablero mágico. Me parece que estas frivolidades del caos hacen que vivir sea un disfrute. En el fondo.
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